Siete supervivientes y un mismo relato. Las siete víctimas de Jorge Ignacio P. J. que salieron con vida después de que el presunto asesino en serie de Marta Calvo, Arliene Ramos y Lady Marcela Vargas pusiera en práctica con ellas el mismo modus operandi, la introducción de cocaína en roca, de alta pureza, por vía vaginal y anal, han venido a declarar ante los miembros del jurado –sin conocerse de nada ni haber coincidido nunca– prácticamente lo mismo, cada una con sus palabras y bajo el prisma de la experiencia vivida pero con un nexo común, ninguna de ellas le dio consentimiento para que les introdujera la droga.

Las dos últimas prestaron el lunes declaración y detallaron, como ya hicieron las anteriores, la introducción de la cocaína a traición, y volvieron a explicar una vez más que la ‘fiesta blanca’ que aceptaban cuando el putero contrataba sus servicios consistía en mantener relaciones sexuales y esnifar cocaína. "En ningún momento me dijo de introducir cocaína en la vagina o en el ano", dijo una. "No es impregnarte ni introducirte, es tener sexo, tomar alcohol y algo de cocaína", puntualizó la otra.

La octava superviviente finalmente no quiso declarar porque "prefiere renunciar antes que revivir la pesadilla" –sufrió dos intentos de suicidio a raíz de ello– y se ha retirado la acusación sobre este caso concreto. Con ello las acusaciones modificarán las penas que pedían inicialmente, aunque no afecta a la petición de prisión permanente revisable por tres asesinatos consumados.

La primera en declarar fue la mujer a quien localizó la Guardia Civil tras rastrear las últimas llamadas del sospechoso de la desaparición de Marta Calvo. Ella era la última persona con la que contactó el procesado justo antes de quedar con la joven de 25 años cuyo cadáver sigue sin haber sido encontrado.

La víctima relató con todo detalle el encuentro que tuvo con el acusado la noche del 24 de octubre de 2019 en un piso de Russafa. Cómo Jorge Ignacio sacó "una bolsa considerable con cocaína", que representó ahuecando ambas manos en forma de cuenco grande, y que pensó que con tal cantidad de droga tenían para muchas horas. Asimismo recuerda la insistencia de éste para que consumiera. Sobre si vio que él consumiera la cocaína, la testigo explicó que "al principio me pareció que sí que consumía, pero no estoy segura, porque hay gente que simula que se la mete y no lo hace", argumentó.

La mujer relató que empezó a encontrarse mal, "con sudoraciones, cada vez peor". Tras ir al baño y después de que el acusado negara haberle introducido nada, la testigo comprobó que tenía una roca de cocaína en el culo y tres de la vagina. "A mí como si te la rebanas, pero a mí me respetas", le dijo cuando el acusado se introdujo droga en el pene.

Pese a los intentos de la defensa para que la testigo se contradiga, la víctima se mantuvo firme en su versión, dado que es la única que ha vivido. "¿Tú estás bien de la cabeza? Con esto me matas de una sobredosis", le dijo cuando se percató de lo que estaba haciendo con ella.

La última víctima en contar su experiencia tuvo tres citas con el acusado, aunque las dos primeras fueron más de tanteo. Concretamente en la segunda cita trató insistentemente que la testigo consumiera, pero él puso como excusa que venía de un cumpleaños para no consumir. "Le dije que si él no consumía, yo tampoco, porque no me fío de que la cocaína lleve algo". Como no logró su propósito, "se enfadó y se fue".

La víctima recuerda que el acusado estaba "muy sereno, calmado, aseado, perfumado". "Si hubiera consumido mucho, huelen, y vienen más desaliñados. No tenía aspecto de ir colocado", argumentó, aunque Jorge Ignacio le dijo que "venía muy puesto".

Fue en la tercera cita, en un hotel de València, cuando le introdujo la droga en la vagina "mientras me tocaba. Lo noté porque empecé a sentir mucho calor y escozor", relató. Cuando se sacó las piedras, que "tenían el tamaño de un grano de uva", se estaban "como derritiendo", aseguró la víctima, mientras el acusado negaba con la cabeza, con gesto condescendiente.

Una vez lo hubo sorprendido introduciéndole la droga a traición mientras le hacía una felación, y tras gritar por la ventana pidiendo auxilio, la actitud de Jorge Ignacio no varió lo más mínimo. Con una calma, que la testigo asegura que le dio "mucho miedo", el acusado se negó a marcharse. "Se apoyó en la pared y me miraba con una frialdad absoluta, como esperando a que me pasara algo", apuntó. Al parecer, esperaba que experimentara los efectos de la sobredosis, esas convulsiones que sufrieron antes de morir Arliene o Lady Marcela, verdadero fin del presunto depredador.

Tras salir corriendo de la habitación, la única preocupación del acusado es que le devolviera el dinero que le había pagado. Una vez en la calle, un compañero de la víctima que lo esperaba en el coche se enfrentó verbalmente a él, y éste amenazó con zanjar el asunto con una "balacera", tiroteo. Por vergüenza para que nadie supiera a qué se dedicaba, la mujer no acudió al médico a hacerse ningún análisis, pese tenía "agotamiento, taquicardia y angustia en el estómago".

Testimonios desgarradores

La letrada Isabel Carricondo, abogada de la acusación que representa a una de las víctimas que declararon en el juicio contra Jorge Ignacio P. J., destacó ayer los "testimonios desgarradores" de las supervivientes. "Son mujeres que han estado prácticamente al borde de la vida y la muerte", remarcó, y aunque "la defensa les ha intentado dar vueltas, como todos los días, van a contar siempre lo mismo porque es lo que han vivido".