A partir del confinamiento por la pandemia del coronavirus, el tráfico de sustancias estupefacientes ha sufrido su particular nueva normalidad. Y Canarias se encuentra en el epicentro de esa novedosa situación. Su posición geoestratégica, el archiconocido eje tricontinental entre América, África y Europa, le convierte en punto de paso para el narcotráfico que, desde hace un año, busca nuevas vías de negocio. El primer alijo pudo suponer una sorpresa: en septiembre del pasado año se interceptaron cuatro veleros a la vez con 35.000 kilos de hachís que eran transportados hacia el sur. Con los meses se ha confirmado esta nueva vía, la denominada ruta del Atlántico con embarcaciones que portan grandes cantidades de esta droga hacia Mauritania, Senegal o Guinea Conakry con objetivos varios como introducirla en Sudamérica, donde el valor del hachís es sensiblemente superior al de Europa; el intercambio por cocaína o su traslado hasta el viejo continente a través de Libia para financiar así grupos terroristas. Sea cual fuera el objetivo, las delegaciones antidrogas de Vigilancia Aduanera, Guardia Civil y Policía Nacional en Canarias han conseguido propinar durante los últimos diez meses cuatro golpes al tráfico de esta sustancia, el último el pasado martes, con la interceptación de 80.500 kilos.

Los investigadores reconocen que aquella primera investigación les cogió por sorpresa. Tenían sospechas de que podía haber organizaciones trasladando el hachís desde Marruecos, el principal país productor de resina de cannabis en el mundo, hacia el sur del continente africano. En la operación denominada Goleta Gratil se esperaba que la droga, una vez cargada frente a las costas atlánticas norte del reino Alauíta, pusiera rumbo norte. Pero los veleros hicieron lo contrario. El amplio dispositivo, donde incluso actuó el Buque de Actuación Marítima (BAM) Meteoro de la Armada, permitió abordar al mismo tiempo cuatro pequeñas embarcaciones a vela de donde se sacó hasta 35 toneladas de hachís, 21,5 de ellas en las Islas.

«Era una investigación que nos tenía un poco sorprendidos», indica una fuente de la Unidad y Crimen Organizado (Udyco) de la Jefatura Superior de Policía de Canarias. «Está bajando», comentaron entre los agentes al ver la derrota de los barcos, pero prefirieron esperar ante la previsión de que en algún momento cambiara de trayectoria hacia la Península. La tripulación, en cambio, siguió hacia el sur. «A raíz de ver determinadas cosas, vas atando cabos. Empiezan a coincidir con algunas informaciones que teníamos. Quedó claro que coincidió con lo que ya habíamos escuchado», añade. Para Carlos Moreno, jefe regional de Vigilancia Aduanera en Canarias, aquel operativo fue «importantísimo». Supuso el primer indicio de la nueva ruta del Atlántico, que acabó con la desarticulación de una organización de narcos de nueve personas, siete de origen búlgaro y dos rusos.

Aquella era la primera semilla para seguir la pista a otras embarcaciones sospechosas. No obstante, como explica Moreno, Canarias se encuentra en una «posición geoestratégica fantástica para el comercio internacional», que la convierten en un lugar ideal para el paso de todo tipo de mercancías, también las ilícitas. Hasta ahora se habían detectado barcos repletos de cocaína vía Sudamérica - Europa. O contenedores con cientos de kilos de esta misma droga que habían salido de Brasil con destino a la Península mezclados entre carga lícita sin el conocimiento de sus propietarios, el conocido como gancho ciego. Todo relacionado con el polvo blanco, quedando el hachís rezagado a operaciones menores, introducción de decenas de fardos vía marítima a través de zódiacs, pateras o pequeñas embarcaciones para el consumo local debido a la cercanía con Marruecos.

Las sospechas de la nueva ‘senda’ de la droga se acrecentaron a finales del año pasado. 28 de diciembre, la patrullera Sacre de Vigilancia Aduanera, con base en el Puerto de La Luz, aborda a 180 millas al noroeste de Gran Canaria el buque Cyklop 1. Sus cinco tripulantes a bordo transportan 18.000 kilos en la cubierta, a la vista de cualquiera que se aproximara, frente a la costas marroquíes y con rumbo sur. Era la denominada operación Gigante. Y se reafirmó el 28 de marzo con la investigación bautizada como Avios: el pesquero Albatros era interceptado con 18.985 kilos de hachís a 170 millas al suroeste de Gran Canaria. Los tres tripulantes, de origen ucraniano, fueron arrestados. Se convirtió en el mayor alijo interceptado en la historia de Canarias en una sola embarcación.

Entonces faltaba por saber adonde se dirigía esa droga, cuál era su destino final. Hay varias hipótesis, todas válidas y ninguna confirmada por completo aún. La oficial dada por los tres cuerpos esta semana apunta a que la nueva ruta sustituye a la tradicional del Mediterráneo Oriental que es utilizada para trasladar el hachís desde Marruecos hasta, presumiblemente, Libia para después ser introducida al continente europeo. Ante el incremento de las operaciones policiales en esa zona, la teoría que ahora se maneja es que las organizaciones buscan vías marítimas más seguras, por lo que se sospecha que la sustancia intervenida tiene como destino presumible a Guinea Bissau, Guinea Conakry, Sierra Leona, Senegal., «donde sería alijada para su posterior traslado por tierra, atravesando el continente africano por la ruta del Sahel, con destino presumible a Libia y posterior entrada al continente europeo», informaron los tres cuerpos en un comunicado.

Moreno indica, en este sentido, que las altas cargas de los barcos aprehendidos tiene sentido por las mermas que pueden sufrir los narcos durante todo ese trayecto descrito por los cuerpos. «El pasillo del Sahel es complicado», comenta, en relación a la inseguridad del desierto por la acción de organizaciones terroristas como el yihadismo. «Por el camino van sufriendo pérdidas y a lo mejor llegan al Mediterráneo con nueve toneladas en vez de 22». Aún así, «tienen una ganancia» que les compensa alargar el trayecto por el Atlántico.

Otra de las tesis se orienta hacia un mayor consumo de la resina del cannabis en países del continente sudamericano. «Parece que es una droga de moda ahora en parte de Brasil», apunta Moreno. «Los precios son muy superiores a los de Europa», precisan fuentes de Udyco, que hacen unos cálculos aproximados de cómo es la situación actual del mercado: «Un kilo de hachís directamente en Marruecos puede salir 300 euros el kilo; en el Archipiélago el precio que está durante este semestre es de 1.980 euros el kilo. Hace años, en América se pagaba a 3.000 euros el kilo», un precio que con el paso del tiempo ha podido conllevar un incremento considerable de su precio que lo aproxime al de la cocaína.

Es ahí donde entra la tercera de la hipótesis. Las fuentes del Udyco continúan con la explicación: «El hachís, al tener un precio superior, es muy buena opción de financiación para la introducción de cocaína». Con el intercambio de una droga por la otra, que, como indica estas fuentes, «no es 1 kilo por 1 kilo» ya que el precio de la cocaína, pese a ser más barato en Sudamérica, sigue siendo superior al del hachís; los dueños del hachís consiguen pagar parte de la mercancía. Esa permuta conllevaría que las embarcaciones desembarcarían el hachís en puertos sudamericanos para después cargar la cocaína y proceder a su traslado al hemisferio norte.

En todo este entramado vuelve a salir la situación geoestratégica de las Islas. Las organizaciones también buscan en el Archipiélago una base logística de sus operaciones dada su cercanía de Marruecos y el paso de la conexiones marítimas Sudamérica - Europa. Una fuente del Equipo de Investigación Contra el Crimen Organizado (ECO) de la Comandancia de la Guardia Civil en Las Palmas resalta que hay redes, «sobre todo de Europa del Este», que «utilizan la posición geográfica de las islas para una parada estratégica, tanto de salida hacia Sudamérica para víveres, posibles averías, recoger tripulación que llega en avión para despistar a los investigadores, como el regreso desde Sudamérica para la introducción primera en Europa como también para la solución de problemas después de la gran travesía».

Para intentar reducir este tráfico, desde las tres instituciones se resalta la colaboración entre ellas. «El incremento de los alijos se debe a la fuerte coordinación existente de los cuerpos y en la sofisticación de los medios», inciden desde la ECO, que además añade la colaboración internacional «con agencias extranjeras tipo la DEA estadounidense o la NCA británica». «Afortunadamente, la coordinación es buena», apostillan desde la Udyco. Esa colaboración permitió interceptar el pasado martes el buque Odyssey 227, con cinco tripulantes, cerca de Fuerteventura con 22.115 kilos de hachís. Se convirtió en la mayor operación contra el tráfico de esta droga en la historia de Canarias. Por ahora.