Cara o cruz. Teresa Cruz Oval no estaba destinada a asumir la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias ni siquiera inmediatamente después de la firma del pacto de gobierno entre el PSOE, Nueva Canarias, Podemos y la Asociación Socialista Gomera de Casimiro Curbelo. A Cruz Oval, veterana militante socialista del sur profundo tinerfeño, la dirección del PSOE le reservaba la Presidencia del Parlamento de Canarias, que en la anterior legislatura había ocupado otra mujer, Carolina Darias, un cargo que Ángel Víctor Torres no necesitaba pactar con ninguno de sus socios. Pero CC, el PP y NC propusieron mujeres para la Mesa de la Cámara y el reglamento exige un máximo de 3/5 para cualquiera de los sexos. Como fórmula para desbloquear la situación el PSOE propuso finalmente a Gustavo Matos para presidente: lo aceptó con tanto agradecimiento como un ganador del Euromillones.

Teresa Cruz no podía quedarse como diputada rasa. Los socialistas tinerfeños exigieron su cuota. Así, como obedeciendo la parábola de una moneda lanzada al aire, se convirtió en consejera de Sanidad y máxima responsable política de la gestión de más de 3.000 millones de euros anuales sin apenas haber tenido experiencia previa en la administración de recursos públicos. Algún dirigente socialista de Tenerife mencionó como aval que, al fin y al cabo, Cruz había sido presidente de la comisión parlamentaria de Sanidad en los últimos cuatro años. Después de ocho meses de críticas, enfrentamientos, tropiezos y crisis Teresa Cruz fue destituida anoche en una ardiente oscuridad de chismes, rumores y chascarrillos.

Políticamente Cruz es una resistente que convirtió en una trinchera las cuotas territoriales. Nacida en un pequeño pueblo tinerfeño, Arico, hace 52 años, temperamentalmente responde al molde del canario de medianías: sobria, trabajadora, porfiada y testaruda, profundamente desconfiada y dotada de un sistema gestual de expresión emocional poco eficaz. Comenzó su carrera política como concejal de Arico, por entonces una plaza fuerte de Coalición Canaria, y algunos de sus enfrentamientos verbales con el alcalde Eladio Morales alcanzaron una altura épica. Morales era la personificación del Mal y si no hablaba en latín, vomitaba verde y rotaba la cabeza 365 grados es porque el alcalde quería esconder su naturaleza de reservorio del Maligno. A Cruz siempre le sorprendía que a Morales le irritaran las críticas y se metiera con ella, que simplemente encarnaba la Verdad. Pero esas trifulcas y su carácter indómito la impulsaron en el partido. A principios de siglo no abundaban los jóvenes políticos que abandonaran los gobiernos municipales socialistas en el sur - Granadilla de Abona y Adeje - para estrellarse contra las sólidas mayorías de Coalición Canaria en el Cabildo de Tenerife. Cruz aceptó el reto y durante dos mandatos fue consejera de la corporación, una consejera al mismo tiempo activa y muy discreta, centrada en la fiscalización de las políticas sociales y asistenciales. Así se consolidó como el rostro de la cuota de los socialistas del sur de Tenerife, que arrastraba una sensación de maltrato y ninguneo frente al área metropolitana. Tere -sin estrechar demasiado los lazos con ninguno- era de los suyos. Y eso le valió de nuevo para ser incorporada en la lista al Parlamento en las elecciones de 2015 y 2019.

Precisamente en el PSOE de Tenerife algunos consideraron que había sido un error lo de la Consejería de Sanidad. "Poca inversión y demasiados problemas". Los nombramientos de Cruz provocaron cierta sorpresa, en especial, el de Blanca Méndez como directora del Servicio Canario de Salud, una solvente funcionaria cuyo único contacto -parcial- con la gestión sanitaria, sin embargo, fue el de gerenciar el Instituto Sociosanitario del Cabildo de Gran Canaria. También había sido la secretaria general de la consejera de Obras Públicas, Ornella Chacón, en el Gobierno presidido por Fernando Clavijo. Siempre se insistió en el seno del PSOE que Cruz Oval consultó ese y otros nombramientos con Patricia Hernández, alcaldesa y secretaria general del PSOE de Santa Cruz de Tenerife.

Hernández consideraba que había que regresar a un desarrollo prioritario de la sanidad pública y, desde ese punto de vista, Conrado Domínguez no podía continuar al frente del SCS, pese al apoyo de amplios sectores del PSOE grancanario, los sindicatos y la patronal de las clínicas privadas. Domínguez, bajo las órdenes de José Manuel Baltar, estaba contaminado de clavijismo. Cruz Oval se pasó días y noches contactando con distintos ex altos cargos de la Consejería de Sanidad, pero ninguno quería regresar. Jesús Morera ni quería ni podía, y en septiembre sería nombrado director gerente del Hospital Universitario Doctor Negrín. Blanca Méndez fue una opción meramente técnica. Ella misma advirtió que no podía ni quería lidiar con medios de comunicación ni empresas de publicidad. La nueva consejera la tranquilizó y decidió echarse ambas cosas a la espalda, pese a su escasísima proclividad a tratar con los medios de comunicación.

En realidad el nombramiento de Blanca Méndez fue clave en la malandanza de la Consejería de Sanidad. Es sorprendente que, en un Gobierno que tenía entre sus apuestas estratégicas mejorar urgentemente la calidad de la asistencia sanitaria, el o la responsable del SCS no haya sido consensuado -al menos- entre el presidente y la consejera. Torres aceptó la decisión de Teresa Cruz pero le insistió que no había tiempo que perder y que había que proceder con tiento para evitar enfrentamientos inútiles con sindicatos y plataformas. No dudaba ni de su capacidad de trabajo ni de su entrega. Pero el presidente intuía que la inflexibilidad de la consejera, la testarudez que utilizaba como escudo permanente, podría dañar un departamento que debería ser uno de los buques insignia del Gobierno de progreso. No se equivocaba.

Los problemas no tardaron en aflorar. Ya el pasado octubre los sindicatos UGT, CCOO, Cemsa y CEM advirtieron con huelgas y movilizaciones si la Consejería no modificaba el calendario y las condiciones de las convocatorias de la oferta pública de empleo. El conflicto se enquistó y ramificó y los médicos del SCS llegaron a registrar un preaviso de huelga para el 12 de febrero. Cruz pidió tiempo. Pero negociar no es pedir tiempo para que la otra parte reconozca su buena voluntad. El presidente Torres debió implicarse en dos ocasiones para evitar que miles de médicos se pusieran en huelga. Consiguió detenerla. El PSOE tinerfeño también consiguió detener la destitución de su consejera. Torres optó por abstenerse, pero la pandemia del coronavirus terminó por destrozar cualquier vía de confianza con Cruz Oval, que empezaba a confundir hechos evidentes con el oportuno relato de una conspiración despiadada. Cuando Román Rodríguez y Casimiro Curbelo denunciaron la gestión de la crisis sanitaria de Teresa Cruz al presidente del Gobierno y el propio vicepresidente advirtió que el pacto corría peligro de fracturarse, Torres admitió la creación de un comité de emergencia dirigido por Conrado Domínguez, en el que la consejera solo tenía un papel decorativo. Cruz había sido confinada en su despacho de la Consejería de Sanidad. Se le destituiría cuando la fase más grave de la epidemia fuera superada. Pero ella misma se encargaría de reventar esa prórroga con sus asombrosas declaraciones a EL DÍA, en la que aludía a los oscuros intereses que estaban tras su arrinconamiento. Torres no tenía otro remedio que proceder a su despido inmediato: nadie, en el Gobierno ni en el comité ejecutivo regional del PSOE, tiene dudas de que se trata de una deslealtad hacia el Gobierno como órgano colegiado y hacia el propio presidente.

El PSOE tinerfeño es otra cosa. La mayoría de los dirigentes socialistas tinerfeños vivió la fulminante y a la vez anunciada destitución de Cruz Oval ayer como un golpe previsto, sí, pero muy fastidioso. Consideran que la circunscripción de Tenerife aportó un 44% de los votos socialistas en los comicios del pasado mayo y que están infrarrepresentados y mal tratados en la política de cargos de Torres, a las que agrupaciones como La Laguna y Puerto de la Cruz apoyaron decididamente como candidato a la secretaría general del PSOE. Sospechan que el presidente no abrirá consultas para encontrar al sustituto de Teresa Cruz y, aunque asumirán disciplinadamente la decisión de Ángel Víctor Torres -por supuesto- no lo van a olvidar. Es el socialismo de medianías el que ahora manda en el PSOE de Tenerife. Y en las medianías el tiempo pasa más despacio y la paciencia es infinita.