En la década de los años 30 del siglo XX, el pintor lagunero Pedro de Guezala caminó hasta el Lomo de La Verdellada para plasmar en un lienzo la capilla de la Cruz de Marca. Por aquel entonces, el artista vivía en la casa de Clemencia Hardinson, en el actual barrio de Gracia, y dio forma a esta obra de la que se desconoció su existencia hasta el año 2011, puesto que pertenece desde hace año a un lagunero anónimo.

La capilla de la Cruz de Marca fue levantada en 1879 para resguardar el viejo madero que se alzaba en este risco de La Verdellada. La construcción no era más que una pequeña estructura a dos aguas con un interior de color rojo y exterior blanco y azul. Fue precisamente aquella edificación primigenia la que retrató el pintor lagunero Pedro de Guezala en aquel cuadro desconocido hasta hace poco.

Este primer edificio quedó totalmente destruido tras la Guerra Civil española, puesto que en el año 1939 chocó contra la capilla un camión militar que bajaba por el Camino Real de La Verdellada y perdió los frenos. A pesar de que el accidente no se saldó con ningún herido de importancia, nadie se preocupó por devolverle su antigua imagen a esta edificación, que permaneció en ruinas durante largos años.

Por aquellos tiempos tan solo residían en esta zona de La Laguna una decena de familias que, a pesar de las penurias que experimentaron durante la dictadura, lograron que el medianero al que pertenecía la finca reconstruyera la capilla con los mismos ladrillos con los que había sido construida en un primer momento. Se hizo de manera humilde, aprovechando la cal y el cemento que se usaba esos años para construir el canal de agua que recorría el borde del camino para regar la finca. Así permaneció la construcción durante varias décadas, prácticamente en el olvido, y siendo víctima de saqueos, puesto que hasta la cruz original fue robada y empleada como leña para cocinar.

Fue la Asociación Juvenil de La Verdellada (Ajuve) la que se hizo cargo de la capilla de la Cruz de Marca después de que el último medianero abandonara la finca en la que está ubicada y, a mediados de los años 90 del pasado siglo, reclamó la restauración de esta emblemática edificación y logró el compromiso del Ayuntamiento de La Laguna que, en un primer momento, se encargó de encalar sus paredes y repuso la cruz. Estos trabajos permitieron salvar la capilla de su derrumbe y, desde ese momento, la construcción volvió a recuperar su protagonismo en el barrio, que aún hoy continúa.