El matrimonio de octogenarios grancanarios compuesto por Mercedes Campodarve y Domingo Medina dieron por concluido ayer el viaje más complicado de su vida tras abandonar, después de algo más de tres meses de estancia, el trasatlántico Queen Mary 2, donde quedaron atrapados durante una travesía que les llevaba a Madeira, el Mediterráneo, Golfo Pérsico y por buena parte de Asia, con regreso por el Índico vía Sudáfrica. "El virus fue más rápido que el barco y cada vez que nos dirigíamos a un destino en Asia debían cambiarlo porque el país estaba en cuarentena", relata Domingo Medina, que ayer, por fin, llegó a su casa en Las Palmas de Gran Canaria tras desembarcar, a las 22:30 horas del sábado, en Santa Cruz de Tenerife.

"Cuando vi el Teide, reconoce sobre la llegada a aguas Canarias el pasado sábado por la tarde del buque de la Cunard, que desvió su ruta hacia Southampton para dejar al matrimonio lo más cerca de casa posible. El desembarco se realizó a tres millas de la costa, "entre Gran Canaria y Tenerife", matiza su hijo Rafael, con total seguridad para la pareja y cumplimentando la naviera la evaluación de riesgos, tal y como ha asegurado el consignatario de la nave en Tenerife, Hamilton y Cía. Fue una embarcación de servicio del puerto de Tenerife, concretamente de la empresa Tenerife Offshore, la que transportó al matrimonio desde el Queen Mary 2 hasta la Dársena Pesquera.

Fue la insistencia de sus familiares la que hizo posible que, finalmente, el matrimonio desembarcase en el Archipiélago puesto que el capitán del Queen Mary 2, "cuando la ruta inicial del viaje tenía Santa Cruz de Tenerife como escala", recuerda Domingo Medina, que lleva "50 años sin montar en un avión" porque sufre claustrofobia.

La opción de volver en avión

"La opción que nos dieron en su momento, cuando se dio por concluido el crucero y nos quedamos solo 250 viajeros [el barco tiene capacidad para 2.291 pasajeros y 1.400 tripulantes], era que volviésemos en avión, pero, como en principio pasábamos cerca de Canarias en el regreso desde Sudáfrica, decidimos quedarnos en el barco", rememora Medina al teléfono este domingo.

Entiende, según dice, la decisión del capitán del barco. "Era normal su temor a que subiera alguien al barco para trasladarnos a tierra y contagiara el buque; no se sabía qué estaba pasando realmente o qué podía suceder, al menos al principio de la crisis, cuando hasta los países improvisaban. La sensación de desconcierto y la incertidumbre la sufríamos todos, porque allí dentro del barco estás al cabo de todo gracias a Internet, pero no tienes margen de maniobra", explica sobre sensaciones a las cuales se sumaba la preocupación por la familia. "Ahora que hemos llegado a España es cuando comprobamos la magnitud de lo que ha pasado", cuenta afligido.

"Ha sido duro"

"Ha sido duro porque no sabíamos qué iba a suceder", cuenta en otro momento de la conversación. "Si algo hay que reprocharle a la naviera es que las decisiones se tomaron demasiado tarde", responde cuando se le pregunta por el tratamiento dentro del barco durante el confinamiento. "Cuando cruzamos el Canal del Suez debíamos haber dado la vuelta", dice sobre una decisión que les hubiera librado de acerarse a puertos asiático, "donde, finalmente, no pudimos entrar". Y ahí deja entonces Domingo Medina su mayor decepción de todo el asunto: "No pude conocer Hong Kong", dice resignado. Su esposa, Mercedes Campodarve, sí pudo visitar Sidney e, incluso, acudir a un concierto en la mítica Ópera, "pero para atracar en Australia estuvimos 14 días navegando para pasar la cuarentena", recuerda desde la casa de su hijo, convertida ya hace semanas en un búnquer esperando la llega de sus padres que, al desconcierto de su confinamiento, le añade que con más de 80 años son personas de riesgo de cara a contagiarse de la enfermedad. De ahí el interés de sus hijos porque los progenitores a bordo del Queen Mary 2 no fueran desembarcados en el Reino Unido, donde la tasa de contagios es alta.

La familia aprovecha para agradecer a la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife "su apoyo desde el minuto cero", porque, reconocen, "creíamos que el buque no se iba a desviar de su ruta" para dejar en su tierra a la pareja de octogenarios. "Nos trataron muy bien en todo momento, pero ya como si fuéramos parte de la tripulación, no con los privilegios de los cruceristas", recuerda Domingo Medina sobre una pesadilla de la cual se recupera ya, junto a los suyos, en la capital grancanaria.