Juicio por el homicidio de un hombre británico

Nadie controló la medicación del acusado del asesinato de su padre en Tenerife

La madre, la pareja del padre y los compañeros de trabajo no detectaron que Paul estuviera agresivo los días antes

Juicio al hombre que presuntamente mató a su padre en Los Abrigos

Juicio al hombre que presuntamente mató a su padre en Los Abrigos / E.D.

Nadie se ocupaba de controlar la medicación psiquiátrica asignada a Paul, el hombre acusado de matar a su padre al propinarle presuntamente 54 puñaladas en una vivienda de Los Abrigos, en el municipio de Granadilla, el 1 de julio de 2020. El ahora procesado por asesinato era el encargado de tomarse los fármacos que tenía diagnosticados por padecer esquizofrenia paranoide. Pero nadie de su entorno vigilaba que, de manera efectiva, lo hacía.

Así lo aseguraron ayer tanto la madre del presunto autor de dicha muerte violenta como la pareja de la víctima en la segunda sesión del juicio con Tribunal de Jurado que se desarrolla en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. El acusado afirmó que no se acuerda de nada, que quería mucho a su padre y que pedía perdón por lo ocurrido.

Los diferentes testigos que conocían a Paul antes de que ocurriera el trágico suceso también coincidieron en que en los días y horas anteriores al violento ataque no detectaron un cambio de actitud ni un comportamiento más violento de lo normal que denotara que iba a cometer un delito muy grave.

Localización

Los hechos ocurrieron a las 6:30 horas del 1 de julio de 2020 en un piso de la calle La Sirena. El entorno de la víctima y el acusado calificaron a éste como una persona tranquila y que huía de los episodios violentos. Manifiestan que sólo conocieron una posible discusión o pequeño enfrentamiento entre padre e hijo, ambos de nacionalidad británica, en las horas previas al asesinato. Al parecer, el progenitor pidió a su hijo que lavara los platos después de una comida. Pero el presunto autor del asesinato no le hizo caso y salió de la casa a fumar. Supuestamente, eso generó cierto malestar en el padre, porque esa tarea doméstica, al final, la debió hacer él.

Pero ni los compañeros de trabajo, ni la madre del acusado (que estaba en Estepona en el momento de los hechos) ni la pareja de la víctima recuerdan algún otro enfrentamiento entre las partes que pudiera provocar en Paul suficiente ira como para acabar con la vida de su padre.

Los dos primeros testigos fueron dos empleados de Simon, el varón que recibió más de medio centenar de heridas de arma blanca en su propio domicilio. Uno entró a trabajar a las 6:45 horas y el otro, a las 7:30 horas. Cuando llegaron a las dependencias de la empresa, ya estaba allí Paul. Se hallaba sentado en unos escalones de cemento y tenía un corte profundo en una mano.

Cuando le preguntaron qué le había pasado, Paul respondió que se había caído en el barranco situado entre Los Abrigos (Granadilla) y la zona de San Blas (Golf del Sur, San Miguel de Abona). Ambos testigos otorgaron credibilidad a esa respuesta del hoy acusado. Pero advirtieron de que la herida no tenía tierra ni piedras, sino que estaba «limpia».

Ambos sabían que el hoy acusado sufría problemas de salud mental y que debían tener mucho tacto con Paul al tratarlo cuando este pasaba temporadas de seis meses en el sur de Tenerife para estar con su padre y ganar dinero realizando tareas en la empresa de jardinería de este último. Simon informó a los dos empleados el 26 de junio de que su hijo llegaría al día siguiente a la isla, que volvería a trabajar con ellos, pero que no debían extrañarse si se balanceaba o hablaba solo. 

En torno a las 8:00 horas del 1 de julio, estos dos trabajadores, también británicos, le preguntaron dónde estaba su padre. La respuesta fue que se hallaba en su casa. Pero, aunque ambos testigos lo llamaron en diferentes ocasiones, Simon no respondió. Ante esa circunstancia, un empleado acudió en un vehículo hasta la vivienda de Simon, en Los Abrigos. En el trayecto, Paul pidió quedarse en la sede de la empresa o que lo llevara al domicilio de la pareja de su padre. El testigo le recordó al hoy acusado que debía llevarlo hasta el piso de Simon. Cuando Paul abrió la puerta y pasó al interior, el empleado accedió al inmueble y observó que la víctima yacía en el suelo con numerosas señales de haber sido atacado con un arma blanca.

El testigo bajó a la calle y llamó al 1-1-2 para que enviaran recursos de seguridad y emergencias. A los dos policías locales que llegaron en primer lugar a la calle de los hechos, el trabajador británico les dijo que había un hombre muerto y que lo había matado un varón alto, corpulento y «chico loco». Además, les advirtió de que todavía podía permanecer en el piso donde ocurrió el suceso.

Sin embargo, otro de los testigos afirmó poco después que el presunto autor no estaba en el domicilio de Simon, sino tomando café en la terraza de la pareja de la víctima, a unas decenas de metros del lugar donde se hallaba el cadáver. Cuando los policías locales y guardias civiles se aproximaron a Paul, este supo que venían a arrestarlo. Se levantó, caminó hacia la puerta de cancela de la terraza, se dio la vuelta y puso las manos en la espalda, para dejar claro que asumía su detención de forma tranquila y pacífica.

Primeros indicios

Los primeros indicios de que podía padecer una enfermedad psiquiátrica aparecieron cuando tenía 14 años, aseguró su madre. Pero la esquizofrenia paranoide se agravó a los 18 años. En los meses previos al confinamiento para evitar contagios masivos por el covid-19, su psiquiatra decidió bajarle la dosis del medicamento que tomaba de forma progresiva para ver si tenía una evolución positiva. Pasó de 600 miligramos a 125. Y la profesional sanitaria sugirió que no viajara. También advirtió a su progenitora que, pasada una semana, la llamara para saber si el cambio de medicación funcionaba. Sin embargo, tras esa reducción de la cantidad de fármaco y las primeras semanas de encierro preventivo en la casa de su madre, el estado de Paul empeoró de manera muy significativa. Según su madre, el hoy acusado se pasó semanas enteras sin dormir por las noches, caminando en círculo, sin apenas comer y hablando solo.

La madre trató de contactar con la psiquiatra en varias ocasiones y no lo consiguió. Cuando la progenitora pudo contar a la especialista en salud mental lo que le ocurría a Paul en mayo de 2020, logró que este volviera a tomar 600 miligramos del fármaco y que su situación mejorara. Según varios de los testigos, el ahora acusado pasaba seis meses en Estepona con su madre y otros tantos con su padre, en el sur de Tenerife. El 27 de junio viajó para reencontrarse con su progenitor. Tanto su madre como la pareja del fallecido coinciden en que Paul era una persona buena e, incluso, cariñosa, al que nunca habían visto meterse en una pelea, pues huía de las situaciones violentas. La frase «Paul siempre era Paul» se escuchó varias veces en el juicio, para insistir en que no sufría cambios relevantes en su estado de ánimo.