Investigación
Un duelo no finalizado causó una "reacción emocional anómala" en el ladrón del cadáver de su madre en Avilés
El juez deja en libertad al investigado, con diligencias abiertas por violación de sepulcro: podrá visitar la tumba de San Cristóbal donde reposa el cuerpo de su progenitora, enterrada este domingo por segunda vez
Myriam Mancisidor / Covadonga Jiménez
El dolor por la pérdida "repentina" de su madre, una mujer nonagenaria, llevó a R. A. D. A. a desenterrar su cadáver, que descansaba desde el día de Nochebuena en el nicho familiar, en el cementerio de San Cristóbal de Entreviñas, en Avilés. Como consecuencia de este suceso, R. A. D. pasó la noche en los calabozos de la Comisaría de la Policía Nacional. El domingo a las 13.30 horas prestó declaración ante el magistrado titular del Juzgado de primera instancia e instrucción número 7 de Avilés, en funciones de guardia. El investigado, que se mostró colaborador, reveló "que solo quería comprobar que su madre había muerto de verdad", ya que el fallecimiento había sido repentino, por lo que se encontraba muy afectado, según fuentes judiciales.
Mostró arrepentimiento por lo sucedido y se comprometió a no volver a realizar actos en la tumba, que podrá visitar, si bien se tomarán medidas contra él en el caso de que vuelva a repetir acción contra el sepulcro. Tras escuchar su relato, el juez dictó auto de libertad. Las diligencias, no obstante, continúan abiertas por un posible delito de violación de sepulcro.
Cómo llegó R. A. D. A. a orquestar este suceso que roza lo "berlanguiano" se desconoce. Francisco Javier Panizo, sacerdote de San Cristóbal de Entreviñas, entre otras parroquias, explicó que los hechos ocurrieron alrededor de las cuatro de la tarde de este sábado. "Cuando llegué a la Iglesia a las cinco de la tarde para oficiar misa me vino una feligresa muy alterada. Decía que habían movido una sepultura, que estaba todo tirado y roto. Acorté la misa y fui a ver qué había pasado. El resultado es que habían roto un nicho y faltaba una persona recién enterrada", relata el sacerdote.
En el cementerio aún estaba la esquela con el nombre de la nonagenaria, viuda y madre de cuatro hijos, y dos ramos de flores: uno, de sus hijos y nietos; otro, de un conocido grupo folclórico de la ciudad. R. A. D. A. se lo llevó todo por delante para sacar el féretro, con un peso total estimado de unos setenta kilos como mínimo. El sacerdote puso entonces los hechos en conocimiento de la Policía Nacional previa llamada al 091.
"Tenía otras misas y una persona que me ayuda en la iglesia ayudó a los agentes a dar los datos de esta familia. Sobre la marcha fueron al domicilio de esta persona y allí encontraron a la difunta", cuenta Panizo, que considera que tanto R. A. D. como su madre son personas "queridas" en La Folleca, donde residieron juntos hasta el fallecimiento de la mujer.
R. A. D. A. sacó el ataúd, en primer lugar, del tercer piso de la batería nichos y luego la arrastró hasta el aparcamiento, donde lo llevó al coche con ayuda de un hombre que le advirtió de que "lo que hacía estaba mal". Luego circuló desde San Cristóbal a La Folleca, unos tres kilómetros, con el cadáver en el maletero. Una vez en casa, el hombre dejó presuntamente el cadáver sobre una silla en su domicilio. El féretro de madera presentaba importantes desperfectos.
"Él decía que habían sacado a su madre sin su permiso y que se la llevaba, me imagino que la policía interpretó que se llevaba a su casa", detalló Panizo de un caso que definió como "triste". Para los expertos se trata de un duelo mal gestionado. R. A. D. A. carece de antecedentes psiquiátricos.
"Me da la impresión de que vivía solo con su madre y eso desencadena una serie de acontecimientos interiores. Es triste y doloroso. Demuestra lo que una persona sufre para superar la perdida de un ser querido", contó el párroco de San Cristóbal, que agregó: "Ese hombre tuvo que sufrir mucho para hacer lo que hizo. La sacó de un tercer nivel de nichos él solo, rompió la estructura de la bovedilla (de ladrillo), sacó la caja, la bajó y la arrastró por el cementerio hasta su coche particular. Para hacer eso necesitó de una fuerza descomunal, y para llegar a ese nivel tiene que existir mucho sufrimiento".
La cosa no quedó ahí. Tras dejar a su madre fallecida de nuevo en casa, R. A. D. A. regresó al camposanto. "Saludó a la gente que estaba por allí y se dedicó a poner la lápida en su sitio, colocar las flores frescas y tirar otras", recalca. Luego fue detenido como presunto auto de un delito de profanación de cadáver. Pasó la noche en los calabozos de la Comisaría de Río San Martín tras pasar por los servicios de Urgencias del Hospital Universitario San Agustín. El equipo de Psiquiatría "consideró que no era necesario su ingreso" en el complejo sanitario.
Entre tanto, el cuerpo de la nonagenaria fue derivado al cementerio de La Carriona. El magistrado titular del Juzgado de Primaria Instancia e Instrucción número 7 de Avilés ordenó la identificación, reseña y foto del cadáver. Cerrados estos trámites y tras recibir en sede judicial a R. A. D. A., el juez permitió que se celebrará, de nuevo, por segunda vez en cinco días, un funeral por el descanso de la anciana avilesina, vecina de La Folleca. Fue a las 17.30 horas del domingo. No había nadie en el camposanto. Tampoco estaba su hijo. Volvieron a colocar ladrillos, mármol blanco y a reaprovechar flores aún frescas.
La Folleca, donde reside R. A. D. A. y a donde llevó el féretro con su madre fallecida tras desenterrarlo en el cementerio de San Cristóbal, es un núcleo formado por aproximadamente medio centenar de viviendas: algunas están habitadas de forma permanente, otras son de veraneo y algunas otras están siendo rehabilitadas en los últimos tiempos. A caballo entre Raíces (Castrillón) y Avilés, en La Folleca los vecinos se conocen todos. Nadie quería dar sus nombres. Ni salir en fotografías.
"Lo que no entendemos es cómo alguien que hace una cosa así –profanar un cadáver, en este caso de su madre– queda en libertad y puede volver a su casa. Tal vez esta persona lo que necesitaba era ayuda psicológica o psiquiátrica para superar lo que le está pasando", decían algunas voces en el pequeño núcleo, más agitado que cualquier otro domingo del año.
A juzgar por los expertos, un duelo no finalizado causó una "reacción emocional anómala" en el vecino de La Folleca que desenterró a su madre. "Tuvo que sufrir mucho para hacer eso", repetía una y otra vez el sacerdote Francisco Panizo, titular de la parroquia de San Cristóbal de Entreviñas, al ser preguntado por el insólito suceso que alteró el último fin de semana del año en el municipio avilesino. "Tiene que haber mucha adrenalina y sufrimiento", remarcó el párroco respecto al comportamiento de R. A. D. A.
Los expertos en psiquiatría atribuyen esa "reacción emocional anómala" a un duelo no finalizado. Fue el hecho de que el hijo se llevara a casa el cadáver de su madre. "Se ha quedado solo y no ha podido velar a su madre", continúan las mismas fuentes.
Había quien definía "de película de Berlanga" los acontecimientos del sábado por la tarde en el cementerio de San Cristóbal.
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