El día de Cruces y Fuegos nunca defrauda en Los Realejos. La jornada festiva refleja, desde las primeras hasta las últimas horas del día, el trabajo de casi todo un pueblo durante el año precedente. La cuenta atrás que ya ha empezado a funcionar en la Oficina Municipal de Turismo no es sólo un recurso promocional, es fiel reflejo de un municipio que piensa de 3 en 3 de mayo. Más de 300 cruces engalanadas con esmero; auténticas obras de arte florales en capillas como las de las calles El Sol y El Medio; la fe religiosa; los reencuentros, y un cierre de fuego, un pique pirotécnico que se financia, volador a volador, con aportaciones de la gente. Ni un euro de dinero público se quemó anoche en el cielo realejero.

Pocas fiestas locales cuentan en Canarias con una participación tan extensa. La labor de las comisiones de fiestas de las calles de El Sol, El Medio y La Cruz Santa es clave, pero en cada rincón de Los Realejos, allí donde aparece una cruz engalanada, hay fe y respeto a una tradición que ha sido declarada fiesta de interés turístico regional y nacional, y que en 2020 aspirará a obtener también un reconocimiento internacional que ya le da el seguimiento por parte de medios de otros países.

No es el día de Cruces y Fuegos una fiesta en la que el ayuntamiento juegue un papel imprescindible, como ocurre en otras celebraciones que se organizan desde las instituciones públicas. Aquí el consistorio sólo colabora, apoya, cuida y facilita el desarrollo de una tradición que manejan directamente los realejeros.

El ayuntamiento apoya a las comisiones en asuntos como los necesarios planes de seguridad; la limpieza de las calles; la organización de puestos; la presencia de policías, bomberos y protección civil; la edición de los programas y carteles, o los escenarios.

Los realejeros son los encargados de pagar cada flor y cada fuego artificial de la fiesta de Cruces y Fuegos. Esa inversión, que las comisiones guardan casi como la fórmula de la Coca Cola, se logra con el esfuerzo de 12 meses de un trabajo que hoy comienza, ya pensando en 2020. Restan doce meses de rifas, loterías, comidas, ventorrillos, excursiones y, por supuesto, la llamada "perra de la cruz". Esa cuestación, casa por casa, que permite reunir la mayor parte del presupuesto festivo.

Y para que todo ayer luciera el mejor aspecto, los vecinos empezaron a trabajar hace días para tener las flores y todos los elementos necesarios para que cada cruz brillara con la imagen soñada.

Las calles realejeras se llenaron de vecinos y visitantes, muchos de ellos turistas llegados en más de una veintena de guaguas, que recorrieron las principales calles del casco y del barrio de La Cruz Santa, donde pudieron verse este año 93 cruces.

Casi a la una de la tarde, la primera procesión de la cruz congregó a miles de personas en el entorno de la plaza Viera y Clavijo y la parroquia del Apóstol Santiago. Poco antes de las tres de la tarde resonó la gran traca, el aperitivo de la sinfonía de fuego que llegaría pasadas las 22:20 horas.

Fuentes municipales cifran en más de 15.000 personas la afluencia de público durante la jornada, que vivió su apoteosis con la procesión nocturna. La cruz recorrió el casco y recibió las ofrendas de fuego de los vecinos de las calles de El Sol y de El Medio. Protagonistas de otro momento cumbre, realzado con la raya de la calle La Pila, que se produjo cuando los eternos rivales se pasaron la cruz pensando ya en el año que viene.

Las pirotecnias Hermanos Toste y Hermanos Caballer volvieron a rivalizar en belleza efímera y olor a pólvora, observadas desde cientos de azoteas y atalayas repartidas por Los Realejos. Al cierre de esta edición, el consistorio no tenía constancia de ningún incidente grave causado por los fuegos que despidieron otro 3 de mayo.