Si la "novela gráfica" fuera algo que no resultara un cómic sería lo que viene haciendo la dibujante británica Posy Simmonds (Berkshire, Reino Unido, 1945). Su mezcla de tipografía con ilustración satírica, estupenda escritura, secuencias narradas en viñetas y el ritmo y la atención que precisa su lectura vuelcan hacia la novela una narración que es mayoritariamente gráfica. Su fórmula visual y literaria y las dosis en que la combina, está más cerca de responder a esa etiqueta -que ha quedado como una forma de encuadernar tebeos y de que las librerías no se avergüencen de vender historietas- de lo que intentaron Will Eisner en Contrato con Dios (para enmendar después en sus siguientes obras) y Art Spiegelman en Maus.

Simmonds usa el mejor medio para mejor narrar lo que quiere según sus mejores capacidades. Para la reflexión, la escritura, y para la acción y la descripción, el dibujo y los ensambla en el libro como hace el ebanista con la madera y el marfil o el joyero con la esmeralda y el oro.

Hay una meticulosa aplicación de artesanías en cada página de la señora Simmonds. Lápices, tintas, texturas diferentes de papel, colores usados con intención plástica y narrativa, rotulados, astucias de ilustradora, sutilezas de dibujante logran que una página o una escena parezcan lo natural al relato, sin estridencias y que su sucesión mantenga la armonía.

Cassandra Darke, la novedad que trae Salamadra Graphic, no es su mejor obra, pero da gusto encontrarse algo nuevo de esta autora minuciosa, poco prolífica e infraeditada en España, que escribe y dibuja en perfecto inglés de las islas británicas, satiriza a sus clases medias cultivadas y reproduce con una mirada intencionada y divertida la fauna urbana en los escenarios que le son naturales.

Cassandra Darke es un cuento de Navidad -otra vez el dickensiano Christmas carol- con un personaje femenino ríspido, una galerista estafadora, gruñona, tacaña y amarga que va a descender a sus infiernos, pasar su vida por el escáner de la reflexión y alcanzar una forma de redimirse. La mezquindad que luce a lo largo de la historia está equilibrada con una profundización psicológica en sus partes vulnerables que explica y permite empatizar con esta mujerona rica de por casa y solitaria por circunstancias.

En el relato hay un reparto amplio de artistas consagrados y debutantes, de burgueses y delincuentes de clase baja, de jóvenes y viejos, de ricos y pobres. Su escenario es un Londres contemporáneo en sus ambientes, decorados y costumbres, gozoso en la parte visual cuando recrea las calles de las compras más caras de Knightsbridge y preciso cuando toma el transporte público para llegar al barrio de emigrantes de Lowbridge Road, donde Cassandra sufrirá la experiencia de ser mendiga durante hora y media.

Para contar a esta mujer, Posy Simmonds, abre el libro con el signo de paréntesis de un recorte de periódico en el que se cuenta la aparición del cadáver de una joven que fue asesinada y lo cierra con la resolución de ese crimen, a falta de un epílogo.

Por el medio, una buena sucesión de escenas bien meditadas y medidas, sabias e informadas, con distintos grados de profundidad, usa dos flash-back que complican un tanto la comprensión de la lectura. Eligió desordenar la narración de manera artificiosa para crear y mantener el interés sobre el personaje principal y su visión del mundo y de los secundarios con los que lo comparte. Ya había utilizado una estructura parecida de tiempo presente y pasado reciente en Gemma Bovery, (su visita contemporánea a Madame Bovary) pero allí los saltos en el tiempo estaban mejor proporcionados.

En Cassandra Darke la protagonista es una anciana contada por ella misma y Simmonds adquiere bien esa voz. Tanto en Gemma Bovery como en Tamara Drewe, sus otras dos obras con nombre femenino, las protagonistas eran mujeres jóvenes vistas -con atención de ojo voyeur- por hombres, una perspectiva curiosa para una autora contemporánea.

No se pueden encontrar en el mercado ninguna de estas dos obras, aunque fueron publicadas y Posy Simmonds obtuvo por ellas el premio Haxtur al mejor guión en 2002 con Gemma Bovery y el de mejor dibujo en 2009 por Tamara Drewe. Las dos historietas fueron llevadas al cine. La primera, titulada en español Primavera en Normandía, fue dirigida por Anne Fontaine en 2014 y la segunda, por Stephen Frears en 2010.

La obra de la veterana ilustradora de The Guardian es bien conocida por los lectores adultos de historietas y por algunos seguidores de filmografías convencionales a las que las distribuidoras de taquillazos han convertido en cine alternativo. Es menos popular entre los y las lectoras de novelas, que pueden encontrar mucho disfrute en las páginas y un estupendo material didáctico para clubes de lectura. Entre la orilla de los lectores de ficciones literarias y los de ficciones dibujadas hay un río más estrecho de lo que suele parecer y los que no quieran mojarse para al cruzarlo tienen en Posy Simmonds el mejor puente.