Condenado un hombre de 73 años por corrupción de un menor migrante en Tenerife

La pena asciende a un año y seis meses de prisión y el pago de 1.000 euros

Palacio de Justicia de Santa Cruz

Palacio de Justicia de Santa Cruz / El Día

Santa Cruz de Tenerife

La Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife ha condenado a un año y seis meses de prisión a un hombre de 73 años por considerarlo autor de un delito de corrupción de menores del que fue víctima un interno en un centro de migrantes de La Laguna, al que debe pagar 1.000 euros.

Además lo ha absuelto del mismo cargo en relación con otro menor al no quedar acreditado que fuera perceptible que tenía menos de 18 años, a lo que se une la falta de documentación de los migrantes cuando llegan a la isla, mientras que del primero sí se aportaron pruebas médicas.

El hombre permanecerá en libertad vigilada a lo largo de cinco años y tiene prohibido ejercer cualquier profesión que esté relacionada con el contacto directo con menores, en caso de que la sentencia sea firme.

La Fiscalía lo acusaba de captar a las víctimas en el exterior de este recinto para luego abusar de ellos mediante tocamientos, después de que los trabajadores observaran que por las tardes, de forma regular, el encausado estacionaba en los alrededores a la espera de la salida de los internos.

Luego alguno de ellos se subía a su coche para volver a traerlos horas más tarde al mismo sitio, tras haberle hecho algunos regalos o invitarlos a comer.

Los jóvenes aseguraban que el hombre los llevaba de paseo y ofrecía dinero, ropa y objetos a cambio de mantener relaciones sexuales, a lo que uno de los menores siempre se negó pese a la insistencia del procesado.

En cuanto a la otra supuesta víctima, declaró que fue objeto de diversos tocamientos y en su móvil se encontraron conversaciones diciendo que deseaba verlo y reprochándole que después de comprarle el teléfono no había querido que se volvieran a encontrar.

El acusado entabló contacto con uno de los jóvenes, cuyos rasgos evidenciaban que era menor de edad, e intentó ganarse su confianza mediante la compra de ropa, zapatillas deportivas, invitándole a comer y dándole algún dinero.

Durante el juicio se aportaron diversos pantallazos de estas conversaciones de un terminal cuya propiedad reconoció el acusado, quien dijo que eran los internos los que se acercaban a él y a quienes intentaba ayudar dándoles comida, se ofrecía a llevarlos a la mezquita de Santa Cruz y negó cualquier contacto sexual.

También aseguró que siempre los trasladaba en grupo y que nunca estuvo solo con ninguno de ellos.

Una vez que el centro se enteró de lo que ocurría avisó a la Policía, que identificó al acusado fuera del exterior del recinto pero no pudo detenerlo al no existir indicios sólidos de que cometiera un delito.

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