Fue muy cuestionado cuando se anunció su puesta en funcionamiento, pero con el paso de los años el tranvía que une Santa Cruz y La Laguna se ha convertido en un medio de transporte imprescindible para miles de ciudadanos del área metropolitana. Ahora, como otros servicios públicos, la crisis sanitaria que ha generado la irrupción del coronavirus también ha vaciado sus vagones. Ayer, EL DÍA hizo el recorrido La Laguna-Santa Cruz y Santa Cruz-La Laguna en unas horas -entre las 12:40 y las 14:00- en las que, un día normal, el tranvía hubiera ido prácticamente lleno. La imagen, sin embargo, era totalmente la contraria.

El tranvía partió de la Ciudad de los Adelantados con solo seis pasajeros, algunos equipados con guantes y mascarilla. Sobraba espacio y, por tanto, la distancia de seguridad era fácil de mantener. Incluso una joven pareja que viajaba a esas horas se sentó en puestos separados. En la primera parada tras partir de la avenida de La Trinidad se sumaron otros tres usuarios. Sin embargo, en las siguientes, Cruz de Piedra, Museo de la Ciencias y Campus Universitario, apenas hubo movimiento. En la segunda de ellas subió una persona y se bajó otra. Algunos de los que estaban dentro se movieron para mantener las distancias. Se palpaba el respeto. Apenas si hubo diálogos. Cabezas bajas y el teléfono móvil como entretenimiento.

El metro ligero siguió su camino y se cruzó con el que ascendía desde Santa Cruz a la altura de Las Mantecas. Este iba aún más vacío. En la parada del Hospital Universitario de Canarias (HUC), una de la más concurridas en días normales, se incorporó una persona y se bajó otra. A estas se sumaron otras tres en la parada con trasbordo de El Cardonal.

Ruta en silencio

La ruta continuó casi en silencio hasta la zona de Taco. La incorporación de varias personas que no pagaron el servicio tensó el ambiente. Hablaron entre ellos con el coronavirus como tema principal. Su trayecto, sin embargo, acabó poco más adelante. Desde la avenida de Los Príncipes en adelante se fueron subiendo algunas personas más, sin llegar nunca a la treintena. Entre ellos, Francisco Batista, celador del Centro de Salud Doctor Guigou de la capital tinerfeña. "Lo peor sería a partir de las 15:00. A esas horas va el tranvía lleno y es duro viajar en él", relató, en referencia a un día sin restricciones. Como usuario habitual del servicio, conoce a los que no pagan o a los que suben a pedir dinero.

Cerca ya del centro, y en una imagen sorprendente, al tranvía se incorporó una joven pareja extranjera con un bebé en un carro. En este caso, sin ninguna medida de protección. Tras reiniciar el camino, gran parte del pasaje se quedó entre las paradas de la plaza de Weyler y el Teatro Guimerá. Al llegar al Intercambiador, apenas quedaban tres personas.

Solo cuatro pasajeros

Quince minutos después, el tranvía partió de nuevo hacia La Laguna. La ruta inversa la iniciaron cuatro usuarios, a los que se sumaron otros casi desde la primera parada, la de Fundación. Desde allí hasta el Puente Zurita se incorporó a los vagones un grupo numeroso, con perfiles de todo tipo: trabajadores de correos, empleados de una subcontrata de la construcción, gente con compra, jóvenes con mochila... En todo caso, tampoco llegaron a la treintena, pues se fueron bajando en paradas sucesivas. Eso sí, muchos de ellos poco preocupados por las medidas de seguridad.

A la altura de la Cruz de Señor, la relativa tranquilidad -la subida fue más ruidosa- que reinaba la rompieron, nuevamente, dos personas que entraron sin pagar, más por su aspecto que por su actitud, pues se mantuvieron casi en silencio. A ellos se sumó una tercera, un joven, que sí recorrió los dos vagones pidiendo dinero "para comer".

Subida y bajada en Taco

Tras confesar que "estaba sano" y "libre de coronavirus", consiguió unas monedas que le dio una chica que se había subido en la avenida Príncipes de España. También revisó debajo de los sillones buscando más. De ahí en adelante, y casi igual que al bajar, la mayor cantidad de gente se bajó en la zona de Taco.

Al llegar a la Trinidad, apenas quedaban tres usuarios, y entre ellos Amaranta, la joven solidaria con quien pedía para comer. Trabajadora del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, reconoció que usaba el tranvía con frecuencia y que ayer lo hacía por motivos de trabajo. ¿Notaste que la gente se ponía algo nerviosa cuando se acercaba alguien? "Pues la verdad es que no, venía pendiente del móvil".