La sequía que ha afectado a la Isla durante este otoño-invierno tiene una importante incidencia en la apicultura de Tenerife, un sector que lleva varios años pasando por dificultades y al que la falta de lluvias le ocasiona la pérdida de miles de colmenas. Los apicultores están siendo, al igual que muchos agricultores, unos de los principales afectados por el bajo nivel de precipitaciones que han caído en los últimos meses y que en esta actividad se traduce en una drástica reducción de la producción.

Así lo confirma el presidente de la Asociación de Apicultores de Tenerife (Apiten), Pablo José Pestano, quien lamenta que año tras año "vemos como se reduce la cabaña apícola en la Isla". Según los datos que maneja este colectivo, en poco tiempo se han tenido que enfrentar a un importante descenso del número de panales. En 2017, solo en Tenerife existían alrededor de 16.000 colmenas, mientras que este año "apenas superamos las 10.300", unas cifras que suponen que en tres años el sector ha perdido más de 5.000 unidades.

"La caída es continua, no se cuánto podremos aguantar", reconoce Pestano, que asegura que la baja rentabilidad y la reducción de la producción hace abandonar a muchos compañeros. "Solo el año pasado 80 apicultores tinerfeños dejaron la actividad", calcula el representante del sector.

La falta de lluvia, que provoca una disminución de la floración de la vegetación de la Isla, es uno de los principales problemas del sector, pero no el único. La utilización de algunos pesticidas muy agresivos también está ocasionando la muerte de muchas de sus abejas, que se encargan de recolectar el néctar que luego transforman en miel. "La producción del año pasado solo fue de diez toneladas y es una pena, porque tenemos mieles únicas debido a nuestra flora endémica", valora.

La muerte de las abejas y la pérdida de las colmenas también está agravando otro problema al que se enfrentan los apicultores, el robo de colmenas que llevan a cabo los amigos de lo ajeno en la Isla. La situación no es nueva pero Pestano asegura que "en el último año este tipo de sustracciones han aumentado al menos un 50%".

El presidente de Apiten sostiene que estos robos deben realizarlos "personas vinculadas al sector", ya que para poder sustraer una colmena es necesario tener conocimientos para saber de qué manera hay que manejarlas. "Esto es lo que más duele", lamenta Pestano.

La poca vigilancia con la que cuentan las colmenas, normalmente ubicadas en sitios apartados, favorece que se puedan realizar estos robos, que Pestano indica que no solo se producen específicamente para producir miel, sino también para ubicarlos después en zonas de cultivo, que ante el descenso en el número de abejas en la zona necesitan más para polinizar las cosechas.

El representante del colectivo mantiene que las sustracciones se están produciendo tanto en el Norte como en el Sur y que muy pocos apicultores pueden hacerles frente, ya que los dispositivos que existen para evitar este tipo de sucesos tienen un precio bastante elevado.

Los apicultores reclaman además a las administraciones públicas otro tipo de ayudas que sirvan como compensación para poder mantener la actividad.

La falta de miel 100% producida en la Isla también parece estar alentando la picaresca de algunos productores, que ven en el fraude una manera de seguir manteniendo sus ventas. "Ha bajado la cantidad de colmenas y miel pero la oferta sigue", evidencia. Por eso, reclama que se continúen realizando inspecciones para detectar sobre todo "etiquetados engañosos".

Pestano mantiene que existen incluso marcas que antes vendían en exclusiva miel producida en la Isla "que se han reconvertido" y ahora venden miel, pero elaborada en otros lugares. Un cambio que está permitido, siempre y cuando no lo hagan asegurando que el producto está elaborado en la Isla ni tampoco utilizando la distinción de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Miel de Tenerife. "Es lícito que quien vive de la miel busque maneras de seguir en el mercado, pero no con engaños", sostiene.

El presidente de Apiten sostiene que en el pasado se detectaban "muchos más fraudes que ahora", ya que asegura que existía "una sensación de impunidad". Actualmente afirma que los que se detectan "son leves", pero le preocupa que ante la continua bajada de la producción puedan volver a aumentar los casos.

"En 2018 cuando pasó de 60 toneladas a solo 18 detectamos los mayores fraudes", explica. En esa campaña, de las 19 muestras que la asociación recogió, los análisis arrojaron que una docena habían sido adulteradas con mieles o siropes procedentes de otros lugares. Incluso, detalla que dos de esos casos "acabaron en la Fiscalía ya que presuntamente habían falsificado la etiqueta de la denominación de origen".

Por eso, asegura que la asociación va a continuar haciendo un seguimiento exhaustivo de las mieles en mercadillos, ferias y otros puntos de venta. "Este tipo de comportamientos desprestigia nuestro trabajo", mantuvo.