Lo primero que hizo Francisco Aquino cuando aterrizó en el aeropuerto de Tenerife Norte fue poner dirección al mostrador de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) para quejarse. Estaba molesto. Este sevillano afirmaba, pasado el mediodía, que lo último que había ingerido era un bocadillo en el almuerzo del día anterior. Primero, durante la tarde-noche del domingo no dio con ningún establecimiento abierto en Fuerteventura para hacer acopio de alimentos; en el vuelo, indicó, tampoco distribuían comida, y una vez en el aeródromo lagunero se encontró con las cafeterías cerradas.

La historia de Aquino, que se había trasladado al Archipiélago por motivos de trabajo y que ayer trataba de llegar a Sevilla previo paso por Tenerife, es reflejo de las derivadas y casuísticas personales que se encuentran bajo las restricciones del estado de alarma. "Yo no puedo comer chocolatinas ni productos con gluten", aclaró en referencia a la oferta gastronómica a la que había tenido acceso en los aeropuertos. El vuelo en dirección al sur peninsular lo tenía a las 16:00 horas y su estimación era poder estar en su casa no antes de las 20:00. Solución o desvanecimiento.

Por lo demás, y a través de una mascarilla blanca con la que se protegía la nariz y la boca, confirmó que el domingo en Fuerteventura se percibió el cambio motivado por las medidas del Estado, y detalló que en el vuelo hacia Tenerife solo viajaba una persona por ventanilla. "Entiendo que es muy complicado", consideró sobre el coronavirus y sus efectos, y comentó que su interpretación de lo que está ocurriendo es que la estrategia empleada pasa por espaciar la incidencia del virus para evitar ese temido pico que definitivamente acabe por saturar los hospitales.

Una mañana tranquila

El aeropuerto, mientras tanto, parecía seguir un ritmo relativamente normal, o al menos vivía la mañana sin excesos ni histerias. Presencia policial dentro de lo esperado, numerosos pasajeros con medidas de protección en la cara y las manos, y la farmacia sin mascarillas desde hace dos semanas. Nada que no se pudiese prever. Mientras tanto, las oficinas de las aerolíneas y de alquiler de vehículos trabajaban con normalidad, algún viajero buscaba espacios para alejarse de otras personas y, a falta de sorteos de Loterías y Apuestas del Estado, el receptor permanecía cerrado.

Igual que Francisco Aquino, Alba Lorenzo fue otra de las pocas pasajeras que atravesaron la puerta de Llegadas en un lapso de más de una hora. Natural del municipio de Tijarafe y estudiante de Magisterio Infantil en la Universidad de La Laguna (ULL), había viajado el fin de semana a La Palma por motivos familiares. Fue entonces cuando se conocieron las restricciones establecidas por el Gobierno español. Este lunes decidió volver a Tenerife porque tenía algunos asuntos que resolver y, sobre todo, un perro que estaba sin su dueña. ¿Cómo le fue el trayecto? Alba destacó que cada pasajero tuvo que ir en una ventanilla; en total, solo 16 personas en el avión. "En La Palma está todo mucho más tranquilo y la gente obedece más", contrastó entre la situación en la Isla Bonita y las imágenes que le habían ido llegando desde Tenerife.

El lagunero Lionel González, Daos Zouaoui y otras dos jóvenes estudiantes francesas de Erasmus relataron también alguna circunstancia fuera de lo habitual. Habían estado unos días de vacaciones en Fuerteventura e, incluso, pudieron visitar Isla de Lobos. El contratiempo principal lo sufrieron para encontrar agua en el Sur, debido al cierre de comercios. Otra vivencia que les sorprendió fue que en una gasolinera solo atendían a través de un cristal. Sea como fuere, su balance es que se respiraba tranquilidad. "Creo que estaba mejor en Fuerteventura que aquí", dijo, medio en broma medio en serio, Lionel.

Llegadas y salidas

Una escena llamativa de la mañana de ayer en el actualmente denominado Aeropuerto de Tenerife Norte-Ciudad de La Laguna eran las varias decenas de personas que permanecían sentadas en la zona de Llegadas aunque no esperaban a nadie. Era el caso de Manoli Carceller, que despejó la duda: "Estoy aquí porque no había sitio en el otro lado". Ella y sus acompañantes trataban de salir de la Isla. Su objetivo era llegar a Barcelona, aunque para ello debían hacer escala en Sevilla. Según expresó, durante dos semanas estuvieron alojados en el municipio norteño del Puerto de la Cruz y justamente ayer era el día indicado para regresar a Cataluña. Y aquí, entonces sí, aparecieron los problemas. No en vano, les llegaron a plantear la posibilidad de tener que viajar hasta Londres y hacer transbordo para, posteriormente, ir a Barcelona.

Más allá de lo anterior y lejos de lamentos, Manoli apuntó que habían aprovechado el viaje. "El Puerto de la Cruz estaba normal; lo único fue el domingo, que vimos a la Policía", señaló, antes de relatar que llegó el momento en que en el hotel en el que se hospedaban les impidieron acceder a la piscina y que a la zona de hamacas solo se podía ir bajo la responsabilidad individual. "En el bufé sí había normalidad, aunque separaron las mesas; también anoche suspendieron el espectáculo que estaba previsto", manifestó mientras esperaban con la confianza de que su vuelo finalmente no se viese afectado.

Desde AENA indicaron que en esta jornada atípica estaban previstas 947 operaciones (entre llegadas y salidas) y hasta las 18:00 horas se habían llevado a cabo 570 y se habían cancelado 259 (53 en Lanzarote, 38 en Fuerteventura, 50 en Gran Canaria, 28 en La Palma, 70 en Tenerife Norte y 20 en Tenerife Sur). "Muchos vuelos vienen vacíos para llevarse pasajeros a sus lugares de destino", añadieron. Y es que ese objetivo, y más concretamente el de volver a casa, era el que movía ayer a la mayoría de los que se subían a un avión.