En cualquier restaurante, el ERTE figura como el plato principal del menú, La única temperatura que se toma es la del ambiente, enrarecido. No existe el ruido de la vajilla, ni el murmullo de las salas, no suenan las prisas, ni los pasos ni el marchando.No se escucha aquello del ¡oído, cocina!, ni los timbres reclamando la atención de los camareros. La desescalada es toda una incógnita.

Juan Carlos Curpa, El Jardín de la Sal (Fuencaliente). Un día después de la declaración del Estado de Alarma, el personal se reunió en este restaurante, que luce el galardón Bib Gourmand de la Guía Michelín, para repartirse la mercancía, de manera que no fuera a perderse. Desconectaron las máquinas y echaron el cierre. Fue una semana más tarde, tras la primera prórroga y a la vista de que la situación se iba a alargar en el tiempo, cuando la empresa decidió aplicar un ERTE. Desde entonces, el chef Juan Carlos Curpa ha permanecido confinado en el municipio de Puntagorda, haciendo vida doméstica, y allí se mantiene a la espera. "Aunque la isla de La Palma vaya a ingresar en la llamada fase 1, que permite la apertura de terrazas en un 50% de su capacidad, no nos hemos planteado esa posibilidad", como tampoco han aplicado fórmulas como la de comida para llevar o el reparto a domicilio. "Nuestra máxima es la de abrir con totales garantías para clientes y trabajadores", subraya. En este sentido, destaca que los protocolos higiénico-sanitarios son bastante indefinidos. "Hay mucha ambigüedad al respecto", por lo que considera que invertir ahora en mamparas y otros sistemas de protección personal podría representar "un gasto innecesario". Se mantienen, por tanto, a la expectativa, sin fijar de antemano fechas para la reapetura, pero con un moderado optimismo. "Creo que la gente tiene ganas de salir a disfrutar", de ahí que Curpa ya esté conversando con empresas dedicadas a la higiene alimentaria, en cuanto a la desinfección de vduas y almacenaje o la contaminación cuzada.

Arabisen Quintero, Casa Juan (La Restinga). Aunque hace ya una semana que El Hierro vive en la fase 1, los tiempos en aquella Isla del parecen detenidos. Un ejemplo es el restaurante Casa Juan, ubicado en el núcleo costero de La Restinga y regentado por Arabisen Quintero y su pareja, Lorena Machín. "El ERTE lo aplicamos desde el principio", explica, y desde aquella fecha se encuentran inmersos en el mar de las calmas. Como buen herreño lo tiene meridianamente claro. "Hasta que no empiecen a desembarcar turistas a la Isla ni se nos pasa por la cabeza reabrir el restaurante". Eso sí, echando una mirada al horizonte más cercano presume que quizá pueda empezar a montar ya algunos servicios allá por la primera o segunda semana de junio. "Hay que tomárselo con paciencia y aguardar a los meses de julio y agosto". Porque abrir para el cliente local no es una alternativa y su terraza, cinco mesitas que hacen equilibrios en la pendiente de la calle, se utilizan siempre como "salita de espera". Todo es un mar de dudas. Eso sí, están recibiendo asesoramiento por parte del Cabildo sobre las nomas a seguir en cuanto a medidas como el distancia miento, condicions higiénico-sanitarias de los servicios o la atención al cliente a partir de reservas. "Nuestro local está adaptado a la situación con cuatro mesas en un salón y tres en el otro". Hasta entonces sólo queda esperar... y rezarle a la Madre Amada.

Ancor Sánchez, Gastrobar La Salamandra (San Sebastián). "No tengo prisa ninguna", sostiene este joven grancanario afincado en la Isla Colombina. Considera inviable explotar en las actuales condiciones el local que dirige en la Calle Mayor, con tres mesas, y sin posibilidad alguna de montar una terraza. La crisis del coronavirus le llega cuando se encontraba enfilando su nuevo proyecto. "Iba a montar un nuevo local en una casa cercana", con un concepto en el que pensaba fusionar cocina, l obrador de pastelería y una tienda-vinoteca (su hermano es distribuido de vinos), pero por ahora ese sueño tendrá que esperar. Tras cincuenta y tantos días de cuarentena, Ancor comenta que lo de la fase 1 en La Gomera fue algo así como un espejismo. "Los dos primeros día se notó algún movimiento mayor de gente, pero después, vuelta a la dura realidad. Este es un pueblo de 7.000 habitantes y el negocio está en los visitantes que desembarcan por el muelle o en los funcionarios, y ni una cosa ni la otra". No le queda más remedio que armarse de paciencia y abrir su local "cuando merezca la pena". Y para darse ánimos suspira y susurra: "Esto no puede ser eterno". Eso sí, entiende que hay que repensarlo todo, empeza de cero, y sospecha que esta crisis povocará una selección natural, separando el grano de la paja."Yo lo tengo claro, cocina de mercado, ate ción y calidad". ¡Suerte!