"Vivimos una situación dramática, si esto sigue así en cinco años se perderá el 80% del sector". Así de tajante se expresa el ganadero Heraclio del Castillo, uno de los pocos tinerfeños que cuenta en la actualidad con una explotación de ganado bovino en la Isla. Con 200 vacas para la producción de leche y 400 terneros de cebo su finca de Fasnia es la mayor de Tenerife. Pero las cifras que maneja en la actualidad no tienen nada que ver con los 1.150 animales que tenía hace tan solo unos años. Un reflejo de lo que ha ocurrido en un sector, en el que Del Castillo asegura que muchos "han tirado la toalla", ya que "no merece la pena la inversión y el trabajo que tienes que hacer por la recompensa".

Este tinerfeño de 42 años siempre estuvo interesado en la ganadería. "Mi familia no me apoyó cuando dije que quería dedicarme a esto y cada vez estoy más convencido de que me equivoqué", lamenta. Sin embargo, resiste porque se declara "enamorado de mi trabajo", a pesar de que reconoce "que es sacrificado y prácticamente tienes que estar las 24 horas los siete días de la semana".

En el año 2000 comenzó en su finca de Las Mercedes, donde en la actualidad cuenta con 114 vacas, pero sus ansias de expansión lo llevaron a montar una nueva explotación en Fasnia.

Bajo su punto de vista, uno de los principales problemas por los que atraviesa el sector es la imposibilidad de incrementar más allá de 400 las cabezas de terneros de cebo. "Si sobrepaso esa cifra no me dan ayudas por ellos y no sale rentable", insiste.

La importación de carne desde fuera del Archipiélago también afirma que les perjudica. "Las grandes empresas traen productos de otros lugares y no nos compran a nosotros", expone.

La venta de leche tampoco es una alternativa, ya que señala que la situación se repite. "Solo podemos acceder a queserías pequeñas, porque las grandes empresas traen el producto de fuera, que además está subvencionado", critica. Del Castillo señala que frente a lo que ocurre en la Península "a nosotros nos penalizan si obtenemos más de 25 litros de leche por vaca al día" y valora que "si se obligara a los distribuidores a gastar solo un 5% de lo que producimos aquí, todo cambiaría".

Además pone el foco en las administraciones que asegura "nos exigen que tengamos todo en orden, pero después tardan años en dar cualquier autorización".

La legalización de las explotaciones también está suponiendo un serio problema para el sector. "Nadie quiere tener una granja al lado de su casa y en algunas ocasiones aunque la explotación estuviera antes que la construcción tienes muchos problemas", critica.

El forraje para la alimentación de los animales también se ha convertido en otra dificultad. "Grandes compradores lo almacenan para poder revenderlo mucho más caro cuando se agota", afirma.

"Desde luego yo no recomiendo a ningún joven que se meta en esto", indica y afirma que la situación en la Isla es diferente a la que puede producirse en otras zonas de la Península, donde los jóvenes tienen que trasladarse muchos kilómetros si quieren trabajar de otra cosa. "Aquí en poco tiempo estás en cualquier parte y puedes tener una alternativa", opina.

Sin embargo, el ganadero expone que la situación del ganado bovino, con el que él trabaja, no es igual en todo el Archipiélago, ya que resalta que por ejemplo en Gran Canaria el número de este tipo de cabezas de ganado es muy superior. De hecho, según los últimos datos disponibles del Instituto Canario de Estadística (Istac), en 2018 Tenerife contaba con 4.297 de estos animales, frente a los más de 12.000 que existían en la otra isla capitalina.

El ganadero explica que para poner en marcha cualquier explotación se necesita una gran inversión. "Hoy en día para tener 80 vacas, en una nave con sala de ordeño, además del proyecto y todas las licencias en orden necesitas al menos 600.000 euros", calcula. Una cantidad "muy elevada" que "no te prestan los bancos" y el que la tenga "le será mucho más rentable invertirlo en cualquier otro negocio que le dará más dinero y mucho menos trabajo".

Por eso, Del Castillo no es muy optimista acerca del futuro del sector, pero lanza una llamada de socorro para intentar salvar esta actividad a la que ha dedicado más de veinte años de su vida.