Es de esas personas que han tenido el privilegio de cambiar el mundo al menos un poco. A sus 92 años vividos con intensidad, con una laboriosidad que aún le dura, Pedro Doblado es uno de esos valiosos activos tinerfeños. Se ha concentrado en aportar su talento a la idea de construir una economía sólida para las Islas, en gran medida a través de sus puertos. Desde ese amor declarado a su tierra, describe con precisión los defectos y las virtudes de lo que observa, y traza con el compás un círculo alrededor de las Islas, con la esperanza de que le hagan caso porque sabe de lo que habla. Doblado sigue siendo un asesor frecuente de los directores de Puertos. Ha sido secretario contador de Puertos (al servicio Puertos de Tenerife desde los años 40 y autor del Plan de Utilización de Espacios Portuarios), responsable del Área Metropolitana de Madrid, concejal y luego alcalde de Santa Cruz, director de Sodican, abogado y unas cuantas cosas más.

¿Por qué los puertos son tan importantes?

Los puertos son un poderosísimo instrumento económico. Con lo que ha cambiado el mundo, que se ha vuelto realmente imprevisible, toda visión económica tiene que ver con ellos. Los puertos, el tráfico de mercancías a través de ellos, hacen posible la relación entre personas. El transporte marítimo es el más importante de todos los tipos de transporte. El movimiento de mercaderías en el mundo se hace gracias al mar que ya casi se nos ha quedado pequeño. Antes, los cargueros hacían escalas intermedias, ahora las rutas son completas y las mercancías después se distribuyen desde grandes áreas logísticas a otros lugares. El tráfico de buques de carga -con 18 o 20 mil contenedores y más de 300 metros de eslora- se ha desarrollado a tal velocidad que hoy sale mucho más barato traer un contenedor de Hong Kong a Valencia que llevarlo después por carretera de Valencia a Madrid.

En ese contexto de grandes puertos para mercancías, ¿sirven para algo los puertos canarios? ¿De verdad que tienen futuro o serán unas infraestructuras vacías?

La gente se queja de que el Puerto de Santa Cruz está frecuentemente vacío, pero es que hay que entender que hoy en día los barcos se cargan y descargan con el cronómetro en la mano, que no tienen que estar amarrados sino transportando mercancías en el mar. Eso que pasa aquí pasa en todos lados. El tráfico marítimo ha cambiado hacia un modelo de eficiencia y rapidez. Los puertos tienen que facilitar la movilidad. Su objetivo no estar llenos de barcos parados, sino gestionar eficientemente el tráfico de personas y bienes.

¿Y Santa Cruz?

Hay quien piensa que el puerto de Santa Cruz es suficiente. En realidad todos los puertos vinculados a una ciudad están cambiando sus actividades. Se están reconvirtiendo en otra cosa. Son útiles para las mercancías con destino local, pero sólo hay que ver los frentes de ciudades como Barcelona, por ejemplo, para darse cuenta de cómo buscan otras opciones como el turismo de cruceros o las actividades culturales y de ocio. Santa Cruz no puede competir con grandes puertos industriales y no fue diseñado para eso. Los que defienden Santa Cruz en oposición a Granadilla no ven la opción del tráfico internacional de contenedores desde el Sur, que es otro modelo diferente.

Digamos, entonces, que hay al menos dos modelos de puertos: unos para el tráfico local y otros que en realidad son plataformas logísticas.

Puertos como Valencia, Algeciras o Bilbao han crecido muchísimo gracias a las plataformas logísticas, además de por su calado y la longitud de atraque. La salida y la oportunidad importante de captar mercancías ha sido Granadilla, aunque ahora lo construido es tres o cuatro veces más pequeño que el original. Granadilla se pensó para recoger el tráfico que pasaba cerca de Canarias y ser utilizado como base de intercambio de contenedores. Hemos perdido un montón de oportunidades por ese lado. Granadilla es muy necesario, porque los grandes buques contenedores requieren longitud de atraque y calado, y repito que Santa Cruz no puede, Granadilla sí. Pero lo cierto es que no acaba de salir. Mientras, otros países como Marruecos están implementando sus puertos. Llevamos con el tema desde 1970. Ya en la Ley de Puertos del 92, Granadilla aparecía recogido en ella.

Según ese razonamiento, ¿podrían ser los puertos como Granadilla una verdadera alternativa económica a otros sectores como la agricultura o el turismo?

Desde el punto de vista de la economía, Canarias tiene dos ventajas: su situación estratégica y su magnífico clima. De resto, bajo esa óptica, no tenemos mucho más. Por eso, de alguna manera, los puertos deberían ser una gran ocasión de sacar partido a esa posición en el mapa. Estamos en el centro de todas las rutas, pero no se aprovecha. La mayoría del tráfico pasa sólo a unas 200 millas de nosotros. Si tenemos en cuenta que, de los diez puertos más importantes del mundo, siete son chinos y sus barcos vienen a Europa por el Índico, cruzan al Atlántico y pasan cerca rumbo a Europa, pues el tema está claro: los puertos canarios deberían servir para clasificar y separar mercancías que van a otros lugares, no las que se quedan. Ese es el sentido de bases como Granadilla.

¿Y los temas medioambientales que han cuestionado Granadilla? Muchos dicen que los argumentos que se esgrimían en este sentido han quedado refutados.

Para mí es imposible de entender por qué se ha retrasado. Hay gente que ha intentado pararlo, ha habido mala sangre y mucho nervio, pero no existe explicación inteligente para esto. Pero se está a tiempo todavía. Está aún sin culminar, por tanto puede retomarse esa idea de convertirlo en este puerto de intercambio del que le hablo. Están todos los proyectos redactados, lo que hay es que entusiasmar a la gente y echarle valor a las cosas para ponerlo en marcha.

¿Qué le diría a esa población de la isla que se sigue oponiendo?

Para empezar yo no creo que sea la mayoría la que se opone a Granadilla, pero sí que hace falta una mayoría convencida y yo le digo una cosa: quizás el toque necesario para ese puerto es no sólo rescatarlo y culminarlo, sino el conjunto de ideas que se puede impulsar en el Sur también con el Aeropuerto. Si estudiamos a fondo las conexiones marítimas y aéreas es factible un sistema combinado de transporte y logística entre estas dos infraestructuras que están muy próximas.

¿Qué echa en falta en la cosa pública y de la sociedad de hoy en día con respecto a la de antes?

Hay indiferencia. No hay proyectos públicos, entendido proyecto en ese sentido orteguiano en el que, en definitiva, la misma nación era un proyecto. Este proyecto puede ser de una sociedad, de una isla, o del mundo. Pero un proyecto colectivo de vida en común ahora no lo hay. ¿Aparte del Club Deportivo Tenerife, hay proyecto? Pues no. En Santa Cruz, por ejemplo, un Plan General no va de un lenguaje súper técnico, es algo de contenido humano y después se le busca la explicación técnica. El entramado ciudadano, aprender a saber convivir, es lo que importa. En ese contexto, hoy en día no veo proyecto. Por cerrar con el tema portuario, un puerto como el de Santa Cruz siempre había formado parte de la trama vital de Santa Cruz. Con el tráfico de contenedores, le pusimos una valla y lo separamos de la gente. Ahora, se busca otro modelo: los cruceros, los muelles deportivos, el comercio con los turistas, eso es urbanizar el puerto, darle vida y participación ciudadana.

¿Cómo ve su propia vida?

Soy un hombre que cree haber cumplido su deber, pero me siento insatisfecho con el resultado de las tareas que emprendí. Creo que se puede hacer mucho más. Sentirse descontento con uno mismo es mejor que sentirse en la delicia del éxito. Y es que me voy de este mundo quedándome muchas cosas pendientes. Vivir es hacer, y si las personas conviven en sociedad es para hacer algo por los demás. Todo eso lo he experimentado con un sentimiento muy arraigado de patriotismo. Las tristezas y las alegrías de España son las mías.