Camino de los 75 años, la serie Blake and Mortimer ha abandonado la línea clara para entrar de lleno en la más oscura. Y la idea ha sido luminosa. En El útimo faraón, los estirados investigadores británicos regresan a El Misterio de la gran pirámide sin salir de Bruselas, la auténtica protagonista de un delirante álbum en el que François Schuiten (1956), hijo y hermano de arquitectos, sólo arquitecto de fantasías gráficas, disfruta de sus construcciones majestuosas y de sus paisajes urbanos transgredidos.

Con Bruselas tomada por una energía de un insano tono verdoso, abandonada por la población salvo unos pocos grupos de resistentes, inundada por las aguas del Senne y habitada por monstruos del carbonífero, Shuiten celebra una fiesta gráfica en la que está felizmente acompañado en el color por Laurent Durieux, un diseñador gráfico e ilustrador belga que rehace posters de películas clásicas. La visita a www.laurentdurieux.com es un placer exquisito para los gozadores del cine y de la ilustración. Durieux y Shuiten coinciden en el mundo retrofuturístico de Verne, H.G. Wells y el diseñador Raymond Loewy.

En las 90 páginas de El ultimo faraón se acerca al grabado, casi al scratchboard, ese dibujo arañado con cuchilla a una lámina negra, y el color también traza redes y tramas en rostros y volúmenes, creando muchos matices sobre el verde radiactivo y se sitúa en el otro extremo de la paleta plano y alegre de Jacobs, el artista que iluminó los álbumes clásicos de Tintín y llevó a sus personajes a los países más exóticos y coloridos.

Hay muchas manos en esta reinterpretación valiente de los personajes. El guion es del director de cine Jaco van Dormael (1957) -Mr. Nobody y El octavo día- y de su cómplice el escritor y guionista Thomas Gunzig (1970). En términos argumentales, esta pesadilla con trasfondo de destrucción mundial nuclear se envuelve en un rollo esotérico de conocimientos secretos mantenidos a lo largo de civilizaciones y de energías telúricas que unen las pirámides del mundo para confluir en el Palacio de Justicia de Bruselas, un disparate arquitectónico real de una potencia desmesurada que domina toda la capital belga.

Pese a la diferencia visual, lo que sale es otro álbum apoteósico, fantasmal, onírico, operístico y pétreo, a todo lo que propendía Edgar P. Jacobs, pero mucho más más oscuro.

Blake y Mortimer es una serie que normalmente promete más de lo que da. Los guiones de Edgar Pierre Jacobs (Bruselas, 1904 - Lasne, 1987) pesados y lastrados por el exceso de texto y una narrativa torpona, sólo se movían por el delicioso encanto de sus dibujos y sus ambientaciones, que siguieron varios pasos más allá por el camino del realismo la escuela hergeana. Las 9 aventuras que dejó en 12 tomos quedaron durante 20 años en suspenso hasta que el dibujante Bob de Moor completó dibujo de Las 3 fórmulas del profesor Sato en 1990. Desde entonces, la serie fue continuada por guionistas muy superiores a Jacobs (Jean Van Hamme, Yves Senté y Jean Dufaux) y dibujantes que se sometieron al modelo con destreza y altura como Ted Benoit y André Juillard. Los remedos consiguieron mejores álbumes que los originales. En esta reinterpretación drástica y valiente se consigue la originalidad.