Canarias sigue en la mesa de operaciones de los Pink Panthers. La misión conjunta realizada por unidades de elite del Cuerpo Nacional de Policia y Guardia Civil en Tenerife y Gran Canaria, saldada con cuatro arrestos, confirma que los Panteras Rosa, la mayor banda de ladrones del mundo, mantienen abierta su agenda delictiva en el Archipiélago: su actividad criminal se ha diversificado con el tráfico y comercialización de grandes cantidades de estupefacientes. Esa fue la vía que tomaron los investigadores para lograr descabezar en Adeje y en la capital grancanaria a unos delincuentes que están conectados con el clan Skaljari (una red mafiosa cuyas violentas ramificaciones se extienden desde la ciudad de Montenegro) y, por consiguiente, en el entorno más próximos de los temidos Pink Panthers.

¿Quiénes son?

La génesis de los Panteras Rosa está entre los excombatientes de la Guerra de los Balcanes. Muchos de ellos formaron parte de la Guardia Voluntaria de Serbia, conocidos como los Tigres de Arkan, que llegó a liderar Zeljko Raznotivic en varios episodios bélicos desarrollados en Croacia (1991-1992), Bosnia y Herzegovina (1992-1995) y en la Guerra de Kosovo (1998-1999). El núcleo primigenio de esta estructura lo conformaban los supervivientes de los grupos de paramilitares (llegó a contar con unos diez mil efectivos) que se reciclaron en el mundo delincuencial cuando se redibujaron las fronteras del mapa de la antigua Yugoslavia. Sobre todo, después de que un Tribunal Penal Internacional confirmara una condena 1997 en contra Raznotivic por crímenes humanitarios, tras considerarlo como el responsable de una limpieza étnica derivada de las masacres de Bijeljina y Zvornik, ambas fechadas en 1992.

Los más próximos a Zeljko Raznotivic, alías Arkan, desaparecieron sin dejar rastro –en muchos casos cambiaron de identidad y de rostro gracias a la cirugía estética– hasta que la Interpol empezó a tener noticias de las operaciones de una banda criminal integrada por exyugoslavos que, poco a poco, fue tomando el control de los negocios más oscuros que se planificaban en el continente europeo. Sobre todo, comezaron a cobrar fama mundial por la magnitud de unos robos perfectamente ejecutados y por la alta cuantía de unos botines dominados por los diamantes y las gemas.

Fueron unos expertos de la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) los responsables de asignar a los primeros ladrones de esta banda un epígrafe asociado al personaje del Fantasma (David Niven) que tiene como objetivo robar una valiosa gema en la trama de la película La Pantera Rosa, aunque a diferencia del guion diririgido Blake Edwards, en la vida real había más de un delicuente, concretamente, un ejército de malechores procedente de Bosnia, Croacia, Montenegro y Serbia. La primera camada la formaron los autoproclamados como los «hijos de la guerra de los Balcanes» (1991-2001).

La ciudad montenegrina de Podgorica se convirtió en la cuna de unos audaces ladrones. La precisión con la que ejecutaban sus acciones provocó que muchos empezaran a compararlas con «obras de arte» para hacer dinero de manera ilegal.

En una de sus primeras cartas de presentación recurrieron a una escena de El regreso de la Pantera Rosa –ocultaron un diamante en el interior de un frasco de crema de afeitar– para cometer un robo en Londres valorado en medio millón de libras esterlinas. Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Y es que el vértigo es una de las características principales de una banda cuya presencia ya fue detectada en Canarias en 2016: la Policía arresta a dos asaltantes de la joyería Saphyr meses después de que otras dos Panteras Rosas fueran capturadas en los exteriores de un establecimiento del paseo de Gracia de Barcelona que acababan de desvalijar.

Un código de honor

Policías de todo el mundo atribuyen a los Pink Panthers Gang casi medio millar de robos por valor de más de 500 millones de euros en 35 países. Pase lo que pase, una de las primeras reglas que aprenden al ingresar en la organización tiene que ver con la importancia de guardar silencio: no delatar a un compañeros, cumplir la condena que toque y ser recompensado económicamente por ello (el dinero se convierte en un aval disponible al recuperar la libertad o es gestionado por personas de confianza del preso).

Otra manera de asegurar este silencio es tan sencilla como desconocer la identidad de la persona que dicta las órdenes, el número de integrantes de la organización –los equipos de asalto se montan con tres o cuatro delincuentes– o los frentes que tienen abiertos en cada país (asaltos a establecimientos con artículos de lujo, operaciones de droga, tráfico de armamento)... Los Pink Panthers está organizados por jerarquía, pero la opacidad es cada vez más intensa a medida que se escala en dirección a los niveles superiores.

En el caso del grupo desactivado en las Islas –Tenerife y Gran Canaria– todo apunta en dirección a una poderosa red de drogas. Esa es la sensación que deja una investigación en la que aún existen numerosos mensajes encriptados –términales móviles y ordenadores– asociados con la presencia en Canarias de uno de los pesos pesados del clan Skaljari.

Aunque una de sus premisas es limitar la presencia de «extranjeros» (así se refieren a los no nacido en la antigua Yugoslavia) al mínimo en la banda, los Pink Panthers son especialistas, al igual que los grandes clanes mafiosos internacionales, en pasar desapercibidos en zonas turísticas como las que oferta Canarias.