Antes de que el Teide y el gran circo natural de Las Cañadas fueran declarados Parque Nacional en 1954, las cumbres de Tenerife fueron el lugar elegido para plantear grandes proyectos que, en pleno siglo XXI, parecen una broma. En algún momento entre mediados del siglo XIX y del siglo XX, hubo personas en Tenerife que plantearon, absolutamente en serio, la posibilidad de construir una línea de ferrocarril, un aeropuerto internacional y hasta un casino en un paraje que en 2007 fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

El villero Tomás Méndez Pérez es uno de los grandes estudiosos de la historia de esta parte de la Isla y en su imprescindible obra Antecedentes históricos del Teide y Las Cañadas recuerda esos grandes y disparatados proyectos que, para fortuna y conservación del paraje, jamás se realizaron.

El listado de ocurrencias es largo e incluye una estación de radio, o radio faro, en el pico más alto de España. En 1925 se planteó esta infraestructura para mejorar la comunicación con los buques en los puertos y aguas cercanas a la Isla.

El clima seco de Las Cañadas animó a varios médicos a promover diferentes proyectos vinculados a la salud, como el sanatorio antituberculoso, que empezó a construirse en 1921. Allí sólo llegaron a terminarse la casa del médico, los establos y un garaje. En octubre de 1922, el médico palmero Antonio Fernández solicitó al Ayuntamiento villero una hectárea de terreno, cerca del mismo sanatorio, para edificar un policlínico privado con pabellón, jardines, paseos, un bosquecillo de cedros y una gañanía. El retraso de la obra de la vía de acceso terminó desanimando al promotor.

Pese a la dureza del clima en la cumbre tinerfeña, a mediados del siglo XIX, el catedrático de Economía Política Benigno Carballo Wangüemert propuso la colonización de las tierras de Las Cañadas, como si del lejano Oeste se tratara. Su idea pasaba por crear "colonias agrícolas que frenaran la creciente emigración, crearan puestos de trabajo y aumentaran la riqueza".

Aquella idea inspiró otras propuestas similares, ya a finales del siglo XIX, que pretendían poner Las Cañadas en producción agrícola. El diputado Luis Benítez de Lugo logró en abril de 1871 que se creara una comisión especial para estudiar la posibilidad de repartir "en porciones iguales" tres valles de la cumbre para cultivarlos.

Ricardo Ruiz y Aguilar solicitó al alcalde de La Orotava en agosto de 1899 que le arrendara el Llano de Maja para cultivar cereales. El proyecto no se concretó.

El cirujano Tomás Zerolo Fuentes retomó la idea en 1949 y realizó la petición de una parcela de diez hectáreas en Las Cañadas para efectuar ensayos de cultivos de cereales. El Pleno villero acordó en 1950, por unanimidad, cederle una parcela de dos hectáreas durante cinco años. Fracasó.

El ingeniero agrónomo de La Orotava Alfonso de Ascanio y Póggio quiso intentarlo en el Llano de Maja ya en 1958, también con cereales y plantas forrajeras de altura. No le dejaron.

Méndez detalla que el diputado a Cortes por Tenerife Félix Benítez de Lugo escribió el 2 de octubre de 1922 al alcalde de La Orotava para informarle de unas gestiones al más alto nivel que afortunadamente tampoco fructificaron: "Quiero que sea usted el primero a quien yo comunique la trascendentalísima labor que en unión de mi compañero Sr. Andrés Arroyo González de Chaves vengo realizando, cuyo éxito, que espero, será la más importante concesión que hemos alcanzado para Tenerife. Se trata de hacer de Las Cañadas el puerto aéreo mundial para las flotas de aquella clase que hagan viajes entre Europa, América y África (?). Esta obra hará de nuestra isla y, sobre todo, de Las Cañadas el puente mundial más importante del mundo para la navegación aérea".

Dirigibles alemanes

El Ayuntamiento de La Orotava recibió con entusiasmo la idea de construir un gran aeropuerto internacional en Las Cañadas y llegó a ofrecer gratis los terrenos necesarios. El aeropuerto nunca se hizo, pero Méndez recuerda que ellos "no fueron los primeros en señalar Las Cañadas como futuro aeropuerto, ya que años antes los alemanes tuvieron en mente situar allí una base para sus aeroestatos (o dirigibles), para lo cual tenían hechos los estudios previos".

En julio de 1933, el comerciante catalán Antonio Joan Oliveras solicitó al ayuntamiento la concesión plena de los terrenos del Llano de Maja, que milagrosamente sigue intacto, para "construir uno o varios edificios para destinarlos a hotel, restaurante o casino, o los tres objetos a la vez, con todas sus dependencias", como pistas deportivas y jardines. El hotel y el casino nunca se hicieron, pero el cineasta Juan Carlos Fresnadillo, en su película 'Intacto', mostró cómo quedaría un casino junto al Teide.

La Corporación villera llegó entonces a la conclusión de que el Llano de Maja "era un erial, sin vegetación forestal e inapropiado para cultivos permanentes", pero ceder el solar para un complejo hotelero "sería beneficioso por crear puestos de trabajo y facilitar el desarrollo del turismo".

El pleno acordó por unanimidad arrendárselo al empresario por 100 pesetas anuales durante 42 años. Un año después, en 1934, el ayuntamiento acordó que "las laderas y el cerro que dan frente al Llano de Maja también se pudieran fabricar". En junio de 1934, el Cabildo interviene y solicita parte de la finca para construir allí un albergue-refugio con una subvención del Patronato Nacional de Turismo y el empresario catalán le cede parte del terreno. Ninguno de los dos proyectos se hizo.

Mucho antes, aún en el siglo XV, hubo quien solicitó autorización real para buscar oro en el Teide, pero fue en los siglos XIX y XX cuando se sucedieron las solicitudes de permisos mineros para buscar, siempre sin éxito, hierro, "asfalto" o carbón.

En 1912, el ingeniero Juan José Santa Cruz presentó su proyecto de Ferrocarril Central: una línea férrea de interés turístico entre la Capital chicharrera y Las Cañadas, a través de la cordillera dorsal, para llegar al Teide "en solo tres horas". La idea fue acogida con entusiasmo por los periódicos de la época. En La Prensa, Juan Rodríguez escribió el 16 de octubre de 1912: "Un ferrocarril siguiendo esa gran cordillera, que recorra toda la Isla y prosiga a los diferentes pueblos del interior por medio de pequeños canales en comunicación con la capital, sería la obra de más utilidad que cerebro alguno pudo concebir". Eran otros tiempos.