Como ocurre con la recién nombrada España vaciada, en la que el número de vecinos desciende debido a la concentración de la población en grandes ciudades, en Tenerife también existen localidades que poco a poco se han ido despoblando debido a los cambios derivados de las formas de vida, el tejido económico y el desarrollo de los medios de transporte. Una dinámica que no se detiene ya que en tan solo dos años, la Isla ha sumado más de 10 núcleos en los que residen menos de 20 vecinos.

Así lo indican los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que basándose en las cifras del padrón, determina que en total existen en Tenerife unos 80 núcleos de población con menos de una veintena de habitantes. Por lo general estos enclaves suelen ser caseríos, fincas despobladas o viviendas costeras, que acaban siendo abandonadas por quienes residían allí.

Según los datos del INE en Tenerife hay un total de 20 núcleos de viviendas en los que no hay ya ningún vecino. Estos pueblos se encuentran repartidos por toda la geografía tinerfeña pero hay tres municipios en los que su presencia es mayoritaria: Santa Cruz, donde los vecinos han desaparecido por ejemplo de Roque Bermejo, Valle Vegas y otras viviendas dispersas en el término municipal sobre todo en el área de Anaga; La Orotava donde además de en Portillo de la Villa también ha sido abandonado otro núcleo; y Güímar que se ha quedado sin residentes en Aguerche, Izaña y otras viviendas dispersas. También se han desaparecido los vecinos de Los Morritos y Los Toscales, en Arona; Lomo del Balo y Abama en Guía de Isora y Llanito Perera y Penichet en Icod de los Vinos. En todas estas poblaciones no existe ninguna persona empadronada en sus viviendas, aunque puede que algunas de estas casas cobren vida durante los fines de semana o en periodos vacacionales.

A los pequeños pueblos que se han quedado sin ningún vecino en sus casas, hay que sumar aquellos que apenas cuentan con residentes. Este el caso de Los Laureles, en Tegueste con solo tres vecinos; Valle Luis, el Bailadero o Tachero en Santa Cruz con menos de 10 residentes; Mirabal Alto en Icod de los Vinos; Lomo del Balo en La Guancha o el Hediondo en Arico.

Las razones por las que se produce la despoblación de estas zonas de la Isla son varias y no son endémicas del Archipiélago. En primer lugar, se encuentra la emigración que se produce desde estas pequeñas poblaciones hacia las grandes ciudades. La previsión es que dos tercios de la población mundial viva en ciudades en 2050. Una situación que no es diferente en la Isla, donde los problemas de movilidad y las mayores oportunidades de trabajo han hecho que buena parte de la población se concentre en el área Metropolitana y en los últimos años también en municipios del Sur donde se ha experimentado un crecimiento debido al alza del turismo.

El aislamiento que sufren muchos de estos caseríos, que han sido abandonados o que cuentan ya con muy pocos vecinos, es otro de los motivos de su despoblación. El cambio en el modelo productivo, que ha pasado de estar basado en el sector primario y la agricultura de subsistencia a volcarse por completo en el turismo y los servicios, han hecho que muchos de sus vecinos solo puedan disfrutar de estas viviendas los fines de semana y que con el paso de los años se acaben abandonando.

La falta de servicios que sufren este tipo de núcleos dispersos también ha ocasionado que las nuevas generaciones acaben renunciando a ellos. La lejanía de farmacias, supermercados o cajeros automáticos se convierte en una dificultad que se hace todavía más complicada si no se cuenta con un vehículo propio, ya que en muchas ocasiones el transporte público no llega hasta estas zonas.

Sin embargo, son precisamente estos núcleos de población dispersos uno de los rasgos que han convertido al territorio del Archipiélago en algo singular. Las casas salpicando el terreno forman parte del paisaje de la Isla, aunque muchas corren el riesgo de convertirse en esqueletos de edificaciones abandonadas.