La celebración del Fin de Año no deja atrás ninguna de sus tradiciones, ni siquiera para quienes terminan de festejar este cambio en el calendario cuando el sol alumbra. El reloj marca las cinco de la madrugada y Juan Noreña abre la puerta de su pequeña churrería para empezar una jornada que le llevará hasta el mediodía, cuando cierra y comienza a limpiar.

A los pocos minutos y horas, por la Avenida Buenos Aires aparecen los primeros que empiezan a "recogerse" después de la fiesta. Paran para "apaciguar la resaca" con unos churros elaborados al estilo más tradicional. Cuenta Juan, "un andaluz de Sevilla", que es churrero "por tradición, porque por Andalucía los churros lo son". Llegó a Tenerife en 1991 y esta churrería la regenta desde hace tres años en esta vía tradicional de Santa Cruz.

La fiesta navideña es una de las épocas más rentables para esta actividad. "Vamos a más". Pero siendo días de mucho trabajo, "también son fechas de más tropezones, porque no podemos atender a la gente como quisiéramos". Cierto que el espacio del local es reducido, pero el producto hace que los clientes se manifiesten muy satisfechos. Es el caso de Manuel, un vecino de Los Gladiolos, que recala en este punto de la ciudad "después de una noche tranquila en la Avenida de Anaga, con un ambiente muerto. De vuelta a casa, a cumplir con la tradición de los churritos y a dormir".

Juan Noreña y familia (con él están su esposa, los dos hijos y tres empleados) no descansa en una casi minúscula cocina en la que el churrero parece controlar el calor. En torno a 125 kilos de harina utiliza en la noche de Fin de Año para elaborar 200 ruedas de churros que hay que cortar: "Mi mujer, que es la que corta, termina con las manos que ni las siente".

Noreña vive su profesión. Se muestra efusivo hasta explicando que no emplea mucho aceite (utiliza dos freidoras con capacidad para 25 litros cada una), "la traemos de la Península porque es especial para elaborar churros, de forma que el producto sale seco al no consumir mucho aceite".

Las dos chocolateras que emplea permite cubrir el consumo de unos 100 litros de chocolate un día de Año Nuevo, como ayer. "Esta noche y madrugada vienen a desayunar aquí". Pero estas cifras "son mayores en Reyes. Ese día es otra cosa". Comenta que "la primera venta que hice en Reyes el año pasado fue a un cliente que se llevó 90 euros en 12 o 13 ruedas".

Y sigue llegando clientela. Ya son casi las ocho de la mañana y se confirma la reflexión previa de Juan: "Vienen de abajo, de la fiesta, de amanecida, pero en cuatro años nunca me han armado ningún escándalo. Alguno llega pasado de rosca, que se le cae el chocolate o el que dice que tiene el dinero en el coche, ya sabes, lo típico... Pero ni se pelean, ni montan pollos ni rompen. Son gente que van a lo que van, a desayunar, tomar sus churros y chocolate y a acostarse". Quizá en ello tiene mucho que ver el hecho de que no vende alcohol, "lo único, cerveza".

Diego, otro de los clientes que a las ocho de la mañana acaba de cumplir con este ritual, es un caso distinto, porque él "ya estuve en mi casa, me cambié de ropa y volví". Lo hizo a un lugar "de buen churro" después de una noche que "estuvo muy bien, suave, con bares cerrados en algunos lugares, como la Avenida de Anaga, pero como todos los años". De hecho, la seguridad era visible, "pero no hubo broncas".

El subsector del churro se encuentra con que "en el mercado no hay churrerías en la más estricta concepción del término. Sí, hay mucho bar que tiene churro, pero como oferta de acompañamiento. Se racanea mucho en el producto que emplean, en el aceite y en el chocolate, por ejemplo. La clave para fidelizar al cliente es la calidad del producto y que la maquinaria esté en condiciones perfectas, que no te queme el aceite, que esté equilibrado".

Juan Jesús, de La Victoria, es uno de los que llegó "perjudicado", pero que se marcha "contento, aunque me quemé un poquito porque el chocolate estaba caliente"; pero Estefanía (de El Sauzal) "equilibra" porque, "después de varios años sin estar por aquí, el ambiente estuvo muy tranquilo. Sin peleas".

La espera es lo que peor lleva el cliente, "pero sabe a lo que viene". Y se muestra satisfecho porque hay quienes expresan abiertamente que "este churro está estupendo". "Es un buen churro si haces una buena masa para que te salga una buena bechamel en el churro pequeño y un buen churro crujiente en la rueda", cuenta Juan, quien asegura que, a pesar de la gran variedad de churros que elabora, "lo que más se vende es la rueda".