Hablar de José Antonio Luis Aguiar es mostrar el «arquetipo de criminal desorganizado». Así lo define el criminólogo tinerfeño Félix Ríos, quien señala que, desde hace décadas, la Criminología «ha consensuado que los asesinos no son ni completamente organizados ni completamente desorganizados, sino que, tienden más a un extremo que a otro, y José Antonio lo hacía hacia el segundo tipo». La extrema violencia de Luis Aguiar saltó a los medios de comunicación por el «macabro crimen de la pensión Padrón, en el que el 4 de enero de 2010 y, según recoge la sentencia, ató, estranguló y lesionó hasta la extenuación a Ángel Bermejo, un músico militar retirado. Mañana está previsto que comience el juicio por el asesinato de otra víctima, Adoración de la Cruz, y la Policía Nacional estima que esta mujer pudo morir seis meses antes que Bermejo.

José Antonio, que por aquel entonces rondaba los 40 años, se movía por los ambientes marginales de Santa Cruz de Tenerife y era un conocido del Albergue de la capital. En dicho lugar y otros enclaves cercanos, el citado individuo se ganaba la confianza de algunas personas que consideraba débiles, para luego «parasitar económicamente de ellas, y no dudaba en emplear, si era preciso, la amenaza y la tortura», explica Ríos.

Para el criminólogo, sin embargo, «una vez que cometía sus actos más graves, no era especialmente cuidadoso, llegando a improvisar el lugar donde se deshacía de sus víctimas». Abreu recuerda que, según la sentencia por la que ya fue condenado por asesinato, llegó a colocar entre varios colchones el cadáver de Ángel Bermejo. Y, según el escrito de calificación de la Fiscalía para el juicio que comienza pasado mañana, presuntamente descuartizó y metió en un petate a Adoración de la Cruz. Ambas personas tenían dos cosas en común. Una era que cobraban pensiones de la administración todos los meses y otra, que el contacto con sus respectivas familias era muy escaso o nulo. «Como en muchos criminales seriales, las conductas rituales no fueron ajenas a los crímenes cometidos por José Antonio, que llegó a inmortalizar sus trofeos usando su teléfono móvil», señala Ríos. Y es que esta última cuestión resultó fundamental en la investigación llevada a cabo por los agentes del inspector Roldán, entonces jefe del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional, quienes llegaron a contactar con un experto el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) para recuperar una de estas imágenes. Esta prueba y los restos de ADN, entre otras, fueron los ejes fundamentales sobre los que pudo girar la acusación contra José Antonio en el caso del asesinato de Adoración de la Cruz.

Como posibles factores que incidieron en la escalada delictiva de Luis Aguiar, Ríos menciona «una infancia marcada por la ausencia de sus padres fallecidos cuando él era un crío, y por la presencia de un tío que intentaba reconducir a su sobrino, llegando incluso a enseñarle artes marciales como forma de disciplina personal», Sin embargo, para el criminólogo, esta iniciativa pudo resultar, a la larga, «contraproducente y finalmente sirvió de elemento letal en los crímenes cometidos por José Antonio». Recuerda que, en alguna ocasión, llegó a utilizar una llave de estrangulamiento , conocida como mataleón para reducir a sus víctimas. Según Félix Ríos, una vez, «una mujer se libró por los pelos de morir en sus manos tras sufrir el citado mataleón, y que bien podía haber sido una tercera víctima en su historial delictivo».

En opinión de Ríos, posee «una mente atormentada y cruel, llena de patologías y con antecedentes vinculados al consumo de crack, todo un cóctel explosivo y un carácter tremendamente violento, con el que difícilmente pudo lidiar Alfonso Delgado, su abogado en el crimen de Ángel Bermejo, y con el que tendrá que bregar su actual defensor en el juicio por el asesinato de Adoración».

El criminólogo tinerfeño comenta que «este es el perfil del que bien podía haber sido uno de los asesinos en serie más letales de nuestra crónica negra». Cuando los agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional reunió las pruebas suficientes para atribuirle el asesinato de Adoración, ya José Antonio llevaba algún tiempo en prisión, condenado por el primer asesinato conocido de la pensión Padrón.