Algo más de doscientas personas, entre grandes y pequeños, se asomaron al mediodía de ayer a la plaza de Tenerife Espacio de las Artes (TEA), llamados por la convocatoria de Aperitivo Lírico, que así se llama un proyecto puesto en marcha por Ópera de Tenerife, cuyo objetivo no es otro que presentar en público la nueva temporada de bel canto y que ayer vivió su último acto, después de haber viajado por distintos puntos de la geografía isleña.

El intendente de Ópera de Tenerife, Alejandro Abrante, aún bajo los efectos del jet lag tras un fugaz viaje desde Argentina, explicaba que los aperitivos líricos representan, básicamente, "compartir emociones" a partir de un formato directo en el que se interactúa con el público.

Así, antes de cada pieza y de una manera muy didáctica se explica de una manera sucinta qué es lo que se va a oír, también lo que esconde cada uno de los títulos, haciendo una referencia biográfica sobre el autor y contextualizando las obras en cada momento histórico.

Tras esta introducción y de la manera más pura, voces y piano, el elenco formado por el tenor David Astorga; el barítono Borja Molina; la soprano María José Torres y la mezzosoprano Sandra Fernández, acompañados por el maestro Borja Mariño, fueron desgranando arias y duetos de las distintas óperas que integrarán el cartel de la temporada 2019/2020, que dará comienzo el próximo mes de octubre, entre el regocijo de un público que, como si de un gran teatro se tratara, aplaudía a rabiar o vitoreaba a los cantantes con sonoros bravos.

Uno de los momentos cumbre llegó con la interpretación de La donna é mobile, de la obra Rigoletto, de Giuseppe Verdi, pieza que en su día se prohibió silbar, tal era su grado de popularidad, y que atrapó desde el primer compás al público del TEA, que la tarareaba, como también lo hizo el aria Una furtiva lagrima, de la opera L'elisir d'amore, de Gaetano Donizetti, que hizo los efectos de una nana para los bebés, o Caro nome, en la voz de María José Torres.

Y entre aplausos se fueron sucediendo las charlas introductorias de Alejandro Abrante con los compases de Vieni, la mia vendeta o Il segretto per esser felici, de la obra Lucrezia Borgia, de Donizetti; el Lascia chi'o pianga, de la ópera Rinaldo, de George Friedrich Handel; el celebrado dueto Parigi, o cara, de La traviata de Verdi, y como punto final, el género chico, con la interpretación del No puede ser, pasaje de la zarzuela La tabernera del puerto, obra del maestro Pablo Sorozábal.

Fue un guiño a la zarzuela El Gato Montés, que se representará el próximo 29 de junio en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife, la última pieza de la temporada.

Al término de la audición, y a manera de colofón, los asistentes brindan con vino y una selección de quesos, un placer, sin duda, pero también una sabrosa excusa para que los cantantes puedan conversar con el público de una manera distendida, cercana, y, en cierta manera, humanizar un arte que para muchas personas continúa siendo elitista y distante.