Para vivir una tragedia semejante a la que está viviendo estos días Artenara desde que el pasado martes de la Inmaculada murieran cuatro miembros de una misma familia hay que remontarse a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando en el lugar conocido como La Asomada cayó parte de una cueva en obras matando a tres personas, un padre, su hijo, que llevaba una carretilla sacando escombros, y un trabajador.

Pero ni siquiera con semejante desgracia, el pueblo cumbrero recuerda en su memoria un golpe tan atroz. Por el número de fallecidos, por las circunstancias del accidente, y por el nombre de una gran familia que, desde abuelos a nietos, han formado parte de una cadena hoy partida por uno de sus eslabones más relevantes.

El asturiano José Iván García Buelga y sus hijas, Marta y Rita García Bolaños, recibirán sepultura en la tarde de hoy sábado en Artenara, mientras que el piloto británico Rich Addicot, también fallecido y esposo de Rita, lo será próximamente en su tierra natal.

Todos ellos forman parte de la última generación de una saga fundamental para el desarrollo de la economía moderna de la localidad, la que, según el cronista del municipio, José Antonio Luján, llevó al pueblo a elevar sustancialmente su calidad de vida cuando el abuelo de Marta, Rita y Raquel, ésta última la única que queda hoy con vida de ese núcleo familiar, empezó su vida empresarial como comerciante ambulante.

Casado con Margarita, “otra mujer ejemplar, muy prudente y trabajadora”, las iniciativas de Elías, que también llegó a ser concejal del Ayuntamiento y a constituir una funeraria, hicieron posible el paso de la cocina de leña a la de gas, y el de dormir en los primitivos jergones de rellenos de pinocha a hacerlo en los modernos colchones Flex, “con la fórmula de ya me lo irá pagando cuando buenamente pueda”, algo por lo que no solo era conocido en Artenara, sino en toda la cumbre grancanaria, según apostilla un gran amigo de Marta y Rita.

Todo esto mientras la abuela Margarita, a la misma que fueron a ver los cuatro hoy desaparecidos, alternaba la crianza de sus cuatro hijos, Pepe, Julián, Mary y Lucía, con la ordeñada y la elaboración de queso todas las tardes en la finca de Las Lajas.

El eslabón roto de Artenara

Asegura el cronista que la calidad humana y profesional de Marta, Rita y Raquel es consecuencia directa de la formación y el saber estar que recibieron de la raza. Y de un espíritu emprendedor que también viene de sangre.

Como el que heredó su tío Pepe Bolaños, que tuvo la iniciativa de fundar el restaurante La Esquina, en plena plaza del pueblo, así como la única gasolinera de Artenara, y que además tuvo por un tiempo la adjudicación del famoso restaurante La Cilla, todo esto tras trabajar en una plataforma petrolífera en el Golfo de Guinea. Su otra tía, Mary, también tiene su ascendente en el pueblo, como parte del área de Asuntos Sociales del municipio, mientras que Julián, hoy trabajador de Medio Ambiente, también fue concejal y comerciante, además de seguir manteniendo la finca Las Lajas, donde sus dos sobrinas echaban algo más que una mano cuando la faena lo requería.

Queda Lucía, la otra hija de Elías y Margarita, madre de Marta, Rita y Raquel, “y que murió demasiado pronto, cuando las niñas aún eran pequeñas”.

Esa orfandad prematura hizo que tanto sus tíos como el pueblo “las arropara y protegiera con especial atención como siempre se debe hacer en estos casos”, añade uno de los amigos de las tres hermanas, creando un vínculo irrompible desde entonces, del que ni siquiera Raquel, que vive en Asturias desde hace años, se ha movido un ápice.

Mirada a la cumbre

Nunca han apartado un ojo de su pueblo natal”, añade, “nunca han abandonado su mirada a la cumbre, y desde que hubiera un acto, una fiesta, o una feria, allí subían a ayudar a su tío Julián, que junto con sus hijos han seguido con su ganado de cabras y la industria quesera. Allí estaban ellas, Marta y Rita, lo mismo en un taller de quesos que colaborando en la finca en los quehaceres, daba igual que si cuidando baifos que ayudando en los restaurantes”.

Sin olvidar a la figura de su padre, José Iván, un asturiano que también se asimiló al paisanaje cumbrero como un artenarense más, y que como mecánico naval no solo era una aportación más de ayuda en lo que se terciara, sino además altamente cualificada.

“Sinceramente”, añade, “daba gusto verlas, sociables, con ideales…, y formando parte de una pandilla con otros jóvenes de su edad que lograron entre todos mantener esa fuerte amistad con el paso de los años”.

A eso añaden sus estudios, “buenas las dos, conocedoras como todos los que nos criamos lejos de los centros escolares de estudios superiores del esfuerzo y sacrificio que supone el tener que irte a vivir lejos”. Marta era diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y Rita logró titularse como ingeniera informática, y como tal trabajaba en la empresa Ovo Energ tras su paso por la firma Lopesan como programadora.

Bandera a media asta en el Ayuntamiento de Gáldar. LP

Su pérdida va algo más allá del común de los decesos. “En un pueblo como Artenara lo que mantiene viva a su escasa población son los potentes nexos familiares y de amistad. La juventud es el lazo de unión a sus generaciones anteriores, y los que creemos en el futuro del municipio hasta el final consideramos que si se rompe ese lazo se despuebla, porque los jóvenes que quedamos somos su futuro. Se nos fueron dos, y si en Artenara somos quince, el tanto por ciento de capital humano y afectividad que se nos ha ido es enormemente relevante”.

Miqueas Sánchez es empresario de la localidad, y de nuevo detalla de las dos hermanas sus capacidades “productivas, cuyo accidente han dejado vacante unos elementos claves del desarrollo del pueblo, ambas muy vinculadas a todas las actividades públicas del municipio, que pierde así unas grandes defensoras de Artenara, como lo somos todos los que estamos vinculados a una localidad tan pequeña”.

Miqueas se declara en estado de shock, y le abruma hablar, “porque es como reconocer que esto ha pasado de verdad, cuando hace apenas unos días estaban los tres, ellas dos y el marido de Rita comprando, y aún tengo la sensación de que van a volver”. Sánchez añade que “aquí han pasado muchas desgracias en la historia de Artenara, pero la sensación que tengo en mi caso es la más dura que he tenido que vivir”.

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“Cuando muere una persona”, añade, “es muy fuerte, pero cuando son cuatro, y de una misma familia que con solo levantar la mano aparecían todos, es sencillamente pavoroso”.

Sánchez, que también es fundador de la asociación Empresarios de Artenara (Edarte), no logra explicarse qué sucedió esa noche del martes. “Durante todo el puente hubo un considerable volumen de asistencia con muchísimas personas transitando por una carretera que en su gran mayoría desconoce sus tramos, ninguna de ellas con la experiencia de la familia. Y encima serían las últimas en pasar por la vía, en una combinación de elementos imprevisibles que han convertido este accidente en una gran desgracia para el pueblo de Artenara”.