Nicolás Melini es escritor, cineasta y uno de los autores canarios con mayor proyección nacional. Melini acaba de estrenar su última obra, El estupor de los atlantes, fruto de una residencia en Aix de la Provence, en Francia. De hecho, ya ha sido traducida al francés y editada por Desbois ( Le stuper des atlantes). "Hay firmado algún contrato de traducción más", adelanta.

Dos mujeres y su difícil relación centran la trama de El estupor de los atlantes

Aunque no lo parezca, esta es una novela muy a la contra de nuestra cultura, si entendemos el término cultura como lo que es, y no como lo que solemos creer que es. Solemos pensar que la cultura es todo lo relacionado con las artes, sin embargo, la cultura es más bien el sistema de nuestras creencias. Por poner un ejemplo claro y siguiendo a Jesús G. Maestro en esto, se ha dicho que la cultura es enemiga de la ciencia (la ciencia no es una creencia, claro). Hoy observamos cómo, si un dato obtenido científicamente no casa con las creencias de determinados grupos ideológicos, esto es, si el dato pudiera arrojar una interpretación políticamente incorrecta, el dato es negado por falso y el mensajero amonestado en redes y medios de comunicación. Desde ese punto de vista, cultura y ciencia se oponen. Y la cultura actual sale mal parada, puesto que tiende más bien hacia la estupidez y hacia la posverdad -mentiras emotivas-, una combinación que nos aboca a la superstición. Mi novela, aunque parezca una historia inofensiva, creo, no casa con ni se opone a nuestras creencias, ninguna de las dos cosas. Es literatura, y, por lo tanto, no le confiere a las creencias ese tipo de importancia, sino que trata de abrirse paso entre ellas y dilucidar algo que sea verdadero, algo que solo puede encontrarse un poco más allá de esa dialéctica maniquea y, por lo tanto, falaz, propensa a la demagogia. Una novela puede solo reflejar nuestras creencias o puede superarlas en busca de algo de verdad. Que El estupor de los atlantes se desmarca de nuestras creencias se nota en cómo la novela parecería, a priori, tener una serie de nichos de mercado posibles, y, sin embargo, ninguno de esos posibles nichos la toman y hacen suya, lo que es, me parece, un logro.

¿Por qué un logro?

Se trata de una historia de mujeres en la que la mujer es la única protagonista, sin embargo, quienes disfrutan consumiendo todo tipo de libros sobre la mujer -hoy todo un nicho de mercado literario que copa las mesas de novedades-, no parecen especialmente interesados en leerla. No tengo feedback de parte de ellos. Tal vez porque el libro se presenta como libro que aborda el tema de la mujer pero no lo hace declarándose partidario de las creencias establecidas; o, tal vez, simplemente, no se interesan porque el autor es un hombre -y los hombres, según la corrección, no deben ser escuchados cuando se habla de la mujer-. Cuando se trata de proselitismo sobre las luchas de la mujer, del hombre no se espera sino una adhesión escrupulosa. Ningún intento de perseguir algo de verdad, que es lo propio de la literatura, se puede esperar a través de esta postura o su contraria. Del mismo modo, este libro habla de dos mujeres que se aman, pero a las mujeres que se aman, previsiblemente, no parece interesarles leer esta novela (al menos yo no tengo feedback de parte de ellas). Acaso las mujeres que se aman piensen que no hay nada que un hombre pueda ofrecer al respecto de las relaciones de amor entre mujeres. Pero además, me consta que hay personas que rechazan leerla por tratarse de una historia en la que dos mujeres se aman o desaman, es decir, que también opera en contra, aquí, el sesgo reaccionario de los conservadores tradicionales. Estos sesgos, me parece, son limitaciones en la comunicación: son cortapisas, cortafuegos ideológicos propios de este tiempo y de nuestra cultura. Lo sexamos todo. Es un error. La literatura no tiene sexo. Cuanta más verdad se alcanza en un libro, menos sexable es lo que contiene.

El del género es un tema controvertido incluso para la creación.

La literatura es todo lo contrario que un stand up de comedia sobre la lucha de géneros, esa trivialización para echar unas risas con nuestras cosas a la que, por desgracia, se está pareciendo cada vez más la política y los debates públicos: resultan como una canción de Pimpinela en la que se ponen a cada lado -cualquiera que sean- los contendientes. Creo que en la novela hay dos personajes que merecen la pena. Y son femeninos, ahora sexaré yo. Y esto en una literatura, la escrita por autores de las Islas, que no me parece que haya producido muchos personajes femeninos de nuestro tiempo en los últimos años. Sin embargo, ello no reclama la lectura de quienes se identifican en Canarias con las luchas de la mujer. Nos encontramos con este tipo de contradicciones.

¿Y qué papel puede desempeñar la literatura en asuntos de actualidad y debate como el de los refugiados?

Conocemos la verdad de los refugiados mediante la literatura. No a través de la información y los medios de comunicación, sino a través de la fábula, las historias que contamos, la novela, el cuento: la ficción. La ficción es más decisiva -al ofrecernos la posibilidad de comprender el mundo- que la información. En América, América, de Elia Kazan (una película, sí, pero el buen cine siempre es buena literatura, solía decir el crítico de cine Ángel Fernández Santos), se encuentra ya mucho de lo que podemos saber de la emigración de los refugiados de hoy, sea cual sea su etnia, su país de origen o el lugar al que emigren. La película es de 1963 y, sin embargo, ahí está toda diáspora posterior. Qué decir de Lamérica (1994), de Gianni Amelio, los cuentos de William Saroyan sobre las familias de inmigrantes armenios en Estados Unidos, o, más recientemente, Señales que precederán al fin del mundo, donde Yuri Herrera nos habla de la frontera norte de México; o Partir, de Tahar Ben Jellow, y El pez dorado, de Jean-Marie Gustave Le Clézio, donde estos nos hablan sin contemplaciones sobre la emigración a Europa desde Marruecos. En El estupor de los atlantes, el tema de los refugiados es solo un ingrediente, una parte de nuestra realidad de europeos que los reciben bien, mal o regular.

La novela parte de una residencia de escritor que le ofrecieron en Francia, ¿cómo fue la experiencia?

Estuvo muy bien. Pude escribir a mi ritmo natural. Aix en Provence en primavera es una ciudad muy agradable. Escribía en cafés, despreocupado de todo.

Esta novela ha sido traducida al francés nada más publicarse pero se barajan ya otros idiomas para editarla, ¿no es cierto?

Sí, hay firmado algún contrato de traducción más.

Acaba de presentar el Festival Hispanoamericano de Escritores en la embajada de México de Madrid, que este año este país será el invitado ¿Qué nos puede adelantar?

Contaremos con al menos 25 autores mexicanos de una programación de casi 50 escritores entre españoles, españoles de Canarias, e hispanoamericanos. Trataremos temas literarios mexicanos. Es un gran país con una literatura extraordinaria, en gran medida desconocida por la mayoría de los lectores de España, porque, no sé si sabes, los sellos editoriales que publican a los autores mexicanos en México suelen ser Alfaguara, Planeta, etcétera, pero casi siempre les publican allí, en su demarcación, pero no en España, y así sucede con el resto de países hispanoamericanos. Del mismo modo, los lectores mexicanos desconocen bastante a los escritores españoles, pues, publicados en España por esos mismos sellos, rara vez los distribuyen en México u otros países de América.

Coordina además la colección de poesía de Ediciones La Palma, ¿qué papel cree que están jugando cantautores y youtubers

Colección La Palma de poesía no tiene nada que ver con cantautores y youtubers. Casi te diría solo eso. Pero trataré de extenderme un poco más. Ahora se piensa que cantautores y youtubers son algo así como el pueblo, y que los poetas representan el elitismo. Además, se cree que lo que es pueblo es bueno y lo que es élite es malo. ¿Qué simpleza?, ¿no? Los poetas a los que publico en colección La Palma son tan pueblo como cualquier youtuber o cantautor. Son gente como Milo De Angelis, Iván Cabrera Cartaya, Diego Sánchez Aguilar, Alba Sabina, Ismael Belda o Paolo Febbraro, grandes poetas. El papel que juegan youtoubers y cantautores parece ser más bien el de despistar a la gente. El periodismo suele desconocer la poesía. Resulta sencillo obviar ese desconocimiento recurriendo a youtubers y cantautores. En cuanto dejen de ser novedad, el periodismo recurrirá a otras cosas y la poesía seguirá donde mismo.