Hasta que explota en los medios el caso de Las Teresitas (2001) y, sobre todo, hasta que la sentencia de 2016 que lo condena a prisión, el nombre de Ignacio González Martín (nacido en 1936) se relacionaba más bien al éxito empresarial, a una clara ubicación ideológica en torno a la Alianza Popular de Fraga y el PP de Aznar posterior y a una familia que cumplía los cánones de las visiones tradicionales y de emprendedores salidos de abajo. Ese perfil, en realidad, lo fue forjando casi desde que era un niño. De hecho, y según confesó en una entrevista con EL DÍA en abril de 2013, su primer negocio lo hizo con 7 años vendiendo agujas. "Cuando mi madre o mi abuela me daban algo de dinero, lo guardaba y compraba sacos de carbón para vender por las casas, cuando no había ni gas ni nada de eso, o agujas de coser. Ese fue mi primer negocio", confesaba.

Ese espíritu empresarial precoz e infantil en aquella España de la postguerra, en aquella isla de La Palma de los años 40 llena de necesidades, quedó influenciado para siempre, sin embargo, por la muerte de su padre, "que fue el peor momento de mi vida y que me la marcó". Aunque tenía otros cinco hermanos (él era el segundo), su padre murió hablando con él porque, entonces, "los médicos no te mandaban a un hospital, sino a casa a reposar". Desde entonces (1944), tiró de la familia junto a su hermano mayor y, aunque estudió en una academia hasta los 17 años, comenzó sus primeros trabajos para otras personas como ayudante de un maestro albañil palmero.

Con 17, decide emigrar a Venezuela y allí arrendó un bar, tuvo una pensión-hotel y fue representante de una empresa de leche en Monagas. Luego, adquirió un barco y se dedicó a llevar comida o mercancías por el río Orinoco para cambiarlas por algodón o tortugas de Galápagos u otras "piezas".

Presumía de ser ya un negociador de tesón y, de hecho, se pasaba meses con ciertas operaciones hasta que conseguía vender. En pleno intento por prosperar, entre otras cosas porque compaginaba los trabajos con los estudios de Economía en la Universidad de Punto Fijo (en el estado venezolano de Falcón), casi muere en un accidente de coche en una carretera que tenía un derrame de combustible, dando vueltas en unos 60 metros lineales y dedicando varios meses a recuperarse de las heridas.

La situación se le va complicando en Venezuela y, tras casarse en 1958 con Antonia Santiago González y cuando iba a tener su segundo hijo, decide regresar a Canarias para ya no volver más al país centroamericano. Corría el año 1962, tenía 29 primaveras y primero se asienta en La Palma porque su suegro le pide que llevara una tienda de textiles. Según alardeaba, logró modernizar la compañía, pero un buen día le dijo a su suegro que ya no seguiría y se viene a Tenerife con su familia, donde monta junto a otro socio "una empresa de recauchutados de tipo antiguo que fui ampliando". La amplió tanto que la convirtió en referente del sector (Vultesa) y en una de las compañías más potentes de las Islas, pese a que una vez se le quemó. "Pero la volvía levantar", presumía.

Eso sí, nunca escondió que su éxito se lo debió a un director de un banco "muy amigo que me dio un crédito que fue el inicio de una compra clave de unos grandes almacenes. Fue el punto de inflexión para situarme", resumía en 2013.

Aunque los 70 son años, en general, buenos, el gran auge de Vultesa lo logra en los 80 y 90. Funda también, entre otras muchas empresas, Multi Ruedas e Inversiones Gestisán y afianza su nombre como uno de los principales empresarios de Tenerife, la provincia tinerfeña y también de Canarias.

De hecho, en 1998, y tras un papel estelar en el PP tinerfeño, se convierte en presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Santa Cruz de Tenerife, institución que preside hasta septiembre de 2013 y que trata de modernizar y ampliar su ámbito de influencia socioeconómico en el Archipiélago.

En esta entidad, como en todos sus proyectos empresariales, siempre insistió en la necesidad de tener las ideas claras sobre lo que se quiere, un compromiso a fondo con el trabajo y rodearse del mejor equipo posible. Por supuesto, esto no siempre lo consiguió y su trayectoria después con lo de Las Teresitas lo demostró, aunque en ese mismo 2013, en el juicio y hasta después de la sentencia siguió sosteniendo que el caso quedaría en nada o que, "si hubo algo incorrecto", se hizo antes de su participación.

Su salto a la política lo da, en realidad, desde que llega la democracia, aunque profundiza más a mediados de los 80 y, sobre todo, desde 1990, con la presidencia insular del PP. De su etapa en política se mostraba satisfecho, pero no orgulloso del todo "porque había cosas que no se hacían como creía que debían hacerse y, por eso, lo dejé".

En realidad, fue el propio Manuel Fraga el que le llamó para las primeras elecciones (las constituyentes de 1977) para que "le ayudara a crear el partido (AP) aquí". Ignacio González padre (definición habitual desde que uno de sus cinco hijos, Ignacio González Santiago, entrase también en política) contribuyó a que aquella Alianza Popular, con sus distintas coaliciones con liberales y otras fuerzas en 1977, 1979 y 1982, se asentara. De hecho, participó en algunos comicios como candidato y contribuyó también al máximo en 1986, cuando AP atravesaba una difícil situación económica y Fraga envió cartas a numerosos empresarios de todo el país para que le ayudasen de nuevo a intentar alcanzar el poder en las elecciones de junio, aunque pasó de 106 a 105 escaños.

Su mayor implicación llega en 1990, cuando el refundado PP, con Aznar con un solo año en la presidencia tras perder las generales de octubre de 1989, le elige como presidente del partido en Tenerife. Ocupa este cargo hasta 1996 y se trata de la etapa de mayor crecimiento en afiliados y representación hasta el punto álgido del año 2000 o la recuperación del poder en 2011. Sin embargo, decide dejarlo en 1996, se centra en sus negocios y la Cámara y, al menos exteriormente, no se implica en el Centro Canario Nacionalista (CCN) de su hijo, que había acabado bastante mal con el PP nacional e hizo una campaña por todo lo alto en las regionales y locales de 2007.

Al final, lo de Las Teresitas sí acabó en mucho e Ignacio González padre ingresó en prisión y falleciendo ayer en ella. Detrás dejó una intensa vida empresarial, política y familiar que empezó con 7 años vendiendo agujas y carbón a domicilio, pero que siempre estuvo marcada desde los 8 por la muerte de su padre mientras hablaba con él.