Un viaje al pasado con las prisas del presente. La recreación de escenas tradicionales en Chirche se hace muy corta para quienes buscan saborear con tiempo las imágenes del ayer. Una madre hace muñecas para sus hijas alumbrada por dos velas. Y, en el mismo patio, una puerta da a una cocina, en la que una joven tuesta café en un fogal situado en una esquina, para que después otra vecina lo pase por el molinillo de mano.

Esos fueron dos de los instantes mágicos que ayer se escenificaron por las calles, los patios y las casas de ese pueblo. Si ya recorrer dicho rincón de Guía de Isora es una delicia para quien aprecie la arquitectura tradicional campesina, con la ambientación generada por decenas de actores aficionados y el exquisito cuidado de los detalles, el encanto aumenta generosamente. Hubo boda. Los novios, padrinos, familiares y otros invitados llenaron de alegría el ambiente. Una parranda animó el recorrido y el "convite", con canciones de ayer y de hoy. La pareja de guardias civiles con tricornio vigiló para que todo fuera por el cauce de la corrección. Con su acento recién adquirido, su coche y su maleta, un matrimonio de "indianos" llegó para pasear por los empredrados el esplendor del bienestar alcanzado al otro lado del Atlántico. Dos niños escriben en un pizarrín y se esfuerzan por leer libros en los pupitres colocados en una habitación de una casa, mientras una foto del dictador José Antonio Primo de Rivera cuelga de la pared. En un camión, dos mujeres y un hombre acaban de llegar de los tomates. Y Jovita, vecina de Acojeja, con su particular alegría, lo mismo sirve café que borda junto a una ventana. Chirche volvió a ser un reflejo de tiempos de miseria y dificultades, pero también de la firme voluntad e ilusión de varias generaciones por alcanzar un mundo mejor. Ayer, cientos de personas pasearon, comieron, bebieron y captaron imágenes con sus móviles de un particular viaje en el tiempo.