El protagonista de Cameron, la última novela corta del argentino Hernán Ronsino, es un fin de raza, el último eslabón de un linaje de espadones, un anciano en quien sería difícil reconocer el hombre que fue hace cuarenta años, en los días oscuros de la dictadura. Julio Cameron recuerda, de modo intermitente, y con sus relámpagos de rememoración se van dibujando ante el lector retazos de una historia sórdida que Ronsino (1975) no va a completar. Es tarea que deja al lector, del mismo modo, asegura, que quien visite las instalaciones de la ESMA, el siniestro centro de tortura y exterminio de los militares golpistas de Videla, no encontrará paneles ni aplicaciones interactivas sino estancias vacías cuya desnudez incita a poblarlas con tétricos ejercicios de imaginación. Entre la memoria y el desvarío de un presente que cobra su íntima factura a Cameron, Ronsino afila una daga con la que desgarrar los cortinones del olvido. Y atisbar.