La plaza de La Candelaria fue testigo la velada del 25 de abril del pasado año de la elección de Andrea Fernández Hernández, representante de la agrupación folklórica Santo Ángel, como reina de las Fiestas de Mayo con el traje "Mujer de La Palma en traje de fiesta", que confeccionó para ella Carlos Domínguez, a quien conoció por mediación de su padre: el creador de su vestido regenta una peluquería en Granadilla y el padre de la reina de Mayo desde la pasada edición es representante de productos de cosmética y belleza.

Andrea, nacida en 1992 en el chicharrero barrio de La Salud, siempre prefirió desde pequeña el mundo del folklore y hasta del senderismo; de hecho, aprendió sus primeros pasos de baile en el colegio de las Madres Dominicas de Vistabella, si bien sus padres han estado más vinculados al mundo del Carnaval.

Wenceslao ha militado en Mamelucos, Trasnochados y la Ni Fú-Ni Fá, y en los últimos años ha participado en la Canción de la Risa con Los Esc@ndinabos, mientras que su madre, Juani, participó en la recordada comparsa Tamanacos.

En el colmo de la pasión por las tradiciones y el folklore, Andrea aprendió en la academia de Aníbal Llarena a tocar las chácaras, tambores de todas las islas, castañuelas y hasta lapas. Resultaba llamativo ver a la reina de las Fiestas de Mayo de Santa Cruz moverse con la destreza que lo hacía el año pasado en el baile de magos que, como es tradición, se celebró en la calle de La Noria y el entorno cuando, después de ostentar la representación oficial, se sumó a su grupo Santo Ángel e hizo las delicias del público y los amantes de los ritmos y cantos de la tierra.

Un año después han quedado en el olvido aquellos cambios de turno en su trabajo que gracias a la complicidad de sus compañeros y jefes del centro sanitario donde trabaja desde hace cinco años y que le permitieron cumplir con los compromisos propios de la reina de las fiestas patronales. Si doce meses atrás llamaba la atención su vocación solidaria, que había quedado patente en los viajes que realizó con la ONG Correcaminos Solidarios y que la llevó a Gambia junto a una compañera y doctora de su centro sanitario para abrir un consultorio médico junto al colegio que había puesto en marcha la misma organización un tiempo antes, ahora cobra más relevancia su condición de enfermera, dada la crisis sanitaria que azota a la Isla y a la comunidad internacional.

Tras sus cinco en el ejercicio de la profesión, asegura que nunca temió al contagio de la Covid-19, si bien su principal preocupación es que se colapsaran las urgencias del hospital santacrucero donde desarrolla su actividad, máxime cuando ella está en el servicio de la UVI, una situación que no se ha dado; es más, hasta recuerda que se instaló un hospital de campaña en el recinto ferial que nunca se ha llegado a utilizar para personas afectadas por el coronavirus. "Para bien o para mal es una de las situaciones que se ocasionan por nuestra condición insular".

Desde que se registraron los primeros casos y se activó el protocolo sanitario recuerda el celo de todos sus compañeros por revisar a diario las normas que se iban dictando para combatir el contagio del coronavirus. Especial incidencia ha tenido también para ella su condición de sanitaria: a pesar de que no vive con sus padres, ha intensificado las medidas de alejamiento para evitar un eventual contagio.

Esta reina de mayo, que ya ha mostrado su vocación solidaria, advierte que la incidencia de esta pandemia supondrá un cambio importante en la sociedad, y espera que no se quede en un deseo personal, sino que "todos miremos para adelante. Estas siete semanas en las que la población ha estado confinada debe servir para que cada uno, a título personal, haga una reflexión. "A mí me ha servido para caer en la cuenta que no pasa nada si no hago nada. Hay momentos en la vida que parece que vivimos con prisas, que no paramos, y esta época me ha permitido saborear la posibilidad de estar en casa y disfrutar de leer un libro o viendo una película".

Andrea pertenece a ese sector de la población laboral considerada esencial, máxime cuando está

en la primera línea de batalla contra el virus. A pie de hospital.

A sus 26 años, pasa su día a día entre el centro sanitario y su casa, en Bajamar. "Me asomo a la ventana y parece que me está llamando el mar", comenta con tanto desconsuelo como responsabilidad, a sabiendas de que respeta la cuarentena al pie de la letra cuando no está trabajando; presta su servicio de doce horas dos días y luego libra tres.

Se muestra optimista y confía que para su cumpleaños -lo celebra en noviembre- el confinamiento haya quedado ya en el olvido. Daños colaterales menores, que relativiza por la incidencia vital de la Covid-19 miles de familias, Andrea cuenta que por el decreto de alarma no podrá irse a unas vacaciones que tenía programada para Portugal -aunque no pierde el dinero, sino que podrá hacer uso de la reserva cuando la situación sanitaria lo permita y ella desee hacer uso de su viaje-, pero lo explica casi de forma anecdótica, mientras se muestra satisfecha de poder hacer realidad su vocación, la enfermería y estar en la primera línea de la batalla.

Por la incidencia de la crisis sanitaria, la suspensión de los actos centrales, más populares y de participación popular de las Fiestas de Mayo que ya tenía que haber celebrado esta edición su gala de la reina y, como es habitual, la exposición de flores y plantas del parque García Sanabria. "El día 25 se cumplió un año de mi elección como reina; ya tenía que haberse celebrado la gala en la que yo hubiera subido a entregar el cetro a mi sucesora", comenta Andrea que comenta de forma jovial, sin entrar en las razones que han motivado la suspensión, que no le importa seguir de reina de las fiestas patronales de su ciudad natal.

Mirando atrás, su tono de voz transmite la emoción del momento de la designación como soberana pero se emociona más cuando se le pregunta por el mejor recuerdo de los actos en los que participó como reina de Mayo. Lo tiene claro: el baile de magos fue su favorito, donde demostró su destreza entre timples y folías.

Andrea reconoce su admiración por el pueblo de Tenerife. El fin de semana pasado fue al mercadillo de Tegueste, como hace habitualmente. Paró el coche y percibía el olor de las chuletas y la carne de fiesta de la gente que celebraba en sus balcones la romería, un ejemplo que seguirá estos días recordando el baile de magos de Santa Cruz, que iba a celebrarse mañana.