El Covid 19 ha mostrado muchas caras y nos ha dejado a cada uno de nosotros experiencias nuevas, íntimas, y, probablemente, en muchos sentidos nos ha cambiado. Personalmente ha cambiado mi rumbo vital, entre otras cosas el rumbo en que escribía estos artículos de arquitectura. Antes de la pandemia solía escribir sobre un edificio concreto que había considerado interesante por unas u otras cuestiones, pero en el confinamiento y en el tiempo que vino luego quitando alguna excepción, empecé a escribir sobre el mundo que habíamos perdido, sobre las cosas a las que habíamos dicho adiós casi sin darnos cuenta, sobre la tristeza que veía cada tarde en los diminutos balcones de mi barrio, sobre las temáticas de las ciudades en las que vivimos que tenemos que olvidar, dejar que se vayan, y volver a repensarlas de nuevo. El Covid 19, el parón que supuso, nos hizo, primero, aplazar nuestros deseos personales. y también todos los deseos sociales. Todo se paró. Al pararse reflexionamos.

Al menos algunos lo hicimos y han surgido escritos e ideas muy interesantes de voces muy cualificadas del mundo de la arquitectura que nos recuerdan que, como humanidad, como seres vivos que coexistimos en sociedad, en ciudades, hemos recorrido un largo camino desde la Torre de Babel hasta la actualidad. En aquel momento, en la Torre de Babel, todo era también confusión e incertidumbre. Ahora gracias a las telecomunicaciones sabemos que estamos en un cambio de era, ya lo estábamos antes de la pandemia, porque todo viene de lo más importante a lo que nos enfrentamos, el cambio climático, pero ahora somos más conscientes.

Un solo mundo

Este virus nos ha demostrado en la práctica algo que Trump, Putin, incluso Sánchez y otros dirigentes se empeñan en negar: no hay fronteras que paren algo así, si algo prueba este virus es que este mundo ya hace mucho tiempo que es un solo mundo. Y tampoco valen los disimulos y el postureo. El problema es global, y el otro problema es que, ni estos dirigentes, ni muchos de nosotros, tenemos fe en el sistema. En general. Eso genera tristeza. Y también peleas, discusiones, división, desunión a la hora de encontrar fórmulas, medicamentos y vacunas que puedan servirnos para que todos los seres humanos estemos a salvo de este virus. Esta es la lección no aprendida. A pesar de la gran sorpresa, del gran cero absoluto que tuvimos en la economía y movilidad de todo el mundo, aún no queremos aprender que tenemos que realizar primero una gigantesca deconstrucción de nuestra vida cotidiana de antes, para poder empezar a reconstruir una vida nueva.

Se ha vuelto más visible lo que mantiene unido al mundo y lo que no. Y también lo que es urgente y lo que no, al menos en materia de arquitectura. Las próximas semanas serán un momento decisivo para que todas las empresas privadas intenten restablecer un rumbo. El que cada una pueda. Pero desde lo privado solos no podemos hacerlo. Y se echa de menos la sensatez de Mario Draghi durante la anterior Gran Recesión sobre la importancia de salvar la economía a toda costa. Cosa que en el gobierno de España solo parece tener en la cabeza la ministra Calviño. Porque la economía tiene efectos a corto, medio y largo plazo en la vida de todos, ya que está entrelazada con otros subsistemas: sociales y políticos, pasando por la ciencia, el derecho, la educación, la arquitectura, las ciudades. Porque todo esta relacionado: como la pescadilla que se muerde la cola.

Estos años 20 no van a ser felices, serán muy duros económicamente, y para los arquitectos me temo que especialmente, pero sí serán una década que ponga a prueba nuestra resistencia y resiliencia. En arquitectura es importante aplicar la "cultura del nosotros", del "juntos" para manejar la complejidad que viene. No nos entendemos, como en la torre de Babel, ni los abogados nos entendemos con los arquitectos, los arquitectos no entienden a los funcionarios, nadie entiende a los médicos y a los urbanistas, y esto que estamos viviendo es mucho más que una crisis de salud: está afectando a las sociedades y economías en su núcleo, en el centro de cada ciudad. Y necesitamos respuestas públicas eficaces, certeras, rápidas.

* Abogada y doctora en Arquitectura. Investigadora Universidad Europea