El dominio del tiempo es uno de los privilegios del poder, que se materializa de formas variadas, la más extrema la implantación de nuevos calendarios y las común la construcción por parte de quien gobierna de su hueco en la historia. Al análisis de estos procesos dedica Christopher Clark Tiempo y poder. Elige para ello cuatro momentos del pasado alemán, en cuyo estudio está especializado este catedrático de Cambridge y cuyo libro Sonámbulos fue uno de los grandes títulos publicados en el centenario del comienzo de la Gran Guerra.

Clark comienza por el caso del Gran Elector Federico Guillermo, que rompió con el pasado del pequeño reino de Brandenburgo y actuó como "una máquina de la historia que viró de rumbo y trazó su propio relato". Por contraposición el de Federico II de Prusia es un tiempo congelado en la historia, centrado en un rey que "levitaba en una inmovilidad filosófica y estaba en íntima comunión con los antiguos". De las tensiones entre "el impulso torrencial de los cambios políticos y sociales y las estructuras supuestamente permanentes y autonómas del Estado monárquico" saldrá la visión histórica de Bismarck. El peso del pasado en el nazismo, el cuarto momento del análisis de Clark, es menor del que suele atribuírsele. "El régimen de los nacionalsocialistas no se anclaba en la historia, sino en el tiempo no lineal de la identidad racial", sostiene el historiador. A través de esos cuatro períodos Clark muestra modos muy dispares del poder para acomodarse en el devenir del mundo.

El poder está también muy presente en la treintena de biografías con la que Juan Pablo Fusi, catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Complutense, aspira "a explicar, de forma fragmentada, la historia del siglo XX o, por lo menos, a plantear y entender perspectivas fundamentales del mismo". Ideas y poder empieza con Sigmund Freud y acaba con Isaiah Berlin. Algunas biografías vienen agrupadas para mejor compresión de su momento, como las del trío Lenin, Trotski, Stalin, o los emparejamientos de Jean Paul Sartre y Albert Camus y la "brutal amistad" entre Mussolini y Hitler. Un hábil trenzado de vidas e historia para dibujar el panorama del siglo pasado.

Bartolomé Yun Casalilla abre en Los imperios ibéricos y la globalización de Europa (siglos XV a XVII) la tercera vía entre la imperiofobia y la imperiofilia, la controversias cultural del año, que no es otra que la del rigor histórico. Catedrático de Historia Moderna en Sevilla, Yun rechaza la excepcionalidad de los casos de los imperios portugués y español y busca "entender cómo los imperios impulsaron la globalización anterior a la que aceleraría el capitalismo industrial desde el siglo XIX". Toma postura a la vez contra las "visiones anacrónicas" de los historiadores, que reconstruyen el pasado desde un paradigma actual, y contra "las lecturas muy pesimistas del pasado; sobre todo cuando se pierde de vista que los estados no necesariamente se construyen sobre la uniformidad y que hay modelos de desarrollo perfectamente coherentes".