Quienes sepan del valenciano Paco Inclán ya estarán familiarizados con tres rasgos muy suyos: un humor que fluye más deprisa que su respiración, un culoinquietismo que le propulsa a cualquier esquina del planeta y, lo más importante, una prosa que refleja con precisa flexibilidad cualquier destello que asaete sus neuronas. Inclán (1975) tiene una distancia ante el mundo reservada a quienes convierten el pensamiento crítico en ejercicio de inteligencia. El resultado, que se paladea de nuevo en Dadas las circunstancias, son textos, llámenlos autoficcionales, que les harán pensar y reír en Praga y en Berlín, en La Habana (un tercio del volumen) y en Veracruz, y hasta en la periferia de Vigo. Imaginen una historia disparatada. Por ejemplo, la del último hablante de erromintxela, romaní pasado por euskera. Pues Inclán la tiene. No sean tontos, no se lo pierdan.