En Santa Cruz de Tenerife ha aumentado el consumo de prostitución y el número de mujeres que la ejercen. Así lo indica Esmeralda Castro, una de las responsables del Centro de Orientación y Promoción de la Mujer La Casita-Oblatas ubicado en la capital. A través de este programa de ayuda, se ha detectado que en el municipio chicharrero hay unas 160 mujeres que ejercen la prostitución. Estas lo hacen en alguno de los más de 20 pisos "clandestinos" dedicados a ello que existen en la ciudad; en alguno de los diez clubes privados que se han localizado en zonas como La Salle y en el entorno de la plaza de Toros y del hotel Mencey; o en la calle, bien en Miraflores, en Vuelta de Los Pájaros o en Bravo Murillo.

"En Santa Cruz, cada vez hay más demanda y cada vez son más los jóvenes que consumen prostitución de una manera normalizada, como una forma más de ocio, algo que nos preocupa. Lo habitual ahora es que salgan de fiesta con sus amigos y terminen la noche en un piso clandestino o en un club. Y mientras haya puteros, porque así los llamamos, seguirá habiendo mujeres que recurran a esto, por muy horrible que sea, para poder sobrevivir", lamenta Castro.

Esta trabajadora social que, junto a Esther Castro, también trabajadora social, y a Elena González, educadora, se encargan de La Casita en la capital, aclara que el objetivo de este programa social no es "sacar a las mujeres de la prostitución", sino ayudarlas a mejorar sus condiciones de vida, tomen la decisión que tomen. "Trabajamos desde el respeto a la persona y a los procesos de crecimiento y cambio, aceptando e integrando la diversidad", señalan.

Las mujeres que ejercen la prostitución en Santa Cruz de Tenerife tienen entre 16 y 73 años, y la mayoría son de nacionalidad española, venezolana, colombiana y nigeriana. "En los últimos años, se ha producido un incremento considerable de las mujeres que vienen desde Venezuela. Estas han tenido que dejar sus hijos allí y hacen todo lo posible para poder traerlos. Su desesperación por conseguir dinero les lleva a acabar prostituyéndose", explica Esmeralda Castro.

Esta trabajadora social de La Casita apunta que la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución en el municipio chicharrero "tienen cargas familiares, se han criado en contextos muy complicados y vulnerables, sin oportunidades, y muchas, incluso, han sufrido abusos sexuales en la infancia o en la adolescencia".

"También algunas de ellas han venido engañadas desde sus países de origen por mafias de tratas de personas. Les prometen que aquí tendrán un trabajo normal y cuando llegan, se encuentran con una deuda de unos 50.000 euros que deben pagar, porque las amenazan con hacer daños a sus familias. Las encierran y las obligan a prostituirse durante las 24 horas del día. La gente se piensa que ejercen la prostitución porque quieren y que podrían dedicarse a otra cosa. Pero la realidad es otra. Salir de este mundo para ellas es muy difícil y viven experiencias horribles y muy traumáticas. Nos cuentan que tienen que acostarse con hombres sucios, mayores, que las obligan a realizar prácticas terribles y a consumir drogas, y les intentan pagar lo menos posible", cuenta la trabajadora social.

Desde el Centro de Orientación y Promoción de la Mujer La Casita-Oblatas ubicado en Santa Cruz se señala que "el tema de la prostitución requiere de una mayor implicación y de una respuesta más amplia y global por parte de la administración pública". En este sentido, Esmeralda Castro alerta de la necesidad, dirigiéndose al Cabildo de Tenerife y al Ayuntamiento chicharrero, de poner en marcha en la capital un centro de acogida para las víctimas de explotación sexual y para aquellas mujeres que quieran abandonar la prostitución, "como existe en otras ciudades". "Uno de los principales problemas para estas mujeres es que no tienen a donde ir" apunta la trabajadora social.

Asimismo, La Casita también insta a la Corporación insular y al Consistorio capitalino a incorporar cláusulas sociales en las adjudicaciones públicas para que las empresas que realicen obras o presten servicios con dinero público contraten a mujeres que ejercen la prostitución, así como a incorporar a estas personas en los convenios de empleo para ciudadanos en riesgo de exclusión social. "Muchas están preparadas para incorporarse al mundo laboral pero nadie les da la oportunidad", dice Castro.

"Es cierto que el Ayuntamiento de Santa Cruz colabora en la financiación de algunos de nuestros proyectos, pero insisto en que creemos que debe haber más implicación de la administración pública con este asunto. Por ejemplo, también se podría fomentar la puesta en marcha de programas formativos destinados a estas mujeres. El Cabildo tiene la competencia en violencia de género y no ha puesto en marcha ninguna política ni programa que favorezca a las mujeres que se encuentran en esta situación", lamenta la trabajadora social.

Las responsables de La Casita en Santa Cruz, una entidad sin ánimo de lucro que pertenece a la Congregación de Hermanas Oblatas y que atiende a las mujeres que ejercen la prostitución en Tenerife desde el año 1988, se convierten en muchas ocasiones en el único apoyo con el que cuentan estas mujeres. Las trabajadoras de La Casita, ubicada en la calle Monteverde de la capital, han escuchado historias terribles, por lo que les cuesta entender a aquellos que "miran hacia otro lado ante esta problemática".

"Nos han contado como las obligan a prostituirse sin protección; les piden que realicen escenas de películas horribles; les pegan; las humillan. La mayoría termina con importantes secuelas psicológicas y se ven incapaces de salir de ese mundo. Podemos asegurar que la realidad nada que tiene ver con Pretty Woman. Mucha gente no es consciente de lo que estas mujeres sufren. Y todo por unos 20 euros en la mayoría de los casos".

“Será más difícil trabajar con ellas si las echan de Miraflores”

El personal del Centro de Orientación y Promoción de la Mujer La Casita-Oblatas, situado en la calle Monteverde y que ofrece ayuda a las prostitutas, muestra su preocupación ante la desaparición de las viejas casas de Miraflores, en las que se ejerce la prostitución. “Urbanismo ya ha precintado uno de los inmuebles y otros ya han sido derribados. Las 17 mujeres con las que estamos trabajando en Miraflores, con la colaboración del propio Ayuntamiento, tendrán que marcharse a otro sitio, a pisos clandestinos o a clubes, por lo que nos será mucho más difícil trabajar con ellas. Esto es una forma de invisibilizar la prostitución y nos preocupa. Es necesaria una mayor implicación de la administración en este asunto”, se apunta desde el centro.