El estado de alerta por la expansión del coronavirus Covid-19 también tiene importantes efectos en la explotación sexual de mujeres. Algunas de las víctimas optan por regresar a sus países de origen y otras deciden refugiarse en casas de personas conocidas. Su situación de vulnerabilidad se acrecienta todavía más, si cabe, con el cierre de todo tipo de establecimientos de ocio nocturno.

Carmen García es coordinadora del proyecto Daniela, que desarrolla la congregación Oblatas del Santísimo Redentor en Las Palmas de Gran Canaria para prestar atención a estas mujeres. Señala que "los locales donde se ejerce la prostitución y que son más visibles están, aparentemente, cerrados". Pero recuerda que "hay mujeres que viven en los clubs y, aunque en apariencia deben permanecer cerrados al público, hay luces en las habitaciones".

"La mayoría de ellas son ciudadanas extranjeras y algunas han sido despedidas", comenta. Indica que tiene conocimiento de un caso en que de 15 víctimas, siete continúan "en la casa" y las ocho restantes "se han ido a la calle". El objetivo del programa Daniela es ofrecer una centro de acogida y prestar una protección integral a esas mujeres. El contacto con los servicios de intervención social de las administraciones es constante.

En opinión de García, cuando son despedidas por la falta de actividad de sus locales o el descenso de los clientes, "no saben a dónde ir". Hay ocasiones en que acaban en casas de conocidos, "donde se convierten en muy vulnerables".

La falta de clientes conlleva que su deuda aumente, en la medida en que hay lugares en los que le cobran cada día 50 o 65 euros por el alojamiento y el servicio de las diversas comidas, según refiere la coordinadora del proyecto Daniela en la capital grancanaria. En base a las informaciones que le han llegado, explica que "hay fiestas privadas en algunos clubes y en algún hotel". Como es sabido, la actividad de la prostitución en los pisos "es más invisible y resulta más difícil su control", por lo que, en algunos casos, la mujer está más expuesta a abusos por parte de los proxenetas. Además, García comenta que, al tener menos ingresos, "ahora estas personas acceden a realizar prácticas, que antes no hacían".

Gran riesgo de contagio

Para la responsable de esta iniciativa, el riesgo de contraer el coronavirus Covid-19 "es muy grande, ya que mantener la distancia de seguridad con un cliente que va a mantener relaciones sexuales resulta muy difícil". Piensa que estas personas son "las grandes olvidadas" y ahora más que nunca son tratadas como "mercancía desechable" por parte de sus explotadores. Muchas de las víctimas no están empadronadas en los municipios donde residen y, por tanto, son invisibles para los servicios sociales, si no contactan con esta u otras ONG.

Sara Baz Dávila dirige el proyecto La Casita, que también impulsan la misma congregación en Santa Cruz de Tenerife. Aclara que ahora todo el seguimiento a las mujeres se realiza por teléfono. "Al ser un colectivo con una gran vulnerabilidad, por la actual situación se incrementa la misma", explica. Según su información, "hay pisos o clubs cerrados, pero hay mujeres que continúan ejerciendo la prostitución". En opinión de Baz, la mayoría son inmigrantes y demandan "asesoramiento sociosanitario, si la administración funciona para las citas donde realizar diversos trámites, pautas sobre cómo cuidarse y prevenir los contagios, o cómo está la actividad en los centros de salud".

Algunas de las afectadas solicitan alimentos y ayudas de emergencia. En otros casos también requieren asistencia a nivel emocional, según explica Sara Baz. Añade que las que tienen hijos a cargo formulan preguntas sobre cómo gestionar la situación, la cobertura de alimentos y las necesidades básicas. Baz indica que "tratamos de activar un trabajo en red, tanto con la administración como con otras entidades del tercer sector" (ONG que atienden necesidades sociales).

Rosa Henríquez Abrante, de O'Cambalache, de la Fundación Cruz Blanca, explica que en estos momentos tienen suspendidas sus rutas para contactar con estas mujeres en la zona Sur de Tenerife. La mayor parte de sus contactos están en clubs y las mujeres que ejercen la actividad en la calle no pueden hacerlo, recuerda Henríquez. Por ejemplo, señala que los locales de Verónicas y su entorno están cerrados. En el Sur de Tenerife, muchas de las mujeres proceden de países de Europa del Este, por lo que, al menos parte de ellas, han aprovechado para regresar a sus lugares de origen. Y, además, la constante rotación es tradicional en este negocio.