Ya está científicamente demostrado que hemos entrado en una nueva era geológica: EL ANTROPOCENO. Por primera vez desde la última extinción, una especie, el homo sapiens, está interfiriendo en los cambios naturales que el sistema tierra está siempre modificando.

Esta interferencia está poniendo gravemente en peligro el equilibrio medioambiental que todo sistema persigue. Si queremos garantizar el futuro de nuestra especie debemos de cambiar radicalmente las herramientas que han producido el sistema que debemos modificar. La arquitectura es una de las más importantes, responsable de más del 40% de las emisiones que acelera el calentamiento global.

Por ello, hay que pensar y diseñar nuevas herramientas para nuestras arquitecturas, los arquitectos podemos rediseñar las tipologías obsoletas, como se han comprobado actualmente durante la pandemia, donde han tenido que convivir juntos durante mucho tiempo los distintos grupos sociales, superponiendo distintas actividades en espacios poco flexibles, generalmente muyo poco salubres, sin espacios exteriores e intermedios, espacios comunes poco abiertos a ser compartidos, escasísima proporción de naturación, pocas ventilaciones y luz natural, etc.

Es obvio que estas modificaciones exigen un cambio radical de las normativas actuales que restringen la posibilidad de salirse de unos modelos ya periclitados. La legislación en el sector de la arquitectura además de ser extenuante, excesiva y contradictoria en muchos de sus artículos sigue rigiéndose por criterios prescriptivos y no prestacionales como demandan precisamente estos nuevos modelos en este nuevo paradigma que apenas estamos empezando a recorrer, eso sí de una manera a veces traumática pero siempre vertiginosa.

Ya hay muchos sectores que llevan tiempo haciendo bien sus deberes, pero el sector de la edificación permanece atrapado en su gran inercia cultural, económica y totalmente anquilosada con principios y modelos que no ha evolucionado con la rapidez que la sociedad, como usuario lo ha hecho. Un sector nada industrializado (todavía cada edificio es un prototipo) que necesita una nueva ética más exigente y necesaria entre la naturaleza y las actividades económicas. En todo momento de transformación y cambio solo los organismos que se adaptan a estos cambios sobreviven.

Este concepto de organismo me ha interesado especialmente desde hace ya mucho tiempo para extrapolarlo en mi actividad profesional. Sabemos que todo ecosistema natural está constituido por la interacción de múltiples organismos que comparten un mismo hábitat.

Esta visión natural tiene su equivalente en una visión antrópica, como el hábitat construido.

¿Por qué no llevar los ejemplos del primero al funcionamiento del segundo? y así, poder interactuar con planteamientos medioambientalmente más favorables para todo el sistema, tremendamente agredido por el fuerte aumento de número de individuo de nuestra especie llegando prácticamente al techo de carga del planeta.

Debemos reducir drásticamente las demandas energéticas desarrollando arquitecturas capaces de producir con energías renovables toda la que necesite para su funcionamiento como cualquier organismo natural en su ecosistema, intercambiando con el resto dentro de su hábitat, tanto el edificio como organismo propio, el barrio, la ciudad, y el territorio en este gradiente exponencial. Sabemos que dos de cada tres habitantes vivirán en ecosistemas urbanos dentro de no muchos años, y el reto es lograr que estos ecosistemas puedan colaborar con el medioambiente sin destruirlo.

Tenemos tecnología para llevar adelante este gran reto y es con ella desde donde debemos modificar el uso de las herramientas actuales. No se acabó con la edad de piedra porque estas se acabaran sino porque otras herramientas las sustituyeron, bajo esta reflexión conceptual he ido desarrollando mi trabajo en estos 40 años de profesión desde un compromiso (con mi equipo) que ha ido evolucionando en este periodo, habiendo realizado proyectos, edificios, propuestas e investigaciones con la industria y las universidades para llevar a la arquitectura por otros caminos más acordes con los problemas anteriormente enunciados.

Queda mucho por hacer, es un momento duro y difícil pero altamente prometedor y los arquitectos tenemos mucho que proponer.