La artesanía es uno de los elementos distintivos de cualquier cultura, un trocito del pasado, a lo mejor no muy lejano, que marcó en sus orígenes un estilo de vida por necesidad ante la falta de maquinarias o elementos industriales, hoy en día muy presentes en la sociedad. Las cosas han cambiado mucho y la manufactura está en franco retroceso, pero con mucho esfuerzo los artesanos y artesanas han logrado sobrevivir a este nuevo mundo consumista en el que prima la cantidad y el ajuste de los precios sobre la calidad y el buen gusto, siendo el Archipiélago uno de los bastiones en donde el artesano todavía tiene elementos diferenciadores.

Ahí entra en juego la celebración de encuentros como la ya tradicional Feria de Artesanía regional, que en su trigesimoquinta edición intenta mantener latente ese corazón del artesano débil pero con ganas de vivir.

Desde ayer y hasta el domingo, el Recinto Ferial se ha convertido en el punto de encuentro de los amantes de las tradiciones y de una cultura o forma de vivir que lucha por mantenerse en toda su exclusividad y plenitud con la condición de que ninguna pieza sea igual a la otra. Ese es el objetivo de todos los encuentros, pero especialmente la feria santacrucera.

Más de 150 expositores dan buena muestra de la salud y la calidad de los productos que expertos en distintas materias de todas las Islas ponen a disposición del visitante como un soplo de aire fresco aprovechando la gratuidad de la entrada. Es el entorno ideal para comprar un regalito para alguien especial, un detalle para dejar satisfechos a todos o empezar a escribir la carta a los Reyes Magos que dentro de dos meses visitarán el Archipiélago.

Ahí entran en juego la elección sobre un traje tradicional, los trabajos en piedra, de orfebrería, cestería, juguetería, cuchillería tradicional canaria, muebles, puros artesanos, confitería de la más variada, elementos de hojalata, cestos de todo tipo, instrumentos musicales, cerámica... Un largo etcétera que podrá satisfacer las necesidades de los visitantes que se acerquen al Recinto Ferial hasta el domingo.

Los precios son competitivos, "pero aún así, casi no ganamos. No se paga su valor", apuntaron los hermanos Juan Luis y José Carlos Najas, luthiers con un extraordinario género en espera de ser vendido. En esta línea, la alemana afincada en Gran Canaria, Ulrike Göse, recuerda mientras teje en un telar que "es arte lo que hacemos, ninguna pieza es igual, la laboriosidad es muy grande y no se paga como debiera", se queja.

Es la constante del artesano, un trabajo poco valorado y del que es muy difícil vivir.

Ayer, día laboral, el movimiento fue más bien poco. No obstante, los visitantes pusieron una nota muy alta a los productos puestos a la venta. Entre ellos Yaritza Tejera, grancanaria y estudiante del IES Virgen de Las Nieves, "eso tiene que ponerlo", puso en valor "la gran variedad de productos que hay", una opinión defendida por la palmera Rosanna Marichal mientras recordaba "unos maravillosos faroles".

Es una pequeña muestra de lo que el visitante se podrá encontrar en una cita ineludible, la 35ª edición de la Feria de Artesanía que se celebra en el Recinto Ferial.