Las campanas de la Basílica de la Villa de Candelaria volvieron a repicar ayer para anunciar la misa de seis, la primera después de sesenta días y sesenta noches con cultos solo digitales. La imagen del presbiterio trasladaba un ambiente propio de grandes solemnidades, con el prior dominico José Ramón Enjamio en la presidencia concelebrando junto a tres de sus hermanos de comunidad. Han transcurrido más días de espera que personas se dieron cita en un eucaristía fugaz -sin homilía- y entre estrictas medidas de seguridad, hasta el punto de que quien no tuviera mascarilla era invitada amablemente por una voluntaria de la Basílica a abandonar el templo. Seguridad hasta el extremo: así, antes de la consagración, el prior se lavó las manos con gel de hidroalcohol y acudió a repartir la comunión a los fieles, a mano tendida y con mascarilla, predicando con el ejemplo. Y la norma la llevó hasta el extremo, lo que obligó a un invidente a soltar a su perro lazarillo para coger la comunión.

Cuando llegaron los fieles se encontraron los bancos con asientos señalados y algunas hileras condenadas; la nueva distribución total, ajustada a las medidas de seguridad, limita la asistencia a 140 personas, de las que ayer no se ocupó ni la tercera parte; habrá que esperar al fin de semana con el precepto. Al finalizar la eucaristía, ya sin mascarilla, el prior no pudo ocultar su satisfacción por el reencuentro, y hasta se atrevió con tres vivas a la Virgen de Candelaria que dio paso a la improvisada ovación de los presentes, algunos con guantes, que se prolongó por espacio de más de un minuto.

Ajeno a estos ritos, que se repetirán cada tarde a las 18:00 horas -si bien la Basílica se podrá visitar a diario de 7.30 a 13.00 y de 15.00 a 19.30 horas-, llegó Rayco. Previamente dejó aparcado su coche cerca de donde otrora estuviera la farmacia del recordado Juan Vidarte y con su uniforme de trabajo puso rumbo a la plaza de la Basílica. Llevaba el pasaporte en sus manos y sin ostentación: un ramo de flores para la Virgen de Candelaria y aprovechó para encender una velita como acción de gracias. ¿El motivo? Este padre separado pudo ver ayer a su hija, que padece alguna discapacidad por primera vez después de dos meses de confinamiento. Tras cumplir con la promesa, puso rumbo a casa.

En su camerino, La Morenita. Allí regresó con cambio de ropa tras el paréntesis la semana de misas virtuales que inauguró en la Basílica el obispo. Traje azul elegido para la ocasión Jaime Estévez, el camarero de la Patrona de Candelaria como es propio en mayo con motivo del mes de la Virgen.

Por la tarde, solo una de las terrazas de la plaza retomó la actividad, tal vez por la incertidumbre de cuándo sería la reapertura de la Basílica y la falta del turismo que llena de vida la calle de La Arena en su tránsito desde la Cruz Pérez hasta el santuario mariano.

Aún así, por la mañana reabrió la Casa de las Imágenes, que ya se replantea también retomar su horario de tarde. Primer día y recaudación como una jornada regular del resto del año, lo que da esperanzas a su propietario, Paco García Hidalgo. En total pasaron unos quince clientes, dos de ellas enfermeras del Hospital de La Candelaria que desvelaron su condición cuando les conminó a hacer uso del gel alcohólico y lo rechazaron mostrando sus manos que evidenciaban la huella del hábito.

Llamó la atención que por la mañana alguna terraza a la entrada de la calle de La Arena estaba abierta y por la tarde estaba cerrada, justo cuando salieron las familias. O el restaurante Doña Pata sin unas mesitas por fuera que invitaran a la nueva normalidad... Ya un vistazo a los aparcamientos por fuera del ayuntamiento viejo, en el perímetro de la plaza de la Basílica o frente al ayuntamiento era una muestra elocuente de que Candelaria reabrió ayer. Y si no que pregunten al kiosco de Fran, junto a la playa del Charquito.

Por la mañana, horas antes de que el regreso de las misas a las parroquias de la Diócesis fueran la tónica habitual, la Catedral de La Laguna entró en la era postcovid bajo la atenta mirada de su párroco, el también vicario general de la Diócesis, Antonio Pérez Morales, y del deán del templo, Juan Pedro Rivero; y con la asistencia del primer diácono permanente de la provincia tinerfeña, Celso González, en un despliegue de voluntarios para ayudar a dar los primeros pasos en el restablecimiento del culto religioso. Junto a la puerta, con la camisa remangada y el alzacuello abierto, Juan Antonio Guedes, el párroco de Nuestra Señora de La Concepción, de Aguere, que no ocultaba su nerviosismo por la reapertura del templo.

No comenzaba un año santo, pero las puertas laterales que dan a la calle de La Carrera se abrieron de par de par. Con solemnidad. Celso González sabía que era testigo de un acontecimiento. Ya a la entrada del templo, doble alfombra con desinfectante y pegado, una mesita con dos botes de gel de hidroalcohol. Seguía la llegada escalonada de feligreses; por su apariencia, no estaban en edad de riesgo, como temía el padre Guedes: que a algunos mayores les pudiera "el afán del reencuentro con el Señor. Mira, por ejemplo, mis padres no pueden venir, y les encantaría", dijo.

Con la destreza del profesional curtido en la comunicación, Antonio Pérez Morales se colocó sin estar revestido ante el ambón. Ya previamente se había activado una grabación con la voz de Carlos Pérez, periodista de la Cadena Cope, que adelantó las "instrucciones de uso". Por un momento parecían los consejos que se emiten en los aviones cuando van a despegar: "en cada banco se han colocado unas marcas, se ruega ocupar el sitio que está señalo y guardar la distancia de seguridad". Pero a Antonio Pérez le pareció insuficiente, o tal vez quiso humanizar. El también vicario incidió en mantener puesta la mascarilla durante toda la celebración y no dejarla en el banco, ni en el momento de la comunión, respetando el metro y medio de distancia. Y al llegar al sacerdote, extender la mano -como dice la letra del canto-. ¡Ah, otro consejo! Quienes tengan un botito de gel con hidroalcohol higienizar las manos antes de comulgar.

La Iglesia recupera así la normalidad, y regresa de la era virtual a la etapa postcovid.