Como cada último sábado de agosto, Arafo vivió ayer intensamente la romería de San Agustín. El calor, sofocante -"pero una pizca menos que estos días atrás", diría Mateo-, no deslució esta manifestación folclórica que partió de la capilla y plazoleta de la Cruz hasta llegar a la iglesia de San Juan Degollado. Agua, mucha agua consumieron quienes miraban o se mezclaban fugazmente en el asfalto; vino, mucho vino corrió por las gargantas de los romeros. "Hay que refrescarse, yo lo hago con esta bota y la señora con la botella (pero de plástico reciclable)", comentaron Miguel Ángel y Josefina.

En sábado, con 30 minutos de retraso y a media tarde de un día caluroso y sofocante (causante de la demora), comenzaron a trotar los caballos y empezó la danza de los bailarines de Sabinosa. Así empezó y nada impidió el desfile de 25 carretas, 40 carros, 25 parrandas y más de 60 grupos por un pueblo ayer escrupulosamente engalanado por sus vecinos. Cada casa, cada balcón y hasta muchas ventanas lucían los mejores abalorios. Se cumplió lo previsto y unas 10.000 personas estuvieron allí.

Tal vez, entre buche y buche de agua y trago y trago de vino -el Ayuntamiento entregó agua a las carretas y distribuyó entre los asistentes a la misa-, alguno de los romeros recordó que la fiesta y el desfile romero tiene su origen y motivo en lo que los araferos consideran un milagro ocurrido en 1751, cuando un temporal desenterró el naciente de Añavingo, taponado cinco o seis años antes por un derrumbamiento. Cuentan que el esfuerzo humano no logró el desescombro, que ocurrió después de que el 21 de septiembre de 1751 los araferos depositaran la imagen de San Agustín junto a las rocas. Esa noche un temporal de agua hizo lo que no pudo el hombre. El 9 de octubre de 1751, los vecinos volvieron a Añavingo por la imagen de San Agustín. Hoy ese peregrinar es tenido por la primera romería en su honor.

Juan Ramón Martín, el primer alcalde arafero de Arafo en 70 años, vivió su primera romería como regidor cumpliendo con el protocolo, pero mezclado entre su gente, "un pueblo generoso, hospitalario y amable", las mismas palabras que escribió para el saluda del programa de estas fiestas que hoy llegan a su fin.