Dos menores, ambos de 17 años, y dos adultos, de 21 y 22 años, siguen en libertad y sin que la justicia haya adoptado ninguna medida cautelar contra ellos tres meses después de ser detenidos y acusados de una violación grupal La víctima, sin experiencia sexual previa, fue llevada a una azotea a sabiendas de que estaba totalmente mareada y sin apenas tenerse en pie porque había bebido, y allí la sometieron presuntamente a dos agresiones sexuales cada uno de los menores mientras los mayores los jaleaban y les decían cómo y qué hacer. La Guardia Civil dejó a los cuatro en libertad tras comparecer en el cuartel, situación que ha mantenido el juez. La Fiscalía de Menores ni siquiera les ha tomado aún declaración.

Los hechos sucedieron en la madrugada del 9 de julio pasado, en una urbanización de alto poder adquisitivo de un municipio costero de Valencia. La víctima, de 15 años y bajo medicación en aquel momento, había salido la noche anterior y había participado en un botellón con amigos de la urbanización. Estaba ilusionada porque después había quedado, por primera vez, con el chico que le gustaba, dos años mayor que ella.

Cuando llegó a la cita, la mezcla de alcohol y medicación la habían dejado en un estado de total vulnerabilidad. "Me encontraba fatal, mareada, no sabía ni qué decía, estaba delirando", relató la menor a los dos días a la Guardia Civil. Cuando se encontró con el adolescente, éste fue consciente de su estado. "¿Qué pedo llevas, no?", le preguntó, consciente de su estado, después de ayudarla a levantarse del suelo. A partir de ahí se besaron y, estando en ese mínimo contacto íntimo , volvió a caerse al suelo. "Me ayudó a levantarme, me cogió de la mano y me metió en la urbanización, me llevó donde estaban sus amigos, a los que había llamado, porque le escuché decir ¿dónde estáis, ¿dónde estáis?'".

El adolescente la sentó en una silla y le mojó la cara con agua. "A partir de ahí ya fue todo muy deleznable". Rodeada por los cuatro, con los dos mayores sentados uno a cada lado y uno de ellos agarrándole del brazo, empezaron "a preguntarme cosas que yo ni sabía lo que eran. Me decían: '¿Que cachondo me estás poniendo?', 'Aprovecha, yo si fuera tú, me la follaba', 'A ti te va lo duro... Si fueras mayor, te follaría. Si te veo por la urbanización...'".

En ese momento, la llamó su madre al teléfono. El primero de los adolescentes le cogió el móvil, le pidió la contraseña y contestó a la madre suplantando a la niña. "Entonces me cogió de la mano y me llevó a la azotea. En el ascensor hicieron dos turnos". Al llegar arriba, la niña recuerda que ese adolescente la llevó a un rincón. Hubo dos presuntas agresiones sexuales. Tras soltarle un seco "ya está, me llevó con sus amigos". Los mayores seguían jaleando al otro adolescente. "Ahora tú, que se te ve en la cara que también quieres", "venga, ahora tú, va, ataca, que no se entera", "va, que va muy borracha". El otro menor se lo pensó, según coinciden la víctima y otros testigos a los que el primer adolescente confesó lo sucedido esa misma madrugada, lo justo hasta saber que su amigo le daba 'permiso'.

El segundo adolescente se la llevó, según la víctima y el primer acusado, al mismo rincón y consumó presuntamente otras dos agresiones sexuales. "Me dolía y grité", recuerda la niña.

La brutalidad de lo sucedido dejó huellas. Al día siguiente, en la exploración en el hospital, los médicos lo dejan claro: erosiones y laceraciones en los genitales, un moretón con erosiones en la cara interna del labio superior y laceraciones en la región lumbar.

Una vez bajaron de la azotea, el primer adolescente tardó poco en contar por Whatsapp lo sucedido. A continuación se reunió con un grupo de chicos y chicas que, atónitos, escucharon de su boca frases como "creo que he violado a una chica". "Se agarraba la cabeza muy nervioso y decía que no sabía ni por qué nos lo contaba, pero que necesitaba contarlo", relataría más tarde uno de los jóvenes ala Guardia Civil. La impresión que les dejó es "que se aprovecharon de que iba muy borracha". Los cuatro testigos coinciden en que sabían que tenía 15 años, que lo relató en términos de haber abusado de la chica, de haberse aprovechado de su estado".

El atestado de la Guardia Civil no deja tampoco muchas dudas. "Con alta probabilidad, tenía mermadas sus capacidades cognitivas y volitivas", aseguran. Y añaden: "Lo que supondría la invalidación de una eventual anuencia de la menor para la práctica de los actos sexuales descritos".

Pese a ello, dejaron en libertad a los menores el mismo día de su detención, el 22 de julio, e hicieron lo mismo con los dos mayores al día siguiente.

El juez de Instrucción número 3 de Massamagrell asumió la causa dos semanas después, el 7 de agosto. Citó a los dos adultos —el proceso contra los menores sigue su curso en la Fiscalía de Menores, que los ha citado por primera vez para finales de este mes, casi cuatro después de la supuesta agresión en manada— para otras tres semanas más tarde, el 28 de agosto.

En ese acto, en el que el magistrado ni siquiera había escuchado aún a la menor —la había citado para seis días después, el 3 de septiembre, pero no se ha producido aún porque el abogado de la familia pidió que no lo hiciera en el juzgado, sino en un entorno más protegido—, decidió mantener su situación de libertad sin medidas cautelares, pese a las protestas del abogado de la niña, y considera que no es necesaria la prisión provisional. La Fiscalía ni siquiera acudió.

"Cuando mi hija vio las imágenes de los detenidos que el juez de Ontinyent envió a prisión por la violación grupal de la niña de 14 años, me dijo: Mamá, ¿por que otros que han hecho lo mismo están en la cárcel y los que me lo han hecho a mí, no?".

Difícil respuesta. Desde que sucedieron los hechos, la niña está en tratamiento psicológico. Privado, porque aún no tienen respuesta del solicitado a Sanidad. Sufre pesadillas, ideas recurrentes, ataques de pánico y problemas de concentración. Y no entiende la lentitud con que discurre el proceso penal, pese al reconocimiento de lo ocurrido de uno de los presuntos violadores ante sus amigos esa misma noche —esos testigos declararán por primera vez ante el juez a finales de octubre— y al dictamen forense de las lesiones. Y pese a que denunció.

Como no se han adoptado medidas, tuvo que seguir cruzándose con ellos todo el verano en la urbanización. O eso, o encerrarse en casa siendo la víctima. Una de las testigos lo recoge así: «La otra tarde, estos chicos pasaron por delante de ella y se rieron de ella. Se levantó y se marchó corriendo y llorando».

Ante la Guardia Civil, la víctima lo detalló con claridad. "Tenía miedo. Eran cuatro chicos. No quería ser un cotilleo. Pero llegó un momento en que me daba igual que me pegaran, solo quería que acabara rápido. Y pensaba en mi abuelo, que murió, y qué pensaría si me viera en ese momento...".