Entre las escarpadas montañas del Parque Rural de Anaga tienen el valor de hacer crecer sus cultivos decenas de vecinos que han sabido combatir los desniveles y contribuir al crecimiento de las frutas y verduras más sabrosas. La agricultura heroica llega a su máxima expresión en el caserío lagunero de El Batán, donde las difíciles condiciones del terreno solo hacen posible los cultivos de los más perseverantes debido a las difíciles condiciones del terreno.

El matrimonio conformado por Magdalena Martín y Emiliano Ramos siente un amor incondicional por las cosas que crecen, y eso les ha llevado a cosechar los más variados cultivos desde hace años en las laderas más complicadas del macizo que ha sido declarado Reserva de la Biosfera. Kiwis, manzaneros, perales, naranjos y mandarinas, higueras, guayaberos, café, melocotoneros, morales, mangas, aguacateros, ciruelos, albaricoques, plataneras, olivos o limoneros son solo algunas de las plantas que crecen en las parcelas de esta pareja en El Batán, donde han construido un hogar rodeado de cultivos que les devuelven tanta paz como la que ellos ofrecen.

"Vivir aquí es tener calidad de vida pero llega cierta edad en la que se hace difícil seguir haciendo ciertas tareas en esta tierra", afirma Magdalena Martín, quien reconoce que ya no se encuentra tan bien como cuando trabajaba el campo hace unos años, pero no desiste y, aunque menos horas, cada día baja hasta sus huertos para comprobar que todo va bien entre sus semillas. Junto a ella, infatigable, su marido Emiliano Ramos prueba a cultivar cada una de las semillas que caen en sus manos. A sus 64 años, está prejubilado y recuerda que antes tenía que levantarse a las cuatro de la mañana para ir a trabajar por lo que las exigencias del campo no son nada para él. No obstante, el la labor con sus cultivos no termina cuando recogen la cosecha.

Productos como el café o el azafrán tienen un largo proceso tras la recolección. Es Martín la que se encarga de ese trabajo en la azotea de la casa que el matrimonio se ha ido construyendo con sus propias manos en El Batán. Una mesa repleta de cubos con semillas da fe de las largas horas de trabajo que traen aparejadas ciertos productos antes de que sean aptos para el consumo. Y es que si el campo tiene un sinónimo es el de "paciencia".

Este matrimonio de El Batán se caracteriza por su capacidad de saber esperar. Tal y como relata Ramos, él tira una semilla a las huertas desde su azotea, pasado el tiempo, y cuando germina, decide si quiere seguir cultivándola para lo que la traslada a una pequeña maceta hecha con garrafas de plástico y tras algunas semanas de crecimiento, la trasplanta a la zona de la huerta que él elige para que crezca definitivamente. Y a esperar... No es fácil ver los resultados de este trabajo, en el que tienen que pasar meses de cuidados, subidas y bajadas de riscos y muchas horas agachados sobre la tierra para lograr un producto de calidad.

La agricultura siempre ha sido una actividad complementaria para este matrimonio que ha vivido siempre en El Batán. Sin embargo, la jubilación les ha permitido ahora poder elegir las horas que le dedican al campo, puesto que se ha convertido en una afición para ellos. "Todas las tardes pasamos unas horas con los cultivos, y también trabajamos algún fin de semana en la época de cosecha de la papa", relata Ramos, quien recuerda que cuando lo compaginaba con el trabajo era mucho más duro.

Emiliano Ramos no ve más que ventajas en el trabajo en el campo puesto que, bromea, "ahora que estoy prejubilado es la actividad física perfecta, y así no tengo que ir al gimnasio". Y es que la agricultura no es sencilla en esta zona de La Laguna, en la que los desniveles de la tierra provocan que sea necesaria la construcción de bancales de piedra. Esta forma de trabajo permite, además, que los agricultores aprovechen al máximo el espacio e inventen miles de fórmulas diferentes para emplear de manera útil los recursos naturales que hay a su alrededor.

En esta línea, el paseante puede descubrir decenas de barriles de plástico en las tierras de cultivo de este matrimonio, que no duda en utilizar su ingenio para ahorrar algo de dinero. Y es que Ramos ha desarrollado un sistema de desagüe que le permite aprovechar el agua de la lluvia y ahorrar en el riego. Así, no solo economizan en la factura, sino que además eliminan el cloro que existe en el suministro de agua y que es malo para los cultivos.

Es precisamente por este uso del agua de la lluvia que el matrimonio no puede llevar a cabo grandes cosechas, puesto que sus recursos son limitados. Y siguiendo con la tendencia del aprovechamiento de recursos, el matrimonio lagunero también elabora su propio compost con los restos de las frutas y hortalizas que no pueden aprovechar para el consumo propio.

Emiliano Ramos recuerda que su padre ya cultivaba parras y papas en estas tierras de El Batán, pero él ha ido introduciendo numerosos frutales con el paso de los años. Explica que, aunque en un principio iba a continuar con la misma tradición de cultivo de papas que su progenitor, decidió empezar a plantar frutales para no dejar la tierra vacía y facilitar así su mantenimiento. Así, Martín y Ramos cuentan en la actualidad con hasta 32 parcelas diferentes, donde cosechan prácticamente cualquier semilla que cae en sus manos. Con la buena suerte, además, de que casi todos los vegetales se dan bien en esta fértil tierra lagunera. Así, en las fincas de este matrimonio se cultivan tanto encinas como espárragos trigueros. "Nos gusta ir probando", afirman los agricultores mientras pasean entre decenas de botellas de plástico transformadas en macetas donde van probando qué vegetales se dan bien en esta zona de El Batán.

La papa melonera es uno de los productos estrella de las tierras de este matrimonio y, además, está muy cotizada porque se trata de un producto de gran calidad y muy especial para los vecinos de esta zona de La Laguna. Así, el matrimonio prepara dos cosechas a lo largo del año. La de invierno se planta en octubre y la de verano entre febrero y marzo.

A pesar de las numerosas personas y la variedad de vegetales, Martín y Ramos cultivan para su autoconsumo, pero si obtienen excedentes de papas no dudan en venderlos. Y es que, afirma la pareja, en la última cosecha les sobraron hasta 80 kilos de estos tubérculos. Demasiados para repartir entre la familia y los amigos. Es precisamente esa familia y amigos los que además se encargan de ayudarlos cuando las cosechas son demasiado grandes y el trabajo se acumula.

Además de la buena mano de esta pareja para la agricultura, Ramos destaca las características de este terreno de medianías, que se sitúa a unos 530 metros de altura sobre el nivel del mar. "El alisio hace que esta zona sea muy productiva", sentencia el vecino lagunero, quien añade que, así, sus cultivos necesitan poco riego.

Esta pareja de agricultores se enfrenta en la actualidad no solo al agotamiento físico que trae aparejado el ir cumpliendo años, sino al propio abandono de la tierra. Y es que, explica Emiliano Ramos, "muchos vecinos se han trasladado a vivir a la ciudad y solo vuelven los fines de semana por lo que los cultivos se han ido perdiendo. "Ahora solo existe una décima parte de la cantidad de cultivos que había hace unas décadas en El Batán", lamentan estos dos trabajadores del campo.

Sin embargo, son muchas las personas que mantienen las ganas de que se continúe cultivando en El Batán, por ello hay vecinos que proponen la reconstrucción de los bancales que se han destruido por el paso de los años y el abandono. Y todo ello porque, como afirma Emiliano Ramos, "levantar un bancal supone casi tanto sacrificio como mantener luego la huerta".

Pero no solo es necesario mantener en buen estado la zona de cultivo para que este sector tenga futuro en La Laguna, sino también garantizar los accesos adecuados al caserío. En este sentido, Ramos explica que existen dos proyectos para adecuar las pistas de El Batán de Arriba y El Batán de Abajo. "Ahora solo contamos con un montacargas que nos permite subir los cultivos desde el fondo del barranco, pero tenemos que bajar a pie y se nos hace duro", relata el agricultor, quien también destaca la necesidad de "mantener en buen estado el cauce del barranco, que ya necesita una intervención más grande que las que se han hecho hasta ahora".

Magdalena Martín y Emiliano Ramos son dos héroes de la agricultura en El Batán. Su tesón y amor por el campo han conducido a que no les flaqueen las fuerzas con el paso de los años y el abandono de las tierras por parte de sus vecinos. Pasear entre su siembra devuelve la paz y las ganas de ver crecer esas semillas, que este matrimonio lagunero cuida como si fueran sus hijos.