La mejor noticia que trajo el amanecer a La Palma fue comprobar que las llamas habían desaparecido en los municipios de El Paso y Los Llanos de Aridane. El trabajo de la noche para controlar el avance de los frentes había surtido efecto, en medio de unas condiciones extremas de calor –temperaturas máximas por encima de los 35 grados–, baja humedad y fuertes tachas de viento, el combustible perfecto para las llamas. Atrás quedó una larga madrugada que los vecinos y efectivos del operativo calificaron como «dantesca» y que se saldó con 30 viviendas dañadas, con mayor o menor grado. Tras quedar controlado ayer, el fuego deja un perímetro afectado de 10 kilómetros, pero por su particular característica urbana la zona más dañada se concentra en 300 hectáreas de huertas abandonadas y fincas, principalmente de aguacates y plátanos, situadas entre viviendas.

Nada que ver con los habituales incendios forestales que asolan las Islas. En ellos los medios saben a qué enfrentarse, pero en este de El Paso y Los Llanos, más urbano que forestal, hasta el olor es distinto: más goma y plástico quemado que madera. Ante estas circunstancias, los efectivos realizaron una labor «titánica» para minimizar las pérdidas en las propiedades, como explica el jefe del Parque de Bomberos Voluntarios de Guía de Isora, Paco Ruiz, que se desplazó con otros tres compañeros a La Palma y se integró en el contingente de una veintena de efectivos del Consorcio de Emergencias de Tenerife.

Llegaron a La Palma ya con la noche avanzada del martes al miércoles e inmediatamente se pusieron a disposición de la dirección de extinción. Paco y su equipo se dirigieron a una zona de matorral bajo entre casas, donde su función fue la de defender las viviendas. «Atendimos varias casas y las salvamos», destaca el bombero, que se muestra sorprendido por los muchos rebrotes provocados por el viento en los que tuvieron que actuar. «No había manera de apagarlos, ya que cuando conseguías controlarlo en un lugar las pavesas saltaban y se iniciaba en otro lado». «Fue una cosa increíble, de locos».

Y es que cuando el equipo que dirigía Paco terminaba de defender una posición y avanzaba hacia otra, «por el camino nos encontrábamos nuevos rebrotes de la nada, que nos obligaban a pararnos y a seguir trabajando». Así, este y otros 150 operarios dedicaron toda la noche para defender lo que al amanecer pudieron visualizar de modo general para ser conscientes del lugar al que habían llegado en plena noche. Paco no había visto antes nada parecido. «La gente lo pasó muy mal».

Horas de mucho miedo

En uno de esos puntos calientes, Eustaquio ve pasar a los operarios . Este vecino de 86 años de la zona de Malpaís se muestra sorprendido de que el fuego haya llegado hasta esta zona del municipio, donde pensó que precisamente el terreno rocoso y la escasa vegetación serían una defensa. Eustaquio, o Rai como lo llaman sus conocidos, no fue ajeno al miedo que vivió su familia y sus vecinos, y aunque con ayuda consiguió salvar su vivienda, el humo asfixió a nueve de sus gallinas. Pudo salvar eso sí a dos ovejas. Lamenta que los terrenos están abandonados «porque los jóvenes no quieren trabajar», lo que facilitó que el fuego avanzara rápidamente ayudado por el viento.

En el mismo camino, ya en la calle Taburiente, otro vecino, Juan, se lamenta de que «aquí fallan muchas cosas». Comenta que «la primera es el protocolo», que dice no entender. Para este palmero es fundamental que se desalojen a las personas mayores, personas con dificultades y niños, pero pone de relieve que «quienes podemos defender nuestras casas debemos quedarnos». Juan también señala a los propios dueños de las viviendas y fincas: «Si cada propietario hubiera estado en su casa y fuera consciente de la importancia de tener sus terrenos limpios se hubieran salvado la mitad». La noche la pasó con «miedo». Cuenta que su casa es la herencia que dejó su padre. Fue evacuado al Recinto Ferial de El Paso pero aclara que se buscó la vida para volver. «En ese rato ya el cuarto de lavadoras estaba ardiendo», detalla. Lamenta Juan que su madre tiene que pagar una contribución superior a los 600 euros por su vivienda, mientras su vecino, cuya parcela es rústica, «paga muchísimo menos y encima la tiene llena de basura». Eso provocó que durante toda la noche ese terreno fuera «una amenaza» para su propiedad, teniendo que estar constantemente baldeando para apagar los rebrotes. Si no hubiera regresado, «hubiera perdido todo».

José Ángel también es vecino de la calle Taburiente. A media tarde aún tiene la cara manchada con las marcas oscuras de una noche de lucha contra el fuego. El incendio arraso su cuarto de herramientas y llegó hasta la puerta de su casa y las ventanas. Afirma haber pasado toda la noche «con miedo», pero no cejo en ayudar a los vecinos, «y los vecinos en ayudarnos a nosotros» para conseguir controlar la situación. Incluso tuvo que ser atendido porque el humo le afectó a los ojos. A pesar de ello sigue en la zona para actuar en caso de que el fuego rebrote en algún punto cercano.

«No vi nada parecido»

Como el resto de sus vecinos se muestra sorprendido de que el fuego llegara tan lejos ya que, en sus 46 años, «no había visto nada parecido». Durante la noche lo acompañó José Miguel, que tampoco pensó ver nunca «el fuego tan abajo». José Miguel pone de relieve que la zona es prácticamente de malpaís, pero lamenta que «el problema es que hay mucha vegetación seca y solares abandonados». «Esto antiguamente no sucedía porque había gente que vareaba las almendras y limpiaban el terreno para recogerlas y eso ya no se practica», apunta, para señalar también a la gran cantidad de maleza y residuos como el combustible que hizo posible que el fuego avanzara tan rápidamente. También destaca la solidaridad de todos los vecinos, que a pesar de no contar con suministro de agua ni luz eléctrica emplearon todos los medios a su alcance para defender todas las viviendas.

José Miguel también sufrió pérdidas en herramientas que valora en torno a los 15.000 euros, además de «media casa» que fue arrasada por el fuego, placas solares y baterías. El tercer miembro de esta cuadrilla de voluntarios es Jacob. Se da la circunstancia de que este protagonista vive en la Recta Padrón, junto frente al punto donde se inició el fuego en el kilómetro 22 de la carretera que une las comarcas de la Isla. Él fue uno de los primeros vecinos en alertar a los servicios de emergencia a través del 1-1-2. Desde allí, en la zona más alta del incendio, fue avanzando junto al frente ayudando a todos los vecinos que lo necesitaban. Jacob se refiere al tiempo como el verdadero causante de los grandes daños que provocó el fuego, ya que dice que «hacía imposible parar el avance de las llamas», que «iban saltando de un lugar a otro». Atrás deja una jornada completa de lucha contra el fuego, no sin algunos sustos como las explosiones de bombonas de gas butano en las viviendas afectadas, «lo que hacía que el incendio fuera más peligroso», señala.

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Incendio en La Palma

En el bario de Tendiña

Otra de las zonas afectadas fue el barrio de Tendiña. Allí los vecinos corrieron distinta suerte. Mientas Cristo vio cómo el fuego llegó hasta la puerta de su casa, Jesús lo vio pasar a un centenar de metros. Cristo pasó toda la noche vigilando que no se reavivara el fuego en su casa, controlando los alrededores y comprobando que no quedaron focos activos. Destaca que a primera hora de la noche pasó una cuba refrescando la zona, pero que el resto de la noche tuvieron que ser ella, su marido y sus dos hijos los que se mantuvieran alerta. Perdió aguacateros, viñas y mangos, así como también todo lo que rodeaba su casa. Cristo admite que se sintió «desvalida», ya que todos los vecinos tuvieron que defender solos sus casas. Incluso, durante el día llegaron a subirse a las azoteas para con chalecos reflectantes hacer señales a los medios aéreos para solicitarles que hicieran alguna descarga en la zona, mientras con sus mangueras hacían frente a las llamas. Atrás quedó una noche que calificó de «horrorosa». «Es triste ver cómo eran antes los alrededores de nuestra casa y cómo han quedado ahora». Logró evacuar con sus propios medios a sus padres mayores y regresó para defender la casa.

Por su parte, Jesús también vio cómo el fuego rodeó la casa de su madre. «Tuvimos la suerte de salvarnos», aclara. «Hasta las proximidades de la vivienda se acercaron unas cuantas ascuas que pudimos apagar gracias a que estábamos aquí», destaca. Jesús resalta la solidaridad de todos los vecinos, lo que les dio una noche «un poco más tranquila» que en el resto de barrios de la zona baja de El Paso, con «sólo un foco que pronto pudimos apagar». Para Jesús «el día fue lo peor», ya que «el fuego llegó en un minuto de 500 metros hasta delante de nuestra casa».

Además de viviendas y fincas, también se vieron afectadas algunas empresas. Es el caso de Palmaflor, una empresa dedicada a la floristería, decoración y ornamentación. José Antonio, uno de sus propietarios, relata que el fuego devastó una parcela de 400 metros. Se llevó por delante la zona de cultivo, además de la de almacenaje de macetones y productos de jardinería, que «se quemó o se rompió por las temperaturas».

Daños en Palmaflor

José Antonio apunta que solo la nave quedó en pie, con apenas afección, mientras que en la zona del vivero de plantas «no quedó sino las tuberías del invernadero». Para él es imposible cuantificar las pérdidas. Espera la llamada del perito del seguro para poder acercarse al lugar y, aunque afirma que «no queremos que nos regalen nada», también lamenta que «peligran los puestos de trabajo».