El agricultor Manuel Reyes lleva desde 2011 encargándose de una finca de 20.000 metros cuadrados ubicada en San Juan de la Rambla, donde produce diferentes variedades de papas blancas. Este tinerfeño optó por dedicarse a la agricultura después de licenciarse en Pedagogía y comprobar que los trabajos que podía desarrollar no eran los adecuados para él. "Cuando mi padre se jubiló me dio pena no hacerme cargo de la finca a la que había estado vinculado toda la vida", afirma el también presidente de la Cooperativa de Las Medianías.

Por eso, la actividad que disfrutó desde niño se convirtió en su trabajo a tiempo completo, una dedicación que asegura le aporta una gran calidad de vida. "Vivo cerca de la finca, puedo ir a comer a casa y dormir la siesta", bromea.

Sin embargo, este sector no está exento de problemas y la falta de agua es solo una de las dificultades a las que se tiene que enfrentar. "No es solo que no llueva, sino que el agua que viene de las galerías es prácticamente salada y si las usas durante mucho tiempo destrozas el suelo", explica.

La falta de saneamiento en la mayoría de las casas de la zona hace que el agua no se pueda regenerar actualmente, por lo que bajo su punto de vista se debería apostar por la instalación de una desaladora en la comarca.

La polilla guatemalteca

Otro grave problema al que se enfrentan los productores de papas en la Isla es la presencia de una plaga, que ya llevan dos décadas combatiendo, pero que se agrava debido a la sequía: la polilla guatemalteca. "El año pasado un tercio de la producción de la cooperativa estuvo afectado, en concreto más de 200.000 kilos", detalla. Bajo su punto de vista, "no hay manera de controlarla", ya que al estar la mayoría de los terrenos en manos de pequeños agricultores "la forma de tratarlos no es uniforme". Reyes ve en la falta de relevo generacional otra dificultad para el sector. "Si no hacemos que sea rentable el campo y se dignifique la profesión nunca vamos a atraer a la gente joven", lamenta.

Este agricultor recuerda que en Tenerife "teníamos la suerte de poder sembrar en cualquier época del año", por lo que el cultivo de la papa se divide en tres temporadas. La más importante "es la de tardío que se siembra entre enero y febrero y se recoge entre mayo y junio y supone el 80% de la producción". Sin embargo, Reyes explica que debido a los mayores precios que se obtienen en otras temporadas, debido a la menor oferta, algunos productores apuestan por cultivar en estas otras épocas del año, aunque los rendimientos sean menores.

El precio que obtienen los agricultores por sus cosechas es otro de los inconvenientes para el sector. "El margen de beneficio no compensa", señala y advierte que además tienen que competir con papas importadas de fuera. "Antes había una época del año de sensibilidad, en la que los importadores no traían papas hasta que se acababan las de aquí", explica Reyes. Una situación que asegura ya no ocurre y que obliga a los agricultores "casi a regalar su producto". Todos estos inconvenientes han derivado en que la cooperativa que él dirige haya reducido su producción. "El año pasado en este barrio se cosecharon solo 600 kilos, frente los 5 millones del pasado", expone y asegura que "antes se vendía todo y hoy en día no las podemos colocar".

Reyes recuerda que antes "los beneficios eran más grandes y no había subvenciones" y ratifica que "si vendiera las papas a un precio justo no me harían falta las ayudas, pero no puedo competir con papas de Inglaterra a 40 céntimos el kilo". Este productor solo espera que con la llegada del brexit "se les pueda imponer al menos un arancel", ya que antes al estar dentro del mercado único "nos decían que era imposible".

En cuanto al progresivo abandono de las variedades de papas antiguas de la Isla por parte de los agricultores, Reyes certifica que las variedades blancas tiene un mayor rendimiento y son más demandadas. "En la cooperativa tenemos papas de color cogidas el pasado junio que todavía no hemos vendido y si nada lo remedia las vamos a tener que tirar", asegura.

Buscando alternativas

Este productor reconoce que "no todo el mundo en Tenerife puede permitirse pagar lo que cuestan", pero al no poder exportarlas debido a la plaga de polilla que existe en la Isla, Reyes explica que si no se compran en Tenerife no pueden darles salida. "Es una pena que cantidades tan pequeñas de algo tan bueno, que en otros lugares se matarían por tener, no podamos venderlas", lamenta. Una situación que ha hecho que muchos agricultores de la Isla apuesten por sembrar en sus terrenos otras variedades de papas blancas en las que encuentran más rentabilidad.