Ayer se celebró el día grande de las Fiestas de Julio, la jornada más esperada en el calendario de los portuenses. El día de la embarcación, con la Virgen del Carmen como indiscutible protagonista y con San Telmo siempre en su imprescindible papel secundario. La fiesta, que se vive en el muelle de muchas maneras diferentes, es pura esencia del Puerto de la Cruz. El día que mejor define cómo son, cómo disfrutan y cómo veneran los portuenses.

Podría decirse que no hay una sola embarcación, sino tantas como personas se acercan a celebrar el gran día en el muelle. Desde las cinco y media de la mañana, familias como los de Ara, con un pasado pescador de tres generaciones, buscaron un rincón libre detrás de la Casa de la Aduana. Allí montaron, aún de madrugada, carpas, sillas y mesas para pasar un día con la familia y los amigos. No faltó ni el fuego para preparar una paella.

Muchas otras familias compartieron plan con los de Ara. En los rincones del muelle, los portuenses prepararon barbacoas y planchas para hacer pinchitos de carne, salchichas, chuletas o incluso lapas con mojo verde.

Salvador Manito acompañaba a Los Culata del Puerto, a Juan El Diana y a Los Hermógenes. Denominaciones propias de un pueblo donde los nombretes son parte de currículum vital y familiar, seña de identidad compartida. Ellos también tenían su rincón lúdico y gastronómico. Las señoras sentadas en primera fila, horas antes de que la Virgen del Carmen se hiciera a la mar, y las niñas y los niños, jugando entre las toallas y el agua del muelle.

Manito, a sus 59 años, ni siquiera recuerda la primera vez que disfrutó del día de la embarcación. No lo recuerda porque ha estado ahí "desde siempre, desde chiquito". Es pescador, artesano y cargador. Tras la comida y el disfrute en el muelle, le tocó volver a casa a vestirse para poder cargar a la patrona de los marineros.

Esta es la embarcación puramente familiar. Una cita para reencontrarse con los seres queridos, compartida por mayores en silla de ruedas y bebés en carritos; por adultos tatuados y adolescentes imberbes; por señoras con sombrero y chicas en tanga.

Esa fiesta más familiar arranca muy temprano, incluso antes de la diana floreada de las siete de la mañana. Desde la noche anterior, la playa del muelle se llena de toallas para reservar los mejores sitios. Una vieja costumbre que muchos critican, pero que sirve para comprender, aún mejor, que para los portuenses el muelle y su playita son como parte de su casa.

La familia Rodríguez, que siempre espera a que la Virgen se embarque para regresar a casa, celebraba que el día estuviera nublado. La panza de burro apenas dejó lucir el sol, pero hubo quien lo agradeció de veras.

La coincidencia de la embarcación portuense con el día de la onomástica de la Virgen del Carmen restó algo de público. Fue comentario habitual que ayer no se concentró tanta gente en el muelle como en años anteriores. Las fiestas en otras muchas localidades vecinas, como por ejemplo Los Realejos, restaron asistencia al Puerto de la Cruz, que al menos pudo disfrutar de su gran día con un poco más de espacio y menos aglomeraciones.

Para Juana, de los Rodríguez, más importante que el sol y el espacio es que la fiesta haya recuperado el buen ambiente y la tranquilidad". A su juicio, "la fiesta se ha civilizado mucho y hemos ganado en respeto y tranquilidad", confiesa esta portuense enamorada de su Virgen del Carmen.

Las familias disfrutan del muelle en una jornada con sabor a día de playa. Con la música de fondo, el concurso de pesca infantil o la gran cucaña. Uno de los momentos más esperados por los jóvenes, que suelen vivir la embarcación de una forma más lúdica y festiva.

Porque existe otra embarcación preferida por los jóvenes, y no tan jóvenes, que se desarrolla también durante buena parte del día y la noche en bares y cantinas de los alrededores del muelle. La música y el baile amenizan una celebración alternativa, que con el paso de los años y los cambios introducidos por el ayuntamiento ha aprendido a convivir con la embarcación más auténtica y familiar. Coexisten ambas en aparente armonía, dejando atrás los malos recuerdos de desfases e incidentes que a punto estuvieron de acabar con la fiesta para todos.

En el mar, más de una veintena de embarcaciones de todos los tamaños ofrecían otra alternativa para disfrutar del día casi sin pisar tierra. Algunas lanchas sirven como puestos de observación de los festejos, pero hay embarcaciones mayores, llegadas incluso desde Tacoronte, donde los amigos disfrutan en cubierta. En esos barcos suena la música, tan actual como el "Piñas como trancas", de David "El agricultor". Allí beben, comen y disfrutan de la celebración hasta que la virgen se hace a la mar y toca acompañarla entre las olas.

Cuando comenzaba la misa en la Parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, en torno a las 17:30 horas, la música aún resonaba en el muelle. Es un momento en el que conviven otras dos embarcaciones: la más lúdica, con colchonetas, flamencos rosas y saltos en el muelle, con la más religiosa, la que abarrota la iglesia y eleva su temperatura hasta hacer batir los abanicos.

En la parroquia se viven momentos de gran emoción. Reservados sólo para los que se alejan momentáneamente del muelle para disfrutar del recogimiento de la iglesia. Tras una eucaristía con el obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, que duró más de una hora y cuarto, resonaron los versos en honor a la Virgen del Carmen, y los primeros vivas llenos de emoción.

Cuando los cargadores entraron en el templo entonando su salve a la Reina de los Mares, con algunos de sus compañeros arrodillados, las emociones se dispararon y comenzó uno de los momentos más especiales del día: la salida de la imagen del templo.

El primer turno de los cargadores, el encargado de llevar a la virgen hasta el Nuevo San Ramón, levanta la imagen ante el aplauso de los fieles y comienzan los cánticos, que se repetirán decenas de veces durante el recorrido, así como los vivas a la Virgen del Carmen y San Telmo, atronadores en el interior de la parroquia.

Hasta las siete de la tarde, los cargadores no sacaron a su madre a pasear. Un recorrido corto hasta el muelle, pero que ayer duró casi dos horas. Desde los balcones caían pétalos de flores y la gente se acercaba para tocar el manto de la Reina de los Mares o acercar a niños pequeños para pedir la bendición de la patrona de los marineros.

Todas las embarcaciones posibles confluyen en el muelle cuando se encuentran allí San Telmo y la Virgen del Carmen, y resuenan las canciones de siempre, que nunca dejan de emocionar, como el Ave María, que ya es de Chago Melián.

La playa atestada de gente abre un pasillo por el que desciende San Telmo y se embarca en un ensayo del momento cumbre. En medio de un caos en el que decenas de personas dan órdenes contradictorias, la Virgen del Carmen entra en el mar, con los cargadores con el agua casi al cuello, y un año más, de forma casi milagrosa, la imagen se encarama a la cubierta del Nuevo San Ramón, la gente salpica emocionada y resuena el "¡No pasa nada, la virgen está embarcada!".

Ese momento cumbre llegó ayer casi a las nueve de la noche, pero la celebración continuó varias horas más. Las que duró el paseo marítimo, el retorno al muelle, el recorrido por La Ranilla, los fuegos en honor a la Virgen del Carmen y el regreso de la imagen a su parroquia.

"Ninguna incidencia digna de destacar"

El Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, a través de su grupo de gobierno (PSOE-ACP), informó ayer que "el día transcurrió sin ninguna incidencia digna de destacar en un ambiente de civismo y convivencia que forma parte ya del día que más quieren los y las portuenses, además de visitantes y turistas atraídos por la pasión que se comparte en sus calles, allí donde el corazón del Puerto de la Cruz palpita con más fuerza". Durante la jornada, Policía Local y Nacional, además de voluntarios de Protección Civil desplegaron un importante dispositivo de seguridad que contribuyó a que la fiesta, que congregó a miles de personas, se desarrollara correctamente y sin graves alteraciones del orden.