La Matanza de Acentejo presume de celebrar, en honor a San Antonio Abad, uno de los festejos ganaderos más antiguos de la Isla de Tenerife, que se ha convertido en un reducto y un respiro para un sector en crisis. Su Octava Ganadera, que ayer reunió a más de 5.000 personas y alrededor de 800 cabezas de ganado, tiene su origen en la histórica batalla entre guanches y castellanos que da nombre al municipio. Según la tradición local, Antón Vallejo, al ver peligrar su vida en aquella contienda de 1494, se encomendó a su patrono y prometió erigirle una ermita en su honor si salía con vida de aquella batalla. Sobrevivió, cumplió su palabra y mandó a construir una pequeña ermita en la zona donde se ubica la actual.

Aquella promesa a San Antonio Abad fue el origen, entre el final del siglo XV y principios del XVI, de una devoción que ahora ayuda a mantener vivo a un maltratado sector ganadero. Es una cita con la tradición más antigua, pero también una esperanza y una pequeña ayuda para los ganaderos.

Laureano Febles lleva 59 años colaborando en la organización de la feria de ganado de La Matanza y reconoce que esta tradición vivió su peor momento a mediados de los años 60, "cuando la llegada de la central lechera generó una crisis en el sector y mucha gente abandonó la ganadería". Desde hace 12 años, con el apoyo de la Asociación de Ganaderos de Tenerife (Agate), se recuperó la tradición de la peregrinación desde La Laguna hasta La Matanza. Una costumbre recuperada que ayer volvió a congregar a decenas de peregrinos, que recorrieron la distancia hasta el barrio de San Antonio acompañados por reses, cabras y mulas.

Pequeña subvención

El día grande de la Octava Ganadera sirve para generar algunos recursos atípicos para el sector. Con la financiación del Ayuntamiento de La Matanza, los participantes reciben una pequeña subvención que les ayuda a continuar con el día a día. Reciben 30 euros por cabeza de ganado vacuno, cinco euros por caballo o mula, y tres euros por cada cabra. En la situación actual, los ingresos atípicos por ferias, arrastres y romerías son fundamentales. Sin estos festejos, las yuntas ya habrían desaparecido.

Esta octava es una fiesta familiar, donde los ganaderos son indiscutibles protagonistas desde primera hora de la mañana. Mientras van llegando lo peregrinos, en La Matanza se concentran personas a caballo, cabreros con sus rebaños y fieles que quieren llevar a sus mascotas a recibir la bendición. Los organizadores calculan que ayer se reunieron unas 110 reses, unos 130 caballos y mulas, alrededor de 500 cabras y ovejas, y decenas de perros.

Desde La Laguna o Tegueste

La mayoría de las reses provienen de La Laguna, Tegueste, El Rosario y El Sauzal. Pero en la jornada de ayer, la cita matancera competía con la feria de ganado y la romería de Buenavista del Norte, y la romería de La Florida, en La Orotava. Y eso restó algo de presencia animal. Tras la misa de mediodía, los ganaderos tomaron posiciones en el entorno del templo, adaptado para acoger reses y rebaños de cabras. Consta documentalmente que el templo primitivo de San Antonio Abad estaba ya construido en junio de 1539, así como su patronato y capellanía, "que contaba con 50 fanegadas de terreno, un trozo de viña y árboles del lugar". Ahora dispone de varios bancales habilitados para amarrar a los animales.

Los puestos de venta de dulces tradicionales, los chiringuitos y los guachinches ayudan en la espera. En torno a las dos de la tarde, comienza la bendición del ganado, con el santo, las autoridades y el párroco Luis Joaquín Gómez en la puerta del templo. Los ganaderos van pasando frente a su patrón, reciben el aporte de agua bendita y recogen algunos de los 80 premios que se reparten entre los participantes.

El primer teniente de alcalde, Miguel Ángel Pérez Pío (PSOE), ejerció ayer de alcalde accidental y estuvo acompañado por el mandatario de La Victoria de Acentejo, Juan Antonio García Abreu (PSOE), y otros miembros de la corporación matancera. Pío subrayó que "pese a la lluvia", el acto se pudo celebrar sin incidentes y con una cantidad apreciable de público: "Ha restado un poco, pero no se ha deslucido".

Más allá de la fiesta y la tradición religiosa, Pío valora la importancia de la Octava Ganadera para este sector: "El Ayuntamiento de La Matanza se implica para que esto se mantenga y para que el sector siga adelante".

En la organización del festejo y todo el dispositivo de seguridad, el Ayuntamiento de La Matanza contó con el apoyo de voluntarios de Protección Civil y Cruz Roja, así como efectivos de la Policía Local, Policía Canaria y Guardia Civil.

Con ayuda de numerosas empresas locales, la Octava Ganadera premia a 40 reses, 20 caballos y mulas, 12 cabras y 8 perros. Un equipo de veterinarios valora a los ejemplares más hermosos y mejor cuidados, y los ganaderos reciben medallas y trofeos que lucen con orgullo. Un reconocimiento social al que no están acostumbrados.

Este desfile de ganaderos y ganado es un momento único, en el que este sector en crisis permanente, cobra protagonismo y recibe los aplausos del público. La lluvia cayó con cierta fuerza en el momento clave del día y restó público. En años anteriores se han reunido hasta 10.000 personas en el entorno de la ermita, pero ayer el mal tiempo redujo esa cifra prácticamente a la mitad. El consistorio habilita gradas para que se pueda apreciar mejor el paso del ganado, que se prolonga durante más de una hora.

Primero desfilan las yuntas y, posteriormente, las cabras, las mulas, los perros y los caballos. Desde hace unos años, los jinetes no pueden recibir la bendición montados, "por cuestiones de seguridad", según relata Febles. Guiando el ganado ya no sólo aparecen hombres. Muchas mujeres y niñas dejan claro desde hace años que el sector se ha abierto y que el esfuerzo que requiere la ganadería implica a toda la familia, sin distinción de edad ni sexo: hombres, mujeres, niños y niñas.

Imágenes entrañables

La bendición dejó imágenes entrañables, como la del veterano cabrero Jesús Martín, guiando a sus cabras con el apoyo de una muleta, junto a dos de sus nietos, estudiantes de primaria, quienes recogieron orgullosos las medallas del premio al mejor rebaño. En medio del desfile, una vecina lanza tres vivas que resumen a la perfección qué significa la Octava Ganadera de La Matanza de Acentejo: "¡Viva San Antonio! ¡Viva el ganado! ¡Y que vivan los dueños del ganado!".

En la ermita matancera de San Antonio Abad aún se mantiene la tradición de los exvotos de cera, unas figurillas artesanales que reproducen las formas de animales, personas, objetos o partes concretas del cuerpo humano que se usan para agradecer o hacer peticiones al santo. Antiguamente, los propios fieles elaboraban sus figuras de acuerdo con promesas o demandas concretas, pero en la actualidad pueden adquirirse en la propia ermita, donde se exponen cientos de exvotos con forma de cuerpos de hombres o mujeres, brazos, piernas, orejas, pechos, casas, coches, vacas, gatos, perros o cabras. Se colocan junto al altar, a los pies del santo, a la espera de que interceda.