Bañador, sombrero, bolso y una revista. Esto es todo lo que necesitan algunos de los bañistas que ayer se acercaron a disfrutar de un día de sol en la playa de Martiánez de Puerto de la Cruz. A pesar de la bandera roja que ondeaba en el mástil, los más atrevidos se arriesgaban a bañarse en un mar revuelto que golpeaba con sus olas la orilla de esta concurrida zona de baño de la ciudad turística.

Adela Martínez y Loli García eran dos de las usuarias que ayer se tostaban al sol, ya que el pasado domingo la panza de burro impidió a estas dos amigas llevar a cabo una de sus aficiones preferidas, pasar la mañana frente al mar. Sin embargo, no pudieron nadar como también les gusta hacer cuando pueden escaparse a la playa. "Con estas corrientes no se puede bañar una", lamentó García, ya que temía que la fuerza del mar acabara arrastrándola. "Pero estamos aquí tan ricamente, mirando al mar y viendo cómo alguno sí que se atreve a meterse en el agua", aclara Martínez.

Conocedoras de los peligros del sol, en sus bolsos nunca puede faltar el protector solar, que cada cierto tiempo untan "sobre todo en la cara y los hombros que es donde primero te quemas".

Tal y como estaba el agua, muchos parecieron desistir de darse un baño como estas experimentadas usuarias, pero otros pusieron al mal tiempo buena cara y se adentraron en el mar ataviados con neopreno y tabla de surf. A los más expertos que disfrutaban en el mar de las olas, le seguían los más pequeños que haciendo caso de las instrucciones de su monitor trataban de emular lo que hacían los mayores. Primero, en la arena, aprendiendo la colocación y las principales medidas de seguridad. Y después se trasladaban al mar para tratar de repetirlo ahora en el agua. Una ardua tarea en la que no podrán tener éxito si no persisten en su empeño.

Ya cerca del mediodía, llegaba el turno de reponer fuerzas y calmar el calor tomando algo fresquito. Cervezas, agua, sandia o melón se convirtieron en los reyes de las neveras de los bañistas.

Otros, sin embargo, se la dejaron atrás, pero no se vieron obligados a desistir en su empeño de refrescarse y desafiar al calor. La terraza La Coronela fue el oasis para muchos de ellos, que sentados en sus mesas se dispusieron a calmar la sed. La responsable de este establecimiento, Noemí Delgado, afirma que este verano está siendo bastante desigual en cuanto al nivel de clientela. "Unas semanas tienes un montón de clientes y otras muy pocos", lamenta. La panza de burro que reinó en el cielo portuense durante todo el mes de julio no animaba a los bañistas a disfrutar de esta zona del Puerto. "Este mes parece que el tiempo ha mejorado, ojalá continúe así", indica.

Entre sus clientes "bastantes extranjeros, pero también peninsulares" y recalca que "los primeros son los que más consumen", mientras que los segundos "suelen venir solo a tomarse algo".

Por lo que la de Martiánez es una zona de baño que atrae por igual a residentes y visitantes y que durante todo el año, y especialmente en verano, se convierte en uno de los centros neurálgicos de la vida portuense.