En plena desescalada para alcanzar una nueva normalidad tras superar los peores momentos de la pandemia, los autónomos y pequeños empresarios de localidades como La Orotava, en el norte de Tenerife, comenzaron ayer una nueva etapa de escalada hacia la recuperación de clientes, ingresos y empleos. Con la curva del virus doblegada, al menos inicialmente, las empresas asumen ahora el reto de doblar, hacia arriba, la curva del negocio.

Pese a que la nueva situación permitía la apertura de locales de menos de 400 metros cuadrados, la realidad es que ayer en La Orotava fueron las peluquerías, centros de estética y algunas librerías las que más se animaron a abandonar el confinamiento.

La mayoría de las peluquerías del casco retomaron la actividad con nuevas medidas de higiene y seguridad a las que habrá que irse acostumbrando. Mascarillas para trabajadores y clientes, guantes, geles hidroalcohólicos y mucha desinfección y limpieza de todo. Unos requisitos que han supuesto un desembolso extra para las maltrechas economías de unos negocios que se vieron obligados a cerrar el 14 de marzo.

Clara, propietaria de Mujer, Nails y Beauty, es autónoma desde hace ocho años y recalca que volver a abrir ha requerido hacer una inversión en productos desinfectantes y desechables: "Hemos tenido que buscar guantes, mascarillas, líquidos para desinfectar, pero también protectores para el calzado de los clientes y otros elementos de seguridad que no son gratis. No sólo cuesta encontrarlos, también cuesta dar con una empresa que no tenga precios abusivos", detalla.

Las peluquerías y centros de estética han abierto sólo con cita previa y con importantes restricciones de aforo. "Ahora se tiene que atender a una clienta y hasta que no acabes, no puedes atender a la siguiente -explica Clara-. Ya no se puede dejar a alguien con las mechas puestas y empezar con otra persona. Eso nos va a limitar bastante y es posible que en algunos casos no salga a cuenta. Habrá que ir analizando el funcionamiento del negocio estas semanas". Por eso pide que no se olvide a las empresas, "que también necesitamos ayudas como las que reciben algunos que no dan ni un palo al agua".

Brian García y Pedro Ortiz, de la peluquería-barbería Con Dos Barbas, han pasado momentos muy difíciles durante el estado de alarma. Llegaron a pensar que sería inevitable cerrar, pero han podido aguantar y volver a abrir con cita previa. Esta reapertura les ha obligado a invertir unos 200 euros en la compra de diverso material. Un esfuerzo importante después de 50 días sin ingresos. "Hubo un momento en el que me vi con 20 euros en la cuenta", recuerda Ortiz, quien pudo recibir la ayuda de autónomos "para por lo menos poder hacer la compra".

Brian y Pedro subrayan que todo debe hacerse ahora de una forma mucho más meticulosa y, por eso, han tenido que reservar más tiempo entre cliente y cliente para poder limpiar y desinfectar todo el material que usan.

La propietaria de Mujer, Nails y Beauty también tiene dos tiendas de ropa, pero no las abrirá por ahora: "Con cita previa y desinfectando continuamente la ropa es totalmente inviable". Una opinión que comparten trabajadoras de El 99, que ayer empezaban a reorganizar la tienda sin saber muy bien cuándo abrirán.

Tana Rosa, de la tienda de moda Umbrella, lleva todo el estado de alarma trabajando con pedidos a domicilio. Internet ha permitido mantener el negocio en un contexto muy difícil. Volver a abrir al público, en las condiciones actuales, lo considera misión imposible.

En ferreterías como Rosalesa se estrenaron ayer con la atención directa a clientes no profesionales con cita previa, pero el cambio no ha sido tan brusco. Algo similar ocurre con establecimientos como la cafetería Deyfe, que reabrió el 21 de abril con envíos a domicilio y ahora recibe con alivio la posibilidad de que los clientes acudan al negocio a recoger sus pedidos. Rommel Fernández espera, como agua de mayo, la apertura de la terraza, pero mientras llega ese día, innova para captar a más clientes con iniciativas como el encargo y envío de desayunos en el entorno más cercano. "La gente agradece tomarse un café o un cortado, o una pulguita, que no saben igual que cuando te los haces en casa", explica este joven empresario. La crisis del Covid-19 llegó cuando apenas llevaba siete meses con el nuevo Deyfe abierto. Han sido semanas de incertidumbre para todos, pero toca remontar.