Cuando el proceso de desconfinamiento en España reactivó poco a poco los engranajes de la industria editorial, congelada en el paréntesis cultural que detuvo toda la cadena de producción del libro durante la pandemia del coronavirus, la crisis económica apremiaba al sector a recuperar esos meses perdidos como páginas arrancadas. Con un pie en el acelerador y otro en la incertidumbre, las editoriales se volcaron en la revitalización de los títulos que cayeron en el agujero de sus catálogos de primavera, donde también resbalaron los calendarios de las ferias y encuentros literarios, mientras que las librerías siguen haciendo malabarismos después de meses de apagón.

El tablero de juego, al igual que el entramado social en que se enmarca, es desigual para un sector donde dos grandes conglomerados editoriales, Grupo Planeta y Penguin Random House, dominan el 80% de la producción editorial española. El margen restante se corresponde con un valioso contingente de sellos independientes nacidos a contracorriente precisamente en el contexto de la crisis anterior en 2008, como Nórdica, Impedimenta, Errata Naturae, Periférica, La Caja Negra, Sexto Piso España o Libros del Asteroide, que, desde sus líneas y tendencias respectivas, comparten un ideario común basado en la excelencia literaria, la artesanía y el cuidado en la edición del libro como objeto de valor, la defensa del pensamiento crítico y diverso, y, sobre todo, el compromiso con los lectores y lectoras que, lejos de esclerotizarse con lecturas superficiales de consumo fácil, buscan como el aire aquellos libros que, parafraseando a Kafka, "muerdan, arañen y nos obliguen a despertarnos como un mazazo en el cráneo".

Pero las crisis siempre golpean con impiedad en los márgenes y, desde las filas de una industria librera sometida a las mismas normas del capitalismo voraz que la pandemia ha puesto en jaque, uno de estos sellos independientes, Errata Naturae, ha anunciado la "decisión radical" de frenar sus publicaciones este 2020. Sus socios fundadores, Rubén Hernández e Irene Antón, firman un manifiesto público titulado Jinetes en la tormenta, animales en la cuneta [Por qué Errata Naturae no publicará ningún libro en los próximos meses] que desgrana los mimbres del sistema especulativo del sector editorial y se posiciona contra un ritmo de (sobre)producción endiablado e insostenible, regido por la tiranía de las novedades y "un juego triangular de la deuda" entre autores, editores, distribuidores y librerías sujeto al modelo actual de hiperconsumo cultural.

Además, en consonancia con la línea identitaria del sello, que publica títulos y autores relacionados con la naturaleza, lo indómito, la conciencia social y el eco-activismo, el manifiesto apunta que esta crisis sanitaria es también una crisis medioambiental, toda vez que, en el plano editorial y cultural, también amenaza con favorecer -o reforzar- la apuesta por perfiles más comerciales, estándares y rentables, en detrimento de la bibliodiversidad, la literatura que arriesga, vuela, transgrede y espolea el sentido crítico. "Sentimos que necesitamos tiempo. Como editores, necesitamos tiempo para interiorizar, digerir y reconstruir esta situación que estamos viviendo y que era impensable para todos", reza el manifiesto.

Por todas estas razones, Errata Naturae mantiene en librerías los cuatro títulos publicados antes del estado de alarma - En el corazón del bosque, de Jean Hegland; Barrios, bloques y basura, de Julia Wertz; El olor del bosque, de Hélène Gestern (coeditado con Periférica) y Ane Mona y Hulda, de Jenny Jordahl- e inaugura un segundo paréntesis voluntario desde la convicción de que una forma de resistencia es enarbolar la máxima de Bartleby: "Preferiría no hacerlo". Entre tanto, sus editores invitan a la comunidad lectora a reflexionar sobre la urgencia de detenerse e iniciar un proceso emancipatorio como revolución necesaria para reinventarnos contra la fragilidad y la depauperación de la cultura. "Nos gusta ese tiempo, que tantos consideran improductivo y que, sin embargo, es fértil como ninguno", anuncia el escrito de esta joya editorial fraguada en la crisis. "Lo imposible ya ha tenido lugar. Queremos ser parte de lo imposible".

El manifiesto Jinetes en la tormenta, animales en la cuneta, es la respuesta a "por qué Errata Naturae no publicará ningún libro en los próximos meses", donde invitan a detenerse y repensar un modelo editorial capitalista donde "más o menos uno de cada tres libros que llega a las librerías acaba siendo guillotinado". ¿Cómo se fraguó esta decisión dentro del equipo y, sobre todo, cómo se antepuso al vértigo?Jinetes en la tormenta, animales en la cuneta

Esta ha sido una decisión compleja, muy meditada, muy consciente, que parte de una inercia vital, de un deseo de cambio, también de una necesidad por reflexionar y replantear nuestro trabajo y nuestras vidas de un modo que esté a la altura de las consecuencias que va a tener esta crisis. Hay motivos existenciales, ideológicos, económicos y, muy importante, ecológicos. Como editor, puede darme cierto vértigo detenernos y situarnos a contracorriente? Pero como persona me da mucho más vértigo que dentro de 20 años mi hija, que tiene ahora 6, me pregunte: "¿Cómo es posible que tú, sabiendo que el actual sistema de producción es insostenible para el planeta, no hicieras nada para cambiarlo en aquello que estaba en tu mano?".

¿Este llamamiento también busca la complicidad e implicación de la comunidad lectora, en muchos casos ajena a los mecanismos y entretelas del mercado editorial?

La implicación de los lectores es y será fundamental, imprescindible. Nosotros hemos detenido nuestra producción para hacer un proceso de autocrítica radical: vamos a intentar variar nuestra hoja de ruta como proyecto editorial en relación con el ámbito de la producción, el abastecimiento, los materiales que utilizamos, la energía limpia, la movilidad sostenible? Pero la clave para que una postura así tenga un alcance real y tangible será que se extienda, y para ello, más allá de que nosotros busquemos alianzas tan amplias y diversas como sea posible de cara a una transición sostenible del sector, y de toda la cadena del libro, ésta sólo será posible si los lectores comienzan a "exigir" una determinada forma de hacer libros, más sostenible y respetuosa.

Ante el problema de la "hipertrofia productivista" en un sector dominado por dos grandes grupos, ¿en qué medida justifica esa superproducción el porcentaje correspondiente a las pequeñas editoriales, como Errata Naturae?

En el caso de una editorial como la nuestra, ese porcentaje es ínfimo. El 80% de los títulos que inundan el mercado corresponde a las decisiones de las poquitas personas que dirigen la política de novedades del Grupo Planeta y de Penguin Random House. Por otro lado, las editoriales pequeñas jamás sobredimensionamos las tiradas como estrategia de marketing vinculada a la hipervisibilización de un libro. Pero querría recordar que nuestra decisión de no publicar novedades no tiene tanto que ver con una reducción temporal del caudal de nuestras novedades (eso habría sido un gesto para la galería) como con darnos el tiempo suficiente de replantear nuestro modelo de producción y nuestras propias vidas en un momento de crisis radical que va más allá de lo económico.

"Todo lo bueno es libre y salvaje", escribió H. D. Thoureau, uno de los autores estrella de su catálogo. ¿Alguna vez han experimentado que la "fuerza terminal del sistema", como recoge el manifiesto, les empujara a cambiar o sacrificar la identidad propia del sello?

Yo diría que oponemos resistencia a esa fuerza con cada proyecto que sacamos adelante y con muchas de las decisiones que tomamos diariamente. La idea misma de "empresa cultural" es una contradicción en sus propios términos: la realidad del mundo empresarial tira en una dirección y la de la Cultura, si la escribes con mayúscula, en la contraria. Esa esquizofrenia profesional, que vivimos tantos de los que nos dedicamos a estas cosas, nos lleva muchas veces a hacer un Excell para presupuestar un proyecto, valorar su viabilidad, concluir su inviabilidad y después mandar el Excell a la papelera y sacar adelante el proyecto utilizando herramientas imaginativas que no caben en una hoja de cálculo?

Aunque hacia el final del segundo epígrafe del manifiesto plantean entre interrogantes algunas salidas al "juego degenerativo y letal de la deuda", ¿qué posibles soluciones consideran viables para equilibrar o sanear el sector?

Las preguntas pueden lanzarse de manera individual, las soluciones sólo se consiguen entre todos. Nosotros hemos querido detenernos y reflexionar, creemos que en un mundo donde todos somos seres multitarea, donde la falta de tiempo es el denominador común de nuestras vidas, relajar las exigencias de la producción y repensar las condiciones productivas a las que muchas veces respondemos ciegamente es el primer paso para comenzar a buscar soluciones.

La escritora e investigadora Irene Vallejo reivindica en los libros "la huella de una improbable victoria colectiva", ¿creen que, pese a todo, los libros sobrevivirán a las crisis y transformaciones, como jinetes en la tormenta? ¿O les preocupa que suceda en una dinámica donde "el capitalismo va mutando, la cultura va muriendo"?

Sin ninguna duda, la producción editorial lleva décadas viéndose debilitada por la implementación en el sector, especialmente a través de los grandes grupos, de los mismos mecanismos de degeneración del capitalismo (sobreendeudamiento, concentración, financiarización, etc.) que asolan el resto de ámbitos de la producción, con costes sociales y ecológicos que normalmente no se ven. Sin embargo, y contra lo que muchos piensan, creemos que un futuro sostenible no será posible tanto a través de nuevas high tech sino de viejas high techlow tech

Pasar el invierno, de Olivier Adam, fue el primer libro que publicó Errata y Un paseo invernal, de Henry David Thoreau, remató los primeros cien. Desde el sello relatan que este juego de títulos les llevó a reivindicar el invierno como "un tiempo para meditar, una vez recogida la cosecha (?) para ser lo que somos y lo que deseamos ser (?) que tantos consideran improductivo, y que, sin embargo, es fértil como ninguno. ¿Por qué los seres humanos tememos tanto al invierno?Pasar el invierno, Un paseo invernal,

Durante milenios, el invierno ha sido la metáfora más tangible de la muerte que podía tener un ser humano. Pero ésta siempre iba acompañada de otra metáfora, el renacimiento de la primavera. Nuestro problema, como humanos modernos y posmodernos, es que a lo largo de los siglos hemos decidido autoexcluirnos de la naturaleza (algo estúpido, además de irreal) y de sus ciclos. Esta exclusión, y sus consecuencias devastadoras a la hora de relacionarnos con el medio natural, es lo que debería darnos miedo.

Y precisamente con la declaración de que "sentimos que necesitamos tiempo" culmina el último punto del manifiesto, después de desgranar las razones por las que no seguir adelante ahora, pero ¿cuáles son las razones para sí seguir adelante después?

Todas las que hilan el entramado de nuestras vidas: el amor a los libros, el compromiso con la cultura, la importancia que otorgamos al pensamiento crítico, a la gran narrativa, al enriquecimiento de la sociedad en término ajenos al ámbito económico.