Las salas de cine se han visto obligadas a cerrar como consecuencia de la crisis del coronavirus, por lo que numerosos aficionados recurrirán a buen seguro a Netflix, HBO, Amazon Prime o Apple Tv para el visionado de las películas. Estas plataformas continúan de este modo su imparable ascenso y dan otro golpe de tuerca a la vía tradicional para disfrutar del Séptimo Arte. Yo mismo, echando un vistazo a los recientes estrenos ofrecidos a través de estas opciones alternativas, he visto Spenser: Confidencial, cinta de acción configurada como una loa a la horterada y la brutalidad, tan habitual en demasiados de los títulos norteamericanos de este peculiar subgénero.

Se trata de una historia de corrupción policial donde mucho machito machote exhibe magulladuras en la cara a lo largo de toda la proyección, fruto de la propensión a las peleas como forma de manifestación de autoridad, respeto y autoafirmación propias de una masculinidad decadente. Gran parte de las secuencias, planificadas sobre el desigual enfrentamiento entre el rudo protagonista y sus musculados adversarios, evidencian que el proyecto se ha ideado para aliviar frustraciones de modo virtual a base contemplar un despliegue de puñetazos y patadas, muestras de la más primitiva pugna física a puño desnudo. Más allá de las coreografías de estas refriegas pugilísticas, son muy significativos otros añadidos cuidadosamente escogidos para terminar de construir el producto en cuestión, como la sonrisa chulesca de quien se sabe ganador final del combate, el chiste irónico lanzado con el hilillo de sangre deslizándose todavía por el labio o la vestimenta de suburbio urbano asociada a ese estilo gamberro y vulgar que pretenden vendernos.

Vaya por delante que su director, Peter Berg, ha filmado algún trabajo que me agrada. Por ejemplo, La sombra del reino me parece entretenida y aceptable y Marea negra cuenta igualmente con virtudes a destacar. Sin embargo, su relación de obras decepcionantes o, directamente, malas, supera con creces a las dignas de mención. Así, Battleship y Hancock, pese a contar en sus repartos con estrellas rutilantes, eran sendos cantos a la testosterona mal entendida, amén de dos perfectos manuales del mal gusto. Es obvio que a Berg le va la bravuconería y esa acusada tendencia la plasma en imágenes. Personalmente, puedo tolerar ciertas dosis de esa clase de escenas pero, cuando se llega a la sobredosis de una materia prima tan basta, el largometraje me resulta ya demasiado indigesto.

Spenser, un expolicía propenso a los problemas y un imán para las peleas, acaba de salir de prisión. Su antiguo entrenador de boxeo, Henry Cimoli, le convence para aliarse con un prometedor aspirante a luchador, pero la pareja termina topándose con una siniestra trama de corrupción, destapada tras las misteriosas muertes de dos agentes de la Policía de Boston.

Determinadas partes del metraje son correctas e incluso la trama de fondo resultaría jugosa para un film policiaco pero, finalmente, se pierde por culpa de un tono banal, sin sentido, grosero y chabacano que arruina cualquier posible mérito. Pese a contar en su elenco con figuras de renombre y ofrecer varios destellos acertados en el ritmo, el regusto final tan solo puede calificarse de amargo. Amén de resultar huérfana de aspectos novedosos y virtudes originales, refleja además bastantes errores.

www.cineenpantallagrande.blogspot.com