Investigadores de la facultad de Geografía de la Universidad de La Laguna (ULL) constataron que las lluvias torrenciales de febrero de 2010 "ocasionaron más de un centenar de movimientos de ladera" en el Macizo de Anaga.

En una investigación titulada "Movimientos de ladera en Canarias. El caso del macizo de Anaga en el temporal de febrero de 2010", los autores centraron su estudio en "los deslizamientos producidos en tres cuencas principales: Afur, Tahodio y Valle Jiménez", que fueron aquellas en las que "se produjeron los mayores efectos del temporal de febrero de 2010".

Asimismo, también constataron que "la pendiente es uno de los principales factores desencadenantes de los movimientos de ladera", ya que por sí solo este parámetro "favorece la inestabilidad". De hecho, explican que hay otros estudios que, en el caso de Canarias, establecen que "el umbral de referencia para el desencadenamiento de movimientos de ladera oscila entre los 45 o 50 grados.

Otro de los factores que influyen es la existencia de campos de cultivo. "Las áreas de concentración de los campos de cultivo son las zonas con una mayor inestabilidad de ladera", establecen en el estudio. Abel López especifica a EL DÍA que lo mejor es que "los campos de cultivo estén activos" porque en caso contrario "la dinámica natural recupera la superficie". El problema, así, vendría de ese "material extra" de los campos cultivos que se desprende y cae en caso de fuertes lluvias, concluye.

El tercer factor que inflluye en los movimientos de ladera es la propia composición del suelo de Anaga. Esta formado por "materiales que presentan un escaso grado de compactación", como son los piroclásticos. Los piroclastos, aclara Pedro Dorta, "son los materiales de proyección que salen por el cráter, que van cayendo y están poco compactados". "En Anaga están muy alterados y se comportan como arcilla", explicó López. "Todo el macizo es susceptible de deslizamientos", explica López Díez, quien firma el trabajo con otros tres investigadores de la ULL.

El desencadenante, no obstante, de estos deslizamientos de ladera fueron las lluvias y el viento que azotaron "durante aproximadamente tres horas" el macizo de Anaga el 1 de febrero de 2001. De 15.00 a 18.00 horas se registraron precipitaciones superiores a los 100 mm y el valor medio entre las diferentes estaciones fue de 181,9 mm.

"Estos fenómenos son muy difíciles de predecir", aclara López. No obstante, señala que también han estudiado los "desprendimientos" que se producen en la zona. "La salida del túnel de Taganana es un punto negro de desprendimientos", pone como ejemplo.

Resiliencia, prevenir antes que lamentar

Los cuatro investigadores firmantes de la investigación (Abel López, Pedro Dorta, Carmen Romero y Jaime Díaz) forman parte de la cátedra universitaria "La reducción del riesgo de desastre. Ciudades resilientes".

Así, mientras una parte de los investigadores están centrados en realizar una serie larga de análisis exhaustivos de las consecuencias de los fenómenos meteorológicos adversos en el macizo de Anaga, otros tratan de promover ciudades cada vez más resilientes. "Mediante esta campaña queremos concienciar a los líderes, empresas y a la sociedad para la reducción del riesgo de desastre", explica Jaime Díaz, promotor de la campaña "Desarrollando ciudades resilientes", de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR).

Esta resiliencia es aún más importante con el escenario de cambio climático, donde los fenómenos meteorológicos adversos, excepcionales e impredecibles se repiten con intervalos de tiempo cada vez más cortos.

"Cuando esas amenazas se cruzan con un elemento vulnerable componen el riesgo", explica.

"El deslizamiento en Anaga es una amenaza, que si se combina con la existencia de un poblado, una carretera, un caserío, es cuando tenemos un riesgo", especifica. Sobre medidas concretas, considera que "deberían estar señalizados los sitios donde hay desprendimientos a menudo".

Díaz aclara que a veces las medidas no son "barreras de contención, sino mantener la vegetación en las laderas". "La reducción de riesgos va mucho más allá de las acciones de ingeniería", concluye.