Este miércoles se celebró el juicio por el intento de homicidio de Míriam Cabrera, una mujer en Icod de Los Vinos que fue apuñalada por su entonces pareja el 11 de marzo del 2020 en el piso de la primera. El implicado le causó dos heridas en el abdomen y le realizó un corte en el cuello. Sin embargo, ninguna de las lesiones afectó a un vaso sanguíneo importante, por lo que la mujer perdió una gran cantidad de sangre, pero no falleció.

Tras dejarla por muerta en la casa, el hombre sacó 1.700 euros de la cuenta bancaria de la agredida y de su madre. Pocos segundos antes de recibir el violento ataque, la víctima le dijo al acusado que quería romper su relación, porque ya no soportaba más los celos y el excesivo control al que era sometida, ni las exigencias económicas del varón sobre su dinero y bienes, a pesar de que este no tenía un trabajo estable y quería solicitar créditos personales sobre la cuenta de la que ella era titular.

El fiscal delegado de Violencia de Género, José Luis Sánchez-Jáuregui, pide para el implicado 20 años de prisión, por el delito de asesinato en grado de tentativa y robo, una indemnización para la víctima de 40.000 euros y que compense con 87.000 euros al Servicio Canario de Salud (SCS) por los gastos que originó a dicho organismo del Gobierno canario. En la misma línea se posicionaron la acusación particular y el letrado del SCS, mientras que el abogado de la Defensa solicitó que se le condene por un delito de homicidio en grado de tentativa, pues no aprecia que en el ataque hubiera alevosía ni robo de dinero a la perjudicada.

La relación de pareja comenzó en agosto del 2019 y la convivencia se inició en enero del 2020. La afectada era el soporte económico, en base a los ingresos que obtenía por la gestión de dos viviendas vacacionales en Buenavista. Además, estudiaba Derecho. Cabrera explicó que, casi siempre, las discusiones eran por los celos, ya que el acusado, Santiago M.W., insistía en que la víctima tenía relaciones sexuales y sentimentales con otros hombres, incluidos el director del banco donde pidió una hipoteca para comprar el piso donde residían o algunos compañeros de Facultad. La afectada negó siempre que estuviera con otros varones. Y, de hecho, para evitar ese continuo acoso, era consciente de que, cuando se bañaba, el acusado le miraba el móvil sin su autorización por si detectaba alguna comunicación sospechosa. Otras veces, directamente, le pedía el terminal para revisarlo.

El 10 de marzo del 2020, Míriam detectó que Santiago presuntamente estaba intentando pedir un crédito personal sobre su cuenta, pero sin consultárselo a ella. Y eso supuso la gota que colmó el vaso. En las semanas previas, según relató en el juicio la perjudicada, al acusado le molestaba, por ejemplo, que ella acariciara a su gata, que estudiara o que fuera a comer con su familia, pues eso suponía tiempo que no le dedicaba a él.

Tras explicarle que quería romper su relación, Santiago no dijo nada. La víctima fue al baño a las 10:20 horas y, cuando se hallaba sentada, escuchó un fuerte ruido en la puerta y, poco después, se percató de que el varón le había clavado el cuchillo más grande de su cocina a la altura del abdomen. Cuando ella se intentó levantar, la tiró al espacio existente entre la tasa y la bañera. Durante un rato, el ahora acusado impidió que la mujer saliera al pasillo y pidiera auxilio o llamara a los servicios de emergencia. Varias veces, Santiago le repitió a la herida que no saldría viva de la vivienda y que no se esforzara por sobrevivir, según el testimonio de la perjudicada.

El diálogo con el agresor

A preguntas del fiscal, Míriam reconoció que el diálogo era su única arma para intentar seguir viva y trataba de convencerlo de que avisara a una ambulancia. Una vez, la dejó en la cocina y la víctima, a pesar del gran dolor que tenía, caminó hacia la puerta del piso y salió a la escalera. Sin embargo, el implicado salió tras ella, la agarró por el pelo y la metió de nuevo en el domicilio. Después le empezó a dar patadas y golpes a la mujer.

A pesar de lo que estaba pasando, la afectada le dijo que la dejara vivir, que a los sanitarios le diría que fue atacada por un extraño, pero que llamara a los servicios de emergencia. Sin embargo, la respuesta del implicado fue apuñalarla por segunda vez a escasos centímetros de la primera lesión. Eran las 11:00 hroas.

Después, los hechos se desarrollaron en el pasillo de la casa, donde la víctima se desplomó al tratar de llegar a una habitación. El presunto autor le puso un edredón y una manta para que el piso se manchara lo menos posible de sangre. Santiago limpió varias veces el cuchillo en el lavabo y el fregadero. Y también trató de quitar la sangre que cayó a la bañera y los azulejos.

Cuando la afectada estaba tirada en el pasillo, hubo una llamada desde el colegio para informarla de que su hijo tenía dolor de cabeza y que debía ir a recogerlo. Al teléfono contestó el agresor, quien aclaró que la madre no podía ponerse en ese momento ni podía ir a buscar al menor.

Como tenía la boca seca, le pidió que le diera agua, pero el implicado no se la ofreció. En cambio, él sí se bebió dos latas y media de una bebida energética ante ella. Y llegó a amenazarla con que, o le daba la clave de su tarjeta bancaria, o mataría también a su hijo cuando regresara del colegio. El individuo también le recordó los motivos por los que quería matarla. A su juicio, Míriam se acostaba con otros hombres, era una egoísta y no compartió con él la mitad de la propiedad del piso en el que residían. De hecho, según la víctima, hubo algún momento en que Santiago le llegó a pedir que pusiera la titularidad de la vivienda a su nombre íntegramente.

Una vez que tenía las claves de la tarjeta, le produjo un corte en el cuello, de lado a lado, de 15 centímetros de largo, y la dejó por muerta en el pasillo. De hecho, la agredida simuló que había fallecido y no respondió a los estímulos ni los golpes causados por el varón. Una vez que salió del inmueble Santiago, la afectada esperó 15 minutos y bajó a la calle San Francisco desde un tercer piso. Allí fue auxiliada por vecinos y personal del servicio de limpieza del municipio. Míriam señaló al culpable de los hechos y pidió que protegieran a su hijo, ya que ella pensaba que se iba a morir.

Policías locales de Icod y guardias civiles de Seguridad Ciudadana entraron en la casa y comprobaron que el autor no se hallaba en la misma, ni tampoco en la azotea del edificio. Después, el Equipo de Policía Judicial de la Guardia Civil del Puerto de la Cruz realizó gestiones y consiguió contactar con el individuo. Por la noche, hubo una pequeña negociación con el acusado y los agentes concertaron una cita con el mismo en una gasolinera de Icod. Santiago acudió de forma voluntaria y, nada más llegar, dijo a los investigadores que el arma usada en los hechos estaba en el coche que había usado y que también es propiedad de la víctima. Cuando era trasladado al puesto de Icod, el hombre reconoció que había apuñalado a su pareja de manera espontánea. Llevaba consigo 1.350 euros de los 1.700 que había sacado de la cuenta de la afectada horas antes.

En su declaración en el juicio, Santiago afirmó que apuñaló a su pareja porque esta tenía otra relación sentimental y negó que ambos discutieran también por asuntos de tipo económico. Aseguró que la persiguió hasta el baño y que, tras decirle "lo siento", la apuñaló por primera vez. También indicó que la víctima dijo que quería suicidarse, algo que la afectada negó de manera categórica. El acusado negó que amenazara a la mujer con matar a su hijo si no le daba las claves de su tarjeta ni que la advirtiera de que no iba a salir viva de allí.